Día 6: Cuidando de Él

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Despierto por los golpes desesperados en la puerta de mi habitación y suelto un gruñido.

¿Por qué me tienen que joder desde tan temprano?

— ¡¿Qué?! —mascullo mientras escondo mi cabeza bajo las sabanas.

— Pequitas —la puerta se abre y noto que la voz de mi hermano suena preocupada—. Ethan sólo está empeorando y ya no sé qué hacer. Está ardiendo en fiebre.

Me levanto de mi cama y me dirijo a la habitación de Ethan con Chris pisándome los talones.

— Necesito agua fría, un paño y galletas —me dirijo a mi hermano, quien camina a mi lado—. Chicos —saludo a Cassidy y Mark, que están parados afuera de la habitación de Ethan.

— ¿Para qué las galletas? —pregunta Cass algo confundida.

— Para ella —responden Mark y Chris al unísono.

Los tres ríen y yo me adentro en la habitación.

— ¿Está dormido o inconsciente? —le pregunto a Mark, quien me observa desde el umbral de la puerta.

— Inconsciente. Despierta como cada treinta minutos, agoniza y luego vuelve a caer —explica mientras pasa una mano por su rostro con cansancio.

Me causa ternura saber que Chris y él pasaron toda la noche cuidando de su amigo. Pueden ser muy idiotas y actuar como si nada les importara pero de verdad se preocupan el uno por el otro.

— Deberías dormir un rato —sugiero y noto que no parece querer dejarlo sólo—. Me quedaré con él hasta que mejore. Sé cómo manejar esto, confía en mí.

— De acuerdo —asiente con la mirada sobre Ethan—. Avísame si algo sucede.

Le dedico un guiño y él me sonríe para luego salir de la habitación.

Camino hasta la cama de Ethan y me siento en el borde, a su lado. Llevo mi mano hasta su frente y enarco ambas cejas con sorpresa.

Chris no exageraba cuando dijo que está ardiendo en fiebre. Le quito el edredón y las mantas de encima, dejándolo sólo con la sábana, esperando que eso baje un poco su temperatura corporal.

— Tu hermano dijo que no trajera galletas porque iría a comprarte donuts en forma de agradecimiento —la voz de Cass me hace sobresaltar y volteo en su dirección.

— Genial, gracias —digo, recibiendo el bowl con agua y el paño.

— ¿Necesitas algo más? —pregunta con una de sus lindas sonrisas y yo niego con la cabeza—. Estaré en mi habitación. Búscame por cualquier cosa.

— De acuerdo, gracias —le sonrío y ella sale de la habitación.

Sumerjo el paño en el agua y, luego de estrujarlo un poco, lo posiciono en la frente del castaño.

No es mucho lo que puedo hacer mientras está inconsciente así que decido acostarme a su lado —a una distancia prudente— y me quedo observando el techo.

Pasados unos diez minutos, me levanto para volver a mojar el paño y, mientras lo hago, él habla.

— De haber sabido que debía enfermarme para conseguir tu atención, lo habría hecho hace mucho tiempo —murmura con una sonrisa débil.

— Apuesto a que sí —asiento con un atisbo de sonrisa en mi rostro—. ¿Cómo te sientes? —pregunto volviendo a poner el paño frío en su frente.

— Como si hubieran jugado basquetbol con mi cabeza —responde y yo río mientras me acuesto otra vez a su lado.

— Es una buena comparación. La usaré la próxima vez que esta mierda me suceda.

— Miren quien despertó —interviene mi hermano desde el umbral de la puerta—. Todas tuyas, Pequitas —se dirige a mí mientras me ofrece una caja de donuts.

— Así da gusto ayudar —comento sonriente—. ¿Podrías traer la mochila roja que está en mi habitación? Tengo medicinas de emergencia ahí.

El pelirrojo asiente y luego sale de la habitación.

Me llevo una donut a la boca y sonrío mientras la saboreo.

— Yo también quiero —pide el castaño haciendo puchero.

Acerco la donut a su boca y veo que él también sonríe de satisfacción.

Esa es otra cosa en común que tengo con Ethan, ambos amamos las donuts.

Nos terminamos las donuts entre los dos mientras conversamos de temas triviales, como si fuéramos amigos.

En éste momento está inconsciente y su fiebre subió un poco, lo cual no es para nada bueno, obviamente.

— ¿Kali?

Oh, bueno, al parecer ya despertó pero, a juzgar por su voz, no está del todo consciente ya que suena como un débil susurro.

Su mano comienza a palmear la cama en busca de la mía y, muy a mi pesar, se la acerco, permitiendo que la tome.

— Aquí estoy, ¿qué ocurre? —pregunto con suavidad mientras él mantiene sus ojos cerrados.

— Perdóname —susurra con tristeza, haciéndome tomar una profunda respiración para mantenerme centrada—. No hay un sólo día en que no me odie por hacerte eso.

— Ethan, estás delirando. Duérmete ¿si? —pido, deseando darle fin a esta conversación.

— No estoy delirando —asegura, removiéndose en su lugar—. Bueno, tal vez sí pero estoy siendo totalmente sincero.

— De acuerdo —murmuro, esperando que así decida dejar el tema.

— Sé que sólo lo dices para que me calle pero espero que, aunque sea en el fondo, te des cuenta de lo arrepentido que estoy.

Joder, Ethan, no es un buen momento para que decidas abrir mi cajón de sentimientos y dejarlos salir.

— Tengo mucho calor —jadea, y agradezco que cambie de tema.

— Bien, necesito que me ayudes a quitarte la camiseta —pido, sentándome a su lado y él suelta una risita.

— No quiero que creas que te estoy rechazando, es sólo que no estoy en las condiciones óptimas como para hacer esto —bromea con una sonrisa divertida y, finalmente, abre los ojos.

Y aquí está el Ethan de siempre.

— Claro, galán, como tú digas —murmuro quitándole la camiseta sin mucha ayuda de su parte—. Listo. Fuiste tan inútil como siempre pero no te preocupes, ya estoy acostumbrada. ¿Baja algo tu temperatura?

El castaño asiente y un extraño sentimiento de alivio invade mi pecho.

¿Y a mí qué me importa si se siente mejor?

Pasé el resto del día cuidando de él y a la hora de dormir le dije a los chicos que yo me encargaría de Ethan.

Ellos lucian cansados por no dormir la noche anterior y yo había decidido dejar mi egoísmo de lado por esta noche.

A la mañana siguiente, Ethan se sentía como nuevo y, luego de recibir agradecimientos por parte de todos, me fui a mi habitación para tomar una ducha y dormir un poco más.

360 Horas de TorturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora