31. Mala decisión.

1.1K 170 112
                                    


Alex había mentido. Lo descubrí al otro día por la mañana mientras desayunábamos. Él no había cenado. Se había acostado a dormir para estar conmigo, para acariciar mi espalda por tanto rato que caí dormido antes de que él dejara de hacerlo.

Alex era un excelente amigo.

No mencioné el detalle para no hacerlo incómodo, en cambio le escribí a Omar pidiéndole un turno para ese día. Yo no había hecho eso antes, supongo que fue la razón por la que me respondió de inmediato y me dio el primer turno, a las 10 de la mañana. No iría a cursar ese día y había suspendido mis tutorías también luego de verme al espejo. Mi rostro era un desastre.

Llevé a Alex a su casa y luego fui al consultorio. Omar era un hombre mayor, de unos 55 años o quizás más, siempre iba pulcro y era muy elegante. Su rostro generalmente no demostraba nada, por eso fue que supe que yo no me veía para nada bien cuando él me observó y sus ojos se abrieron grandes cuando me permitió pasar. Me senté cómodamente en el sofá y suspiré fuerte.

—Tengo que admitir que me sorprendió tu mensaje —dijo a modo de saludo. —¿Pasó algo?

—Pasó —dije mirando mis manos. No podía mirarlo cuando quería contarle algo malo o importante. No sé si era miedo a que me juzgara o me mirara con lástima.

—¿Quieres contarme lo que pasó?

—Bueno... —suspiré. —No sé si quiero, pero creo que necesito hacerlo.

No lloré.

No largué ni una sola lágrima mientras le contaba lo que había pasado. Él solo asentía con algún sonido o me animaba a seguir. Luego de un rato, cuando yo ya sabía que se había terminado el tiempo, levanté mi mirada a la suya e intenté una sonrisa.

—No me siento muy bien.

—¿Piensas que eso está bien o está mal?

—Yo creo en el Karma, aunque a ti te parezca ridículo, y creo que lo merezco por lo que les hice a Carla y a Nash —dije sincero. —Sin embargo lo que hizo Polo no...

—No estuvo bien —me ayudó. Asentí y le di un trago de agua al vaso que siempre me esperaba sobre la mesa.

—Él me pidió que habláramos luego. Pero yo no sé si quiero hacerlo.

—¿No quieres en lo inmediato o no quieres hacerlo?

—No lo sé... pero sé que él lo pedirá. Porque así es Polo.

—Bueno, eso es algo en lo que tendrás que pensar. ¿Qué significaría hablar con él? ¿Te serviría de algo? ¿Quieres hacerlo o si lo harías por qué lo harías? —abrí la boca para intentar responder una de esas preguntas, pero él sonrió. —Terminamos por hoy. Te veo el miércoles, como siempre ¿De acuerdo?

—Claro.

—Ian. Si tú necesitas adelantar el turno, o hablar en algún momento fuera de horario, no dudes en llamarme.

—Gracias —sonreí poniéndome de pie. Así que sí estaba tan mal como me sentía después de todo.

Fui a casa y me acosté a dormir. Y así hasta el miércoles cuando volví con más preguntas que respuestas a ver al psicólogo. Él siempre decía que eso era bueno, aunque no se sintiera así.

No hablé mucho ese día. Mis preguntas eran difíciles de plasmarlas, sólo estaban en mi cabeza. Cuando Omar notó que no hablaría mucho de nada, él sólo me preguntó por mi rutina diaria. Respondí, por supuesto, y él me aconsejó que no continuar con lo que venía haciendo sólo me desorganizaría más. Le di la razón, por supuesto, esos días ni siquiera había salido a comprar alimentos.

AtemporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora