————————————— Capítulo uno Despierta sangre dragón —————————————
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Una delgada figura femenina envuelta en un suave vestido color crema de seda gruesa; debido a las bajas temperaturas de la región, corría y corría por el monte como si su propia vida dependiera en ello.
Ella llevaba su cabello albino recogido en una trenza muy suelta, y decorado con flores salvajes del bosque provocando que a cada paso la trenza golpeaba su espalda como una latigazo, mientras que un adorable rubor cubría sus mejillas por el cansancio físico.
El poco fastidio que le causaba la acción de su cabello, podía jurar que era casi agradable.
No obstante, sus zapatillas negras estaban manchadas de barro debido a que la noche anterior había llovido. El viento golpeaba su rosado rostro, a la vez que hacía entre cerrar los ojos al dar un paso tras otros por la velocidad que llevaba; provocando que un ligero cuarteado cubriera sus labios por la sequedad.
Pero eso jamás le importo a Valyria.
Sus pies pararon de golpe mientras que una cobertura salada de su propio sudor empapaba su frente por el esfuerzo, su boca se abrió ligeramente al observar lo que se alzaba delante suyo; eran restos de marfil blanco con enredaderas de flores silvestres, estaban caídos sobre varias partes del hermoso prado al que había llegado.
Ella jamás había llegado tan lejos de casa como ahora.
La adolescente juraría que eran los escombros donde se alzaba un imperio nórdico, pero aún no estaba tan convencida, por lo cual le fue casi inevitable que sus ojos azules brillaran de la curiosidad más pura al examinar cada uno de los lares del lugar, rodeados con grandes árboles frondosos.
Totalmente impresionante.
Cada paso que daba se sumergía en un vaivén de emociones siendo acarreado por el descubrimiento, la falda un tanto larga de su vestido danzaba por la agradable brisa fría que repentinamente chocaba contra sus piernas, Valyria parpadeo un par de veces provocando que sus pestañas se agitaran al observar con claridad lo que se mantenía firme en todo el centro de las ruinas.
Una estructura de hierro sólido imperial se alzaba en tres pilares haciendo la figura de un triángulo con la ubicación de distancia entre cada una, mientras que en el centro estaba un especie de hoguera.
La joven Haraldsen de un suave movimiento de su mano derecha la elevó hasta la altura de su pecho justo donde colgaba aquél amuleto con forma del mítico reptil alado posado sobre el cuello, siendo el mismo que había heredado de su abuela.
Ella sintió como una extraña fuerza interna ansiaba con salir a la luz.
Tres largos suspiros abandonaron sus finos labios, usando su auto control para tratar de calmar aquella yaciente sensación en su pecho. Dio un paso tras otro acercándose al interior de las columnas.
