🔍VIII🔎

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Que Sherlock se quedará solo media hora más luego del almuerzo no fue sorpresa, al fin y al cabo Victoria le había dado un buen golpe producto de los nervios.

Aun así, luego se disculparía con él. Sobre todo porque antes de partir le había entregado un papel escrito de manera desprolija, seguramente apurado por no ser visto.

Ahora arrecostada en su cama, no podía dejar de leer la nota entre divertida, emocionada y burlona:

"Lady Victoria Mary Williams II,

Aunque no lo crea, no ha sido muy difícil descubrir los miedos del duque ya que resultó más expresivo de lo pensado aunque su rostro sorprendentemente no cambiase.

El duque Jerome resulta ser un hombre muy creyente en la mala suerte, los malos augurios y la muerte.

Sino me cree, observe sus manos sudorosas y su mirada errática cuando ve retratos de su difunta abuela; o cuando corre el riesgo de pisar una grieta. Además, si mi percepción no me engaña, lleva una herradura de oro y plata en su saco.

En fin, creo haber cumplido mi parte. No nos falle, Enola puede estar en peligro y cada segundo cuenta.

PD: Quizás no lo sepa, pero él cuerpo masculino tiene un punto débil y usted casi lo ataca.

PD2: No vuelva a hacerlo.

S. H"

Victoria soltó una carcajada siendo por primera vez consciente de su accionar. Mientras se acomodaba para dormir, pensó en Enola y que sería de ella en su primer noche lejos; y sin darse cuenta, las preguntas comenzaron a aturdirla sin dejarla descansar:

¿Qué ocurriría si Jerome se enfrentará a sus miedos por ella?

¿Deberían encontrar a Enola o dejarla cumplir sus propias metas?

¿Qué creería de su buen trato con Sherlock?

¿Qué ocurriría si volvía a patearlo?

-¿Por qué ya no deseaba devolverle el saco que descansaba a los pies de su cama?

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Siendo ya casi una nueva costumbre, Victoria madrugo antes que todos, pero esta vez, para escabullirse al cuarto de su difunta abuela.

Revisando en el gran armario, se encontró con algunas vestidos más anticuados que otros, pero aun así, todos cumpliendo una misma cualidad: Eran negros.

Procurando no sonar muy insensible en su mente, la pelirroja agradeció que su abuela jamás hubiese superado la muerte de su esposo.

Adentrándose en el armario, encontró un vestido particularmente elegante que de seguro había costado mucho en su momento. Sonriendo satisfecha, lo tomó junto al velo y los tacos que mejor le combinaban.

-Seré la viuda con más clase- festejó.

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Cuando el sonido de los pasos y voces llenaron la planta baja, la joven tomó la nota de Enola escondiendola en su corsé negro.

Confiando en que su plan funcionaria, terminó de escribir la carta que próximamente se le enviaría a Masón cuando su madre quisiese matarla y ella necesitara asilo político un tiempo.

Descendiendo las escaleras en silencio, se detuvó por la mitad esperando ver pasar a su madre, pero para su suerte solo estaba su prometido.

Poniendo en marcha su plan, carraspeó llamando su atención antes de comenzar a bajar el último tramo con expresión neutra, el largo vestido negro de su difunta abuela revoloteando a su alrededor.

Victoria| Enola Holmes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora