Prólogo.

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El tiempo corre muy diferente en la Tierra a diferencia de su planeta, a diferencia del resto de la galaxia y del Universo.

Nunca han estado solos, ¿de verdad creían ser los únicos en el Universo? Pues se equivocaron, porque los han estado acompañando desde antes que  existieran. Antes de las teorías de religión, antes de las cavernas, antes de siquiera existir cualquier planeta o criatura.

En un principio todo fue obscuridad, al siguiente toda la creación existía… mentira. Al menos en parte.
Siempre estuvo ella, el cómo fue creada no importa en realidad, porque no lo fue en absoluto, ella simplemente existió y nada más.

Se le conoció como La Primera.

Tan poderosa para vivir sola, creó a otros a su semejanza. Y les dio parte de su magia y, así como ella les dio su belleza, y unas orejas puntiagudas que los diferenciarían del resto de los demás eternamente.
Les brindó de inteligencia y de sentimientos, les brindó de cada característica que los haría sobrevivir y dar más de sí mismos.  Y junto a esos cuatro fae creó el resto.

Ouranós, tan poderoso y lleno de vida, tan chispeante y con tanto que ofrecer no podía permanecer solo. Su máxima creación necesitaba de seres como ellos, así que decidió crear más habitantes, con una excepción, ellos no poseerían sus poderes. Se volverían una extensión minimizada de ellos. Así que comunicándoles eso a sus compañeros, se dio a la tarea de crearlos.

Unió las manos de los fae con las suyas y canalizando los poderes crearon una esfera inmensa llena de todo su poder, ésta brillaba en el centro de los cinco, al principio como una simple chispa que se expandía, del mismo modo que la emoción de los demás. A su lado, las aguas de un mar negro permanecían en calma, llevando consigo pensamientos que podía sentir. Después de un tiempo de ardua concentración La Primera soltó su poder; los dos machos y las dos hembras hicieron lo mismo. Dejaron ir todo.

La esfera era gigante y tan poderosa, tan bella y llena de luz de todos los colores existentes, con polvo de sus propios huesos, con magia y sentimiento de sus almas. Con la pureza de sus corazones y con cada pizca que los identificaba.

Los cinco Amos soltaron un grito de dolor al depositar tanto poder que una de las hembras cayó al suelo incapaz de poder continuar, pero no importaba, porque estaba hecho. La esfera brillante estaba terminada y flotaba sobre sus cabezas.

Ella alzó sus ojos dorados y la observó, la belleza del cómo se elevaba y parecía tocar el cielo negro y obscuro que pronto cambiaría.
Los colores dorados, violetas y rosas se removían en el interior, haciendo expandir cada vez más la enorme pelota de poder.  Ayax, el primero en haber sido creado por ella la miró. Con orgullo en sus ojos del mismo tono que los de ella. La tomó de la mano y le sonrió, porque ahora podría haber más que sólo negrura en su mundo mágico, en lo único existente en la vida.

Los demás se acercaron igual, y en sus cabezas la imagen de cómo podría ser Ouranós cuando la esfera floreciera les llenaba el corazón de esperanza y emoción. Pero lo que creyeron expandiría su mundo y lo llenaría de seres perfectos, no lo fue en absoluto.

El corazón de Rhine estaba envenenado de rabia y envidia, porque su posición no le permitía ir más allá de los límites de lo que era Ouranós, porque la sed de poder era enorme. Y su docilidad era mínima.

No quería servirle a su creadora, ella quería ser dueña de todo, de algo que nadie más poseyera. De su propio mundo.  Era tanto su coraje que la esfera que debería haber estado cargada de una buena magia, había sido llenada con su odio y rencor. Y cuando la enorme esfera que llevaba consigo la creación tocó el cielo negro, Rhine dijo con voz baja:

— No siempre tenemos lo que queremos.
— Llevó su vista arriba, complacida.

