La noche fue tensa, tres amigas lloraban en diferentes habitaciones, todas preguntándose si obraban bien, o eran egoístas, pero antes del amanecer, ya nada de eso importaba.
Durante la madrugada, un fuerte golpe despertó a dos de ellas. Corriendo, Sofía seguida de cerca por Abigail, se dirigía con urgencia a la habitación de Keila. Era más que obvio que algo malo pasaba, pero ninguna de las dos esperaba esa imagen.
En el suelo, ya con sangre en su rostros y múltiples hematomas, la última de las tres amigas, convulsionaba sin control alguno. Mientras Abigail, que era la más grande y fuerte, trataba de sostener a su amiga herrática, Sofía llamaba al 9-1-1. Juntas trataban de evitar que Keila se hiciera más daño del que ya se había hecho.
Ya en el hospital, mientras enfermeros y doctores corrían para tratar de estabilizar a su paciente, las dos amigas restantes se habían sumido en un silencio sepulcral. Hasta ese entonces, solo habían lidiado con aquella despedida del mundo que su amiga estaba organizando, pero nunca habían sido testigos de el verdadero poder de aquella enfermedad. Hasta ese momento, solo pensaban que era la muerte a la que se enfrentaba su amiga, y que no parecía querer luchar por vivir, pero en ese momento se dieron cuenta que luchaba con la vida que se acababa sin dar tiempo de vivir, luchaba contra el dolor y el miedo de lo inevitable. Keila luchaba por hacer que su corta vida valiera la pena, tenía una batalla contra el reloj por fabricar suficientes recuerdos que la hicieran inmortal. Luchaba con el tiempo y la muerte que les dió una ventaja a las tres, y hasta ese momento no lo sabían.
Salió de un consultorio un doctor de apellido Fernández, se acercó a ellas y les dijo:
Dr: Supongo que el paseo se cancela?
Abigail: Usted sabe de la caminata?
Dr: Si, Keila me llamó ayer para invitarme. Yo soy quien la trata y fui quién le dió la noticia de su enfermedad. Supongo que quería demostrarme que aún está muy viva.
Abigail: Entonces iba a ir con nosotras?
Dr: Claro! No es común que la persona a quién le leíste la sentencia de muerte, te invite a verla vivir.
Sofía: Pero usted está trabajando, seguro ha estado aquí toda la noche. Cómo es que aún así iría?
Dr: Como especialista, he visto rendirse a muchos de mis pacientes, la mayoría se rinden incluso sin luchar, menos aún, sabiendo que no hay tratamiento que funcione a ciertos niveles de avance de una enfermedad así. Ver a alguien que está esperando a la muerte en cualquier momento, vivir cada instante con pasión, me devuelve las esperanzas y me da fuerzas para seguir. Keila es una muchacha especial, que me tome en cuenta para su gran aventura, es un gran honor para mi....
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Entonces lo entendieron, no solo Keila tenía poco tiempo en este mundo, ellas tenían poco tiempo para aprovechar con Keila.
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No se Dice Adiós
RandomSinopsis Una joven de 27 años se da cuenta de que su vida está por acabar y quiere darle sentido, para dejar algo latente de ella el día que se marche.