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El viento era espeso, se escuchaba las hojas crujir bajo mis pies. Llevaba más de media hora andando, debía llegar a casa cuanto antes.

Allum siempre me había advertido que no llegara tarde, sabía que él trataba de cuidarme. Pero era lo suficientemente terca como para obedecerlo.

Alce la mirada al cielo, estaba oscureciendo, era seguro que cuando llegara recibiría uno de sus tantos sermones. No era rebelde, solo estaba cansada de lo monótono.

Me emocionaba cada día por hacer algo nuevo, pero al final terminaba haciendo lo mismo.

Ya estaba por llegar, lo supe al ver la pequeña marca azulada en uno de los tantos árboles de roble. Allum la había pintado para mí. Me perdía constantemente.

Además de curiosa era distraída.

Observé la pequeña cabaña, la luz de la cocina estaba encendida. Seguro Allum estaba haciendo una de sus pociones. Era un brujo de clase 4, era el promedio pero con experiencia.

Camine hasta el puerta, la abrí con cuidado como siempre para no llamar su atención pero, fue en vano. El hombre de edad media me miraba con desaprobación cruzado de brazos.

Sonreí inocente.

—Hola... —Levanté lentamente mi mano en forma de saludo, pero me interrumpió.

—¿Que te he dicho de llegar hasta tarde? —Me regañó.

—Eh, ¿Que no lo hiciera? —Me encogí de hombros haciendo una mueca.

—Hay peligros allá afuera y tú lo tomas como... ¿Sabes que? Olvídalo, de todas maneras no me harás caso. Vete a tu habitación, te llevaré la cena en un momento —Pasó una mano por su rostro cansado.

Me limité a solo asentir, subí las escaleras cabizbaja sin mirarlo. No era para menos, llevaba desde unos días desobedeciendo, sé que se esfuerza por cuidarme. Y no estoy poniendo de mi parte.

Conocí a Allum cuando tenía doce años, me había encontrado en un tronco de roble. Supo que era hija de mi madre al ver mi gran parecido con ella, aunque yo no veía. Mi madre era castaña, al igual que mi padre. Pero por alguna extraña razón, nací siendo rubia.

Si piensan que fui adoptada, están equivocados. Pensé lo mismo de niña, hasta que Mamá hizo una prueba de ADN con unas de sus pociones y había salido positiva.

Mamá no era bruja, tampoco Papá, según me dijo Allum le había enseñado a ella. Recuerdo que ella podía controlar todo lo que fuera de la naturaleza, no sabía si eso era de la brujería pero lo tome como ello.

Allum conocía a mis padres antes de que yo naciera. Ni siquiera lo sabía.

Entré a mi habitación desde hace unos dos meses, era simple pero acogedora. Vivíamos yendo de un punto a otro cada cierto tiempo, Allum decía que era por mi protección.

No lo entendía, le había preguntado infinidades de veces. Pero siempre era la misma respuesta:

—Tiempo al tiempo, Lía. Lo sabrás cuando estés lista—Decía con una sonrisa paternal.

Odia no saber nada, me irritaba.

Tomé mi diario de pociones, estaba lleno hasta menos de la mitad. Allum me había estado enseñando unas cuántas. Por mi protección.

Como siempre.

Aprendí unas cuantas, siendo exacta las más básicas. Tales como hacer levitar cosas, pócimas curativas, campos de protección o maniobras de peleas simples.

Me levanté caminando hasta mi buró para tomar la piedra que había encontrado en el bosque, la utilizaría para practicar.

Volví a mi cama sentándome en forma de indio, dejé la piedra enfrente de mi a una distancia considerable.

Marium elivit... —Murmure moviendo lentamente mi manos mirando fijamente la piedra.

Ésta no se movía, entrecerré mis ojos mirándola con más profundidad. Lentamente la piedra empezó a moverse, balanceándose y elevándose poco a poco hasta que estaba en el aire a pocos centímetros de la sábana de la cama.

Sonreí conforme, había avanzando los últimos días. Allum estaba orgulloso, y hablando del rey de Roma, unos toques en mi puerta se escucharon desconcentrádome haciendo que la piedra cayera en la cama rebotando por el impacto. Gruñí.

—Aquí está la cena —Entró dejando la pequeña bandeja de madera a mi lado—. ¿Que estabas haciendo? —Dijo mirando el diario y la piedra.

—Pues, practicando —Levanté mi mano pasando un mechón rebelde por detrás de mi oreja—. Estaba tratando esta mañana antes de ir al bosque, pero ahora pude hacerlo. Más o menos —Sonreí pero salió más como una mueca. Él sonrió de lado, estaba recostado en la cama apoyado de lado con su codo.

—Me alegro de que progresáras, mañana a primera hora se mostraré más —Se reincorporó acercando la bandeja de comida—. Pero ahora, tienes que cenar.

Señaló la comida, asentí dejando la piedra y el diario en la mesita de noche para tomar la cena. Siempre había dicho que la comida era lo más sagrado del mundo, mi comida era intocable.

—Y Lía —Dijo llamando mi atención—, no te duermas tarde.

Dicho eso salió de la habitación no sin antes dar la buenas noches. Si duda Allum era un chef de primera.

Al terminar mi cena, me levanté de la cama y caminé hasta el pequeño armario para tomar mi camisón para dormir después de tomar la bandeja y dejarla en la mesita al lado de la puerta.

Volví a la cama cubriéndome con la fina sábana color crema, estaba cansada. Había estado la mayor parte de la tarde recorriendo el bosque.

Mis ojos se sentían pesados, solo era cuestión de tiempo para que el sueño llegara.


•×|×|ו

Abrí mis ojos de repente al escuchar un estruendo en la parte de abajo de la cabaña. Fruncí el ceño, me levanté de la cama para caminar hasta el armario y ponerme la ropa de antes.

Si algo no les gustaba a Allum, era que anduviera por la cabaña en camisón, así fuera la cabaña. No le gustaba verme en esas condiciones.

Sus palabras, no las mías.

Ya estaba acostumbrada. Caminé sin hacer ruido hasta la puerta de la habitación de Allum, al asomarme me extrañe más. No estaba.

—¿Allum? —Lo llamé, pero no hubo respuesta.

Camine hasta la escaleras y empecé a escuchar unos gruñidos de molestia. Jadee al ver a un chico encapuchado amenazando a Allum con una daga en su cuello.

—¡¿Donde está!? —Grito el chico.

Era alto, pero no lograba verlo bien por la capucha. Tapé mi boca para no hacer ruido, era muy nerviosa. Tenía que ayudarlo. Pero joder, ¿Cómo?

—No está aquí —Dijo Allum entre dientes mirándolo sin temor.

Mire a mi alrededor buscando algo con que defenderme, pero no había nada. No una escoba. Maldición.

—No soy idiota, sé que está aquí. Solo dime dónde está y te dejaré vivir tu miserable vida —Dijo con amargura.

—Pudréte.

—Si así lo prefieres —Dijo con una sonrisa malévola. Me alerté al ver como hacía un ademán para herirlo.

—¡No! —Grité sin poder evitarlo.

El chico se detuvo en el acto y miró sobre su hombro mirándome, sonrió divertido. Allum me miraba preocupado.

—Vaya, vaya... —Volvió a mirar a Allum— ¿Que decías?

¿Ahora, que haría?


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