Axay y La Primera la vieron hacerlo y repitieron su acción, notando cuando la esfera dejó los tonos violetas y rosas perdidos entre todo el negro y rojo que luchaba por acabar con el dorado y los otros colores. Los demás fae se vieron entre sí preguntándose qué ocurría, pero antes de poder hacer alguna pregunta, el poder explotó con la intensidad de todo lo que reservaba dentro.

Sus cuerpos poderosos fueron expulsados y cayeron inertes en el mar negro que pronto se llenaba de criaturas y de cuerpos con figuras diferentes a las esperadas. Enseguida todo el poder creó cada parte de Ouranós y traspasó la barrera del planeta creando el resto.

El polvo de sus huesos quedó suspendido para siempre en el espacio y nuevos planetas se crearon, día con día crecieron y el Universo se expandió sin dejar de hacerlo, sin posibilidad de detenerse jamás. Porque así como el amor y esperanza era eterna en el corazón de los otros Amos, el odio y envidia lo era en el de Rhine.

Los fae se apresuraron a salir de aquellas aguas negras y ahora envenenadas, su miedo de quedar estancados dentro era tal, que en cuanto flotaron cerca de la orilla se ayudaron entre sí para poder salir y huir lejos del área, sin mirar atrás; mientras que Rhine no emergió de las profundidades, y nadie se preocupó por salvarla, ni siquiera La Primera.

Pero Rhine no era débil, y no necesitaba que nadie le salvara. Y ahora le pertenecía la oscuridad de ese mar, que ahora era inmenso y sólo suyo. Y de nadie más.

Las criaturas del Mar Negro jamás salieron de ahí y permanecieron dentro del agua protegiendo el cuerpo de Rhine eternamente. Lo tomaron entre sus garras y lo llevaron hasta lo más profundo y jamás volvió a salir.

Su odio era la fuente del poder de esas criaturas marinas y de las que habitaban a los alrededores en un bosque con cientos y cientos de hectáreas de pura oscuridad.
Mientras que los demás lograron escapar de esa zona de magia negra y llegaron a edificar lo deseado. Ella permaneció ahí, orgullosa de poseer algo.

Aún así, después de algunas horas, enseguida nuevos seres como ellos habitaron Ouranós sin saber todo lo que se había creado fuera del mismo.
En la lejanía los demás planetas prosperaron a su modo, algunos albergando agua y nada más, otros con lagos de lava. Y otros con tantas piedras preciosas enterradas en la tierra sin ser sacadas por nadie.  Pero solo un planeta además de Ouranós albergó vida. Vida en realidad, tuvo tanta diversidad y diferentes criaturas que parecía una copia del hogar de los Amos. Pero sin la magia necesaria pronto empezó a perecer.

Hasta que La Primera lo supo. Era tanta su curiosidad que salió de sus terrenos para aventurarse a descubrir lo que había creado, se asombró con las estrellas y se enamoró de los colores que había en los otros planetas. Y cuando se hubo dado cuenta que la Tierra moría segundo a segundo encadenó su magia y su alma a ella.

El alma de los Amos también quedó atada en el proceso y su magia hizo a los prados llenarse de flores y a los animales vivir, la raza humana prosperó y ella se encargó de todo desde su hogar en un palacio enorme donde se encerraba en una habitación blanca sin mueble alguno para cada cierta temporada descargar su poder y mantener con vida a la Tierra.

Nunca les contó a los demás fae sobre el Universo y la Tierra, era su pequeño secreto. Y para asegurarse que después de ella los Amos siguientes cuidarían de la existencia, les enseñó a descargar su magia haciéndoles creer que solo así podrían sobrevivir, pues tanta magia en su interior les podría matar.

Después de milenios, los terrestres se llenaron de teorías de la creación del Universo, pero ninguna se acercaba a la verdad que solo La Primera conocía. Su civilización avanzó y avanzó pero nadie imaginaba que un ser como ella, era la verdadera creadora de todo.

La Ama del Universo.

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