Capítulo nueve: Camino al Segundo Reto

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Todo estaba casi listo, Sofía y Abigail me dijeron que habían invitado a un par de personas. No sé quiénes, pero entre más mejor.

Era una mañana bastante bonita, ideal para una caminata en los senderos del Chirripó. De nuevo estaba revisando lo que llevaría: Un litro de agua, una bebida energética, barras energéticas, y todo lo que las páginas de internet me recomendaron; incluso un par de tennis extra en caso de emergencia.

Como íbamos a encontrarnos con los "invitados" en una sodita del centro, salimos caminando rumbo a la parada de bus muy tranquilas. Ellas no dejaban de darme miradas extrañas, y yo no dejaba de preguntarme cuándo habían cambiado las expresiones facial de piedad o enojo, por unas de diversión perversa, digna de quién ha planeado una trampa magnífica al final de un concurso. Por más que les pregunté no quisieron responderme, así que me rendí y seguí hablando de manera animada con ellas, pensando en lo locas que estábamos por ir a semejante reto, después de una semana tan movida, justo cuando por fin podíamos descansar.

No sé si por las risas bastante poco delicadas, o por la pinta que debíamos llevar -ropa deportiva como para salir a corres, y un gran bulto de espalda como si no pensaramos regresar en mucho tiempo- pero unas personas en el bus no dejaban de vernos. Aunque podía ser también porque los rumores, alias, chismes sobre mi hospitalización estaban fluyendo como un río desesperado por llegar al océano.
Habíamos ya escuchado en días anteriores conversaciones sobre mi supuesto embarazo, intento de suicidio e incluso una pérdida en mi "embarazo" al no cuidarme correctamente. Esa mañana todas las teorías conspirativas se volvieron una, escuchábamos a un señor muy cerca de nuestro asiento, hablando con un respetable vecino de la comunidad sobre eso. Justo antes de bajarnos oímos como el caballero, uno de esos señores que siempre se quejan de las vecinas chismosas, decía sin miramientos:

-- Pero entonces ¿Quién habrá sido el papá? Porque parece que la dejó y por eso se quiso matar, y terminó por perder al bebé. Eso sino fue que solo que solo quisiera abortarlo y algo salió mal. Por eso terminó en el hospital. Y ahí está de nuevo, en la calle quién sabe para donde y a hacer qué, no aprende.

Las amables palabras de preocupación de este señor me llegaron al corazón. Por eso, con todo el amor del mundo, para no bajarme y dejarlo con la duda, mientras me ponía de pie lo miré y le dije:

-- Diay usted, quién más iba a ser el papá. Viejo'e patio. Por eso se preocupa tanto.

Y con una sensación de satisfacción, nos bajamos y nos dirigimos a la soda, al encuentro de nuestros acompañantes...

No se Dice AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora