En este mundo (Tian Guang Ci Fu)

Día 6 Buena fortuna

En la sala de un hospital se encontraba He Xuan mirando la puerta de la sala de partos, aunque su rostro estaba estoico, un rastro de ansiedad se percibía en sus ojos dorados.

Su preocupación era justificada, su esposo estaba dando a luz a un hijo suyo. A pesar del motivo de felicidad, no podía ser todo feliz, años atrás el médico le había dicho que Shi Qing Xuan tendría dificultades para concebir y si lograba, el parto pondría su vida en peligro.

Sabiendo eso, He Xuan se opuso a la idea de que tuvieran hijos, pero Shi Qing Xuan fue insistente de querer darle un hijo y a pesar de su preocupación quedó embarazado.

Durante nueve meses, tomó todas las precauciones posibles para que el bebé estuviera bien y al igual que Shi Qing Xuan, ahora debía dejar a los dioses el destino de las personas que más amaba.

Las horas pasaban de forma lenta y tortuosa hasta el punto en que el corazón casi se rompía. Aunque Xie Lian y Hua Cheng lo acompañaban, sus palabras de consuelo no lo ayudaban ni mucho menos a ver a su cuñado, Shi WuDo queriendo asesinar con la mirada al personal del hospital por no tener respuesta de su hermano menor.

He Xuan nunca les rezaba a los dioses, no creía que aquellos arrogantes seres escucharán sus palabras de súplicas, por eso nunca inclinaba la cabeza y  suplicaba. Pero ahora sus manos se entrelazaron con fuerza y cerró sus ojos, para hablar con el corazón.

"No tengo nada que entregarle, pero pueden tomarlo todo de mí"

"Mi brazo, mi pierna, mi corazón...Se los daré todo"

"A cambió protejan a Qing Xuan y a nuestro hijo"

"No se lo lleven, si quieren robar algo, quitenme a mí, pero no se llevan a las personas que amo"

Tan pronto terminó aquella oración, una enfermera salió y se dirigió a ellos. — ¿Familia He?

—¡Soy su esposo! —Dijo He Xuan para disgusto de Shi WuDo.

La mujer se veía tan seria que el alma de He Xuan tembló. —¿Cómo estás mi esposo?

—No se preocupes—Dijo la Enfermera— Ya dio a luz ¡Felicidades! Tuvo una hermosa niña. Puede pasar a verlo por aquí—Indicó.

Al escuchar aquellas palabras, He Xuan sintió que volvía a respirar. Siguió a la enfermera hacia las habitaciones privadas. Al ingresar, vio a Shi Qing Xuan sentado en la cama con un pequeño bulto en sus manos envuelto en unas blancas mantas.

Su rostro lució cansado, pero había una sonrisa en sus labios. Cuando se percató de la presencia de su marido, sus ojos brillaron con felicidad. —¡He Xuan, ven a ver a nuestra hija!

—¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

Una solitaria lágrimas abandonó los ojos de He Xuan, no le importaba cambiar todas la buena fortuna de vida con tal de ver a Shi Qing Xuan a salvo y feliz, porque para él, el haber conocido a Shi Qing Xuan fue la mejor de su fortunas