capitulo 1 ; atrevimiento

1.1K 177 35
                                    

-Aún no puedo creer que lo hayas hecho.

-¿El qué?- pregunta el rubio mientras construía una torre con los lápices de su escritorio, distraído.

Guillermo bufa a la par que rueda los ojos.

-El apostar descaradamente con De Luque. -responde como si fuera obvio, pero el contrario solo frunce el ceño.

-¿Y qué con eso?

Su amigo queda boquiabierto, sin poder creer la actitud de su compañero.

-A veces siento que hablo con un niño pequeño. -habla seriamente, cruzandose de brazos. - Uno que no sabe distinguir entre lo que es correcto y lo que no.

Rubén finalmente desvía la mirada del cúmulo de lápices para girar su silla de ruedas y mirar a su compañero directamente. -Ay William por favor, - también se cruza de brazos, mirandolo con recelo. - no es mi culpa que sientas celos.

El albino esboza una mueca de disgusto mientras negaba con la cabeza.

-¿Celos? Tu mas que nadie sabes perfectamente que no es así, me conoces. -toma asiento al lado suyo para mirarlo con seriedad. -No siento celos de alguien que le propone tal barbaridad a su propio jefe, Rubén. -dice sinceramente. -Me preocupas, eres mi amigo. Si no fueras su favorito ya te hubiera despedido de una patada en el trasero. Debes medir tu comportamiento.

Rubén ríe, levantándose de su asiento.

-¿A donde vas? -pregunta el menor confundido. ¿Lo había ignorado?

-Debo buscar unos expedientes. - detiene su caminar. -Pero antes...-se voltea para observar a su amigo. -Debo llevarle el café a De Luque. -dice esto último con un bajo pero animado tono de voz, para sonreir con la lengua entre sus dientes.

Guillermo lo observa irse con un deje de preocupación. Sin duda, éste chico no aprendía, o mas bien, prefería hacer oídos sordos a la cruda realidad.

-Rubius...

Mientras tanto, Rubén sirve el café y se encamina hacia la oficina, ansioso y algo inquieto.

Acomoda su postura y toca la puerta tres veces, hasta que escucha el "pase" por parte del mayor. Se muerde el labio al oir su voz ronca y empuja la puerta con su mano libre.

Samuel se encontraba sentado como es usual, escribiendo en el ordenador. Cuando nota que se trataba del rubio, abre los ojos con sorpresa, para volver a fijar su mirada en la pantalla.

-¿Qué quieres?

-Buenos días, Samuel. Vengo a traer su café. -habla suavemente sin despegar la mirada del mayor.

-Déjalo sobre el escritorio. -demanda con la voz baja, evitando a toda costa cruzar miradas con el menor.

-¿Ha pensado mi propuesta?

El de cabello oscuro lo mira con fastidio, deslizando los lentes de lectura hacia abajo.

-...¿O acaso teme perder? -vuelve a hablar lento para provocarlo.

Sin dudas, Rubén no tenía nada que perder a esta altura. No temía arriesgarse a perder su empleo en absoluto, tal vez porque en parte sabía que eso no iba a ocurrir.

-Escucha Doblas, soy tu maldito jefe y lo que estas haciendo está fuera de lugar. -alza el tono de voz, levantándose de su asiento. Rodea su escritorio para acercarse a él de forma amenazante y Rubén tiembla en su lugar. Llevaba puesto un traje color negro completamente pulcro y acomodado a la perfección, que se ceñía a su robusto cuerpo. -Ya estarías despedido de no ser por...

-¿De no ser por qué? -interrumpe alzando las cejas el menor. -¿De no ser porque soy su empleado preferido? -se acerca aún mas sin pudor, quedando a unos escasos centimetros del mayor.

Nunca había estado tan cerca suyo...

-Ya perdiste la cabeza. -habla negando repetidas veces. -Mueve el culo y vete a trabajar, ¿quieres?

El noruego entreabre la boca, casi sin poder reaccionar. Le ponía muchísimo ese tono que usaba cuando le ordenaba algo.

-Claro, Sam. -habla, mirándolo a los ojos, totalmente cautivado.

El mayor suelta un bufido al oír ese maldito apodo otra vez.
Ambos se miran hipnotizados por unos segundos, sin poder apartar la mirada del otro. Uno, con la mirada que exhibía un odio inexistente, y el otro, ensimismado por completo.

Samuel apreta su puño. -Te dije que te retires. -su voz ronca vuelve a aparecer.

-¿No me dará un beso antes? -muerde su labio inferior y el contrario lo observa con lascivia.

Jo-der. La tensión se había apoderado de aquella oficina.

"¿O acaso teme perder?" se reproduce en su cabeza. No, claro que no maldita sea. De Luque nunca perdía.

Si tenía que jugar a su infantil, absurdo, inmoral y retorcido juego, lo iba a hacer. Porque él nunca perdía, y menos contra un simple empleado.

Uno que, curiosamente, lo volvía loco.

-¡De Luque! vengo a traer tu informe del viernes. -se oye una voz femenina al otro lado de la puerta y Rubén se aparta, despidiéndose silenciosamente con una sonrisa orgullosa en el rostro.

El café se había enfriado.




| BET | rubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora