7. Preocupado.

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—Vas a perder tu trabajo Polo —dijo mamá abriendo las cortinas de mi habitación y dejando entrar la luz de la media mañana. —Richard es paciente, pero han sido dos semanas.

—Estoy enfermo mamá —dije tapándome hasta la cabeza.

—¿Apareció Carla otra vez? —consultó dejando ingresar aire del exterior. —La última vez que te vi así fue por ella.

—No.

—¿No? Yo te parí Pablo, no intentes engañarme. Ahora saldrás de esa cama, ordenarás tu habitación y te darás un baño —ordenó. —Mañana irás a trabajar. No me importa si te duele algo, irás. Una, dos o tres horas. Pero irás.

—No quiero.

—Tienes 23 años Pablo. No me obligues a sacarte de una oreja —advirtió con enojo. —Tienes cinco minutos para abandonar esa cama.

La oí alejarse por el pasillo y destapé mi cabeza aún con los ojos cerrados. La luz se sentía fuerte tras mis párpados por lo que tardé un poco adaptarme antes de mirar. El lugar era un condenado desastre. Y yo tenía 5 minutos para salir de allí.

Luego de una reconfortante ducha bajé por comida. Delia estaba desayunando y me dio una mirada evaluadora antes de volver a ver su teléfono.

—Si arreglas un poco esa barba puedes verte bien con ella —dijo empujando los cereales hacia mí. Recibí el ofrecimiento pero no contesté a su sugerencia. —Tienes mismos genes que los míos, pero tu personalidad es débil. Han pasado cuatro meses... Ya supérala. Ni siquiera es como si valiera tu sufrimiento.

—Delia —advirtió mamá.

—Pero tengo razón. Actúa como si no fuera a ser feliz con nadie más que con ella y no es así.

—¿Estás preocupada por mí? —consulté punzante sirviéndome yogurth. —¿No es eso lindo?

—Lo hago por mi reputación. Me preocupa que alguna de mis amigas vea el desastre que eres.

—Sería difícil que me vean cuando no las invitas a nuestra casa.

—En la calle.

—Yo no salgo.

—Exacto ¿No es eso raro? Y ¿No es raro que cuando salgas siempre regreses en este estado?

—No es siempre —dije a la defensiva.

—Basta los dos —suspiró mamá. —Desayunen en paz, por dios.

Ambos cerramos nuestras bocas y obedecimos la orden. No es como si no quisiera seguir peleando con ella, pero no quería hacer enojar a mamá, no quería que se preocupara más de lo que ya estaba.

Cuando terminé de comer mi madre me acercó mi teléfono, el que había dejado abandonado en la sala hacía dos semanas, y me lo tendió avisando que tenía la carga completa pero que se encontraba apagado.

No lo prendí de inmediato, no quería hacerlo porque los mensajes hostigadores de Andrew serían muchos, así que lo dejé en mi habitación y salí a la calle. Al principio pensé en salir a correr pero luego fui de compras: no había nada mejor que endeudarme para distraer mi mente.

Fui a mi local de ropa favorita y compré dos camisas y un jean. También pasé por la peluquería a arreglar mi cabello y seguí el consejo Delia de recortar mi barba. Luego fui a comprar cerveza artesanal y volví a mi casa a la media tarde para sentarme a ver fútbol con papá. Como siempre hacía, como si nada hubiera pasado.

Papá no dijo nada con respecto a mi aislamiento de dos semanas en mi habitación. Él no se metía en los problemas de sus hijos, de eso se encargaba mamá. Pero sí preguntó por mi trabajo. Mi respuesta fue un encogimiento de hombros pero me digné a prender el teléfono y lo puse en silencio antes de activar el Wi-fi.

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