capitulo 4 ; indebido

806 147 30
                                    

La puerta del amplio departamento se abre, dejando paso a cierto jefe malhumorado que cargaba un estrés que no le cabía en el cuerpo.
Al cerrar la puerta, se saca su chaqueta para colgarla en el perchero de la entrada y así ingresar al salón.

Esa noche había llegado mas tarde de lo usual debido a que se retrasó en sus deberes por ayudar a uno de sus empleados, Doblas, con un problema en su ordenador...uno que claramente se había inventado como excusa para llamar su atención.

Al atravesar el pasillo de la entrada, su vista se fija en el paraguas negro que el rubio le había devuelto esa misma mañana y regresa a su mente la situación de hace dos días, en la que encontró a Raúl y Rubén en un ambiente...extraño. Si bien no le incumbía, aún se preguntaba que había pasado entre ambos para llegar a una circunstancia tal.
Jamás en todos sus años trabajando con Rubén como empleado, lo había visto de esa forma, con una expresion tan decaída. Aparte de que nunca se había negado a contestar una interrogación de su parte como lo hizo cuando preguntó por Raúl.

"Ugh, no debería estar pensando en eso..." se regaña mentalmente para continuar lo suyo.

Cuando llega al salón mira la hora en su reloj de pared y suspira. ¿Habrá valido la pena sacrificar su tiempo por él?
Esa pregunta se responde sola al recordar la carita de felicidad que había puesto al verlo llegar para ayudarlo y como posteriormente se acercó para besar su mejilla a modo de agradecimiento.

De inmediato, regresa a su mente la imágen del tintado de hace unos días atrás: él, detenido en la puerta de la comisaria con el cabello levemente empapado, sus labios rojos e hinchados al igual que sus órbes, brillantes bajo la tenue luz de los focos.

Con molestia, niega para apartar esos pensamientos. ¿Por qué no se lo podía sacar de la cabeza?
Apreta su mandíbula con fuerza y se encamina a su habitación, aún intentando reprimir su alborotada mente.

Por algún motivo que desconocía, no podía dejar de pensar en Doblas desde la proposición, o mas bien apuesta, que le hizo. Era algo absurdo y descabellado, pero algo en el no podia dejar de considerarlo internamente.
Y la situación de hace unos minutos no habia ayudado pues, el viaje en carro se le hizo insoportable al no poder dejar de pensar en el rubio inflando sus mejillas falsamente frustrado frente al computador con una expresión de fingida molestia.

Cuando abre la puerta de su habitación, se libra de su corbata y posteriormente de su traje oscuro dispuesto a darse un baño, cuando nota una erección debajo de su ropa interior que lo hace detenerse.

—Mierda... —maldice al mirar hacia abajo. Por mas que lo intentara...el cuerpo nunca engañaba, y este era un claro ejemplo de ello. —N-no...

No, no podía estarle pasando eso. No podía haber tenido una erección por pensar en Doblas, en absoluto podía permitirse aceptar algo así.
Se sentía un completo degenerado por haberse excitado pensando en su empleado, quién había trabajado fielmente para el por muchos años.

Pero no era un simple empleado para él...y lo sabía a la perfección.

Sin dar mas vueltas y sintiéndose el ser mas miserable del mundo, guía su mano hacia su miembro, para comenzar a moverla de arriba a abajo con lentitud.
A cada suspiro de placer que salía de sus labios, se sentía mas miserable y cerca del infierno.

—Rub... —se escapa de sus labios entreabiertos mientras el ritmo de sus movimientos aumenta.

¿Qué demonios estaba haciendo? Ya ni el lo sabía, ni le importaba. Estaba sumido en su propia burbuja donde no existía ninguna barrera moral que le impidiera darse placer pensando en su empleado. Todo se sentía correcto. Todo se sentía jodidamente bien.

—Cariño, he llegado. —sin previo aviso, una voz se oye por toda la casa seguido del sonido de la puerta cerrándose, lo que hace que su corazón se detenga por unos segundos al igual que el  movimiento de su mano.
La burbuja se rompió.

Rápidamente reacciona y opta por meterse en el baño y encerrarse en él.

—¿Cariño? —vuelve a preguntar cada vez mas cerca aquella voz femenina, que pertenecía a una mujer rubia de unos veintidos años de edad, tan dulce como su voz lo indicaba.

—E-estoy por ducharme. También acabo de llegar porque tuve un percance en el trabajo. —explica sumamente nervioso, apoyado contra la puerta del baño con el corazón acelerado.

"Soy un puto desgraciado." piensa con furia, sintiendo recor hacia si mismo.

¿Qué mierda estaba pensando para hacer tal cosa? Aquello de la apuesta lo estaba volviendo loco...Rubén Doblas lo estaba volviendo loco, y no le agradaba la idea.

Sin más, enciende el grifo de la bañadera con intenciones de olvidar por completo lo último. Aunque lo que no sabía es que resultaría en todo lo contrario...

| BET | rubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora