En la oficina del Hokage

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Se había vuelto completamente adicta, lo reconocía, aunque le había costado darse cuenta de que aquello se le había salido de las manos.

Las suaves y delicadas manos de ella, se aferraron a la firme y fuerte espalda del que alguna vez fue su sensei y sin pensar demasiado, sin siquiera avergonzarse, se acomodó encima suyo y movió las caderas en una danza que les robó el aliento a ambos.

La ropa estorbaba, pero era parte del juego que ambos habían descubierto juntos, medio prohibido y medio clandestino, sintiendo la adrenalina explotar en las venas cada vez que se encontraban y terminaban como en ese momento, dónde todo eran caricias y lujuria. La temperatura subía y eran la perfecta combinación entre el deseo sexual y el juego del gato y el ratón, tan excitante y tan adictivo que no podían parar, ni querían hacerlo.

Era escandalosamente perverso y eso le encantaba y no era la única; lo podía ver en los ojos de su sensei, el hombre más pervertido de Konoha, el que leía novelas eróticas en público, ahora la tenía gimiendo encima de su regazo, presionando la dureza de su miembro en el centro sensible de ella, completamente inmerso en su papel.

-Sakura...-

Su voz sonó tan grave, tan oscurecida por el deseo, que ella tembló solo por su orden, otra parte del juego retorcido que tenían. De niña había escuchado un tono similar cuando les daba una lección o una orden vital para la misión como su líder y ella había aprendido a obedecer por su propia preservación; pero ahora, ya siendo una adulta, había descubierto que él amaba darle órdenes por puro morbo y ella se encontraba deseosa de obedecerlo, por puro placer.

-Sensei...-

Ella entendió la orden, sin necesidad de más palabras, de aclaraciones o de preámbulos. Se conocían tanto que tenían su propio idioma con miradas y silencios. Ella sabía lo que él quería y se lo daría, porque él la recompensaría justo como ella deseaba, le daría eso a lo que se había vuelto adicta.

Se puso de pie y sintió la mirada gris sobre ella, recorriéndola de un modo que ningún hombre la había observado antes. Ella tembló de pura expectación y obedeció a la orden de su sensei. Con movimientos lentos, se quitó prenda por prenda, revelando la piel lechosa y suave que había debajo. El sonrojo y la vergüenza habían desaparecido después de las primeras veces, ahora solo quedaba una tensión en el ambiente que era similar a la electricidad en su modo puro. Cuando las bragas abandonaron su cuerpo al final y quedó completamente expuesta, tuvo su recompensa.

Él daba las órdenes, pero el control siempre lo había tenido ella. Con fingida inocencia como a él le enloquecía, ella volvió a subir a su regazo y lo sintió endurecerse al límite entre las piernas. Usando las manos para quitarle el nuevo diseño del chaleco protector del uniforme jounin, fue lento, torturándolo, hasta que quitó lo que la separaba de su objetivo.

Cuando las suaves y pequeñas manos llegaron a la dureza de su sensei, ella ya sabía que había ganado; en medio de la oficina del Hokage, con la luna como única fuente de luz, no era la única adicta, él tenía esa mirada depredadora que lo delataba. No había tiempo para más juegos, siempre con esa excitación adicional de poder ser atrapados en cualquier momento, solo se mezclaba con todo el coctel de perversiones que a ambos los tenía al borde, tensos y a punto de explotar.

Las manos fuertes y firmes de él, la tomaron de las caderas para empujarse dentro suyo y ella gimió y se dejó llevar. No eran delicados, ni sus encuentros eran lentos y suaves; siendo shinobis que habían comenzado a hacer aquello en medio de la guerra, con la adrenalina de la lucha y la ferocidad de la guerra como detonante, era todo tan instintivo y primitivo, que terminaban en movimientos rudos y posiciones que sonrojarían a más de una dama o caballero puritano en la aldea, pero que a ambos los dejaban deliciosamente satisfechos y adictos, tensos por la siguiente vez.

Ella se movió encima suyo sin pudor, completamente guiada por el placer y la tensión sexual que la volvía loca y él la tomó posesivo, haciéndola suya en más de una forma. Los gemidos y el sonido perverso de la unión entre ambos llenaron la honorable oficina del Hokage de lujuria una vez más, excitándolos a ambos a un nuevo nivel. Él aumentó el ritmo a uno frenético y furioso y las piernas de ella temblaron en respuesta.

Él se puso de pie y la tomó con rudeza de las caderas y la empujó firme y sin contenerse, una y otra vez la follaba hasta dejarla sin aliento. Ella se sentía saltar encima suyo en respuesta, con las piernas rodeando sus caderas y el cuerpo completamente a su merced, deseando más, apresándolo en el interior posesiva, reclamándolo como suyo una y otra vez.

El calor se hacía asfixiante y ya no les importaba si los escuchaban o no, solo se observaban a los ojos inmersos en su propio juego de dominio y seducción. La espalda de ella quedó sobre el escritorio y los papeles importantes, cuidadosamente apilados y acomodados, cayeron al piso, mientras la madera crujía debajo de las nuevas embestidas duras y lentas de las que era adicta.

Con cada nuevo movimiento, la empujaban más al abismo de placer que sentía crecer en el vientre. La deliciosa tensión que nacía dónde Kakashi la satisfacía, la volvía loca y él lo sabía, su sonrisa arrogante se lo decía.

La impresionante explosión de aquella tensión fue brutal, todo el cuerpo femenino tembló en sus manos y se tensó de la más deliciosa forma, arqueando la espalda y apretando las piernas en torno suyo, con las manos aferradas en el escritorio como si fuera su balsa salvavidas y el interior contraído en torno a él. Aquel hombre la recompensó con el más intenso de los orgasmos que había llegado a sentir en su vida, tan intenso que se prolongó hasta que la garganta de ella dejó de gemir y él se vació furiosamente en su interior con un gruñido salvaje y poderoso, llenándola.

Habían iniciado un incendio que no sabían detener. Aquello estaba tan mal, era tan prohibido, que se sentía tan jodidamente excitante el hacerlo. Agitados, sudorosos y embriagados por el orgasmo, se besaron de nuevo, con poca o nula inocencia y él salió de dentro de ella y ella le sonrió cómplice.

Los sentidos shinobi se alertaron en ambos, una firma conocida de chakra se acercaba y ellos solo sintieron más adrenalina avivando su juego. Ella tomó sus ropas y con un erótico beso rápido de despedida, desapareció con un jutsu.

Tanto Kakashi como Sakura, sonrieron con perversa diversión privada. Dos minutos más tarde, el viejo consejo de ancianos, ingresaba en la oficina del Hokage, encontrando a un aparentemente aburrido Kakashi ordenando el papeleo sobre su escritorio a oscuras, atrayendo las miradas curiosas y sospechosas de los ancianos, acostumbrados a medias a las excentricidades del Rokudaime, que estaba sin usar su chaleco protector, sin imaginar la adicción indecente que Kakashi y Sakura tenían. 

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⏰ Última actualización: Oct 21, 2020 ⏰

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