— Deja de fumar —gruño y Chris rueda los ojos—. Estudias medicina y aún así eres tan imbécil como para pagar por tu muerte. ¿Sabes cuántas gomitas podría comprarme con el dinero que gastas semanalmente en cigarrillos? —inquiero elevando una ceja y los demás ríen.
Acabábamos de terminar de almorzar y habíamos decidido salir a la terraza para pasar el rato y conversar pero ya era el segundo cigarrillo de Chris en menos de una hora y eso me molestaba.
— ¿Lo ves? Kali piensa igual que yo —dice Cass fulminando a mi hermano con la mirada.
Chris hace caso omiso a mis palabras y se lleva un cigarrillo a la boca para encenderlo.
Mientras busca el encendedor, yo tomo la cajetilla y saco otro cigarrillo.
— Si fumas yo también lo haré —advierto completamente seria y él me observa sorprendido.
— Y yo —se me une Cass, sacando otro cigarrillo.
— Están bromeando ¿no? —pregunta mi hermano algo molesto.
— No bromean y yo me uno —informa Ethan y le acerco otro cigarrillo.
— Lo siento, hermano, pero ellas tienen un punto —Mark toma el último cigarrillo de la cajetilla.
— Adelante, hermanito. Si saltas del puente, saltamos contigo —lo incito y él me observa con el ceño fruncido, dando inicio a un duelo de miradas.
— Jódanse todos —espeta cabreado y lanza el cigarrillo al suelo para luego bajar las escaleras y alejarse por la playa.
— Iré con él —avisa Cass y, luego de entregarme el cigarrillo, se aleja trotando hacia mi hermano.
Suelto un bufido y me dejo caer en el respaldo del sofá mientras paso una mano por mi rostro.
Entiendo que puede ser difícil para Chris el deshacerse de esta adicción y yo también me molestaría si todos mis amigos se vuelven en mi contra para que deje de comer gomitas pero lo hacemos por su bien.
No me sentaré a observar cómo se hace daño a sí mismo.
— Gracias por eso, chicos. Les debo una —murmuro girándome hacia Ethan y Mark.
— No nos debes nada. También nos preocupamos por él y tu idea fue realmente genial —responde el castaño y yo le dedico una pequeña sonrisa.
— Sólo por curiosidad, si hubiese ignorado tu amenaza, ¿habrías fumado? —pregunta Mark entornando los ojos.
— Yo no amenazo, yo advierto. Así que sí, habría fumado ese y todos los otros cigarrillos que fumara frente a mí —contesto decidida y su sonrisa se ensancha.
— No me cansaré de decir lo genial que eres, Mérida —Ethan y yo reímos por el apodo del rubio.
Me habían llamado de muchas formas a lo largo de mi vida por ser pelirroja pero la princesa de "Valiente" era un apodo nuevo y, sinceramente, me agrada.
Desde que Trevor se fue, con Mark nos hemos acercado, incluso ahora lo puedo considerar un amigo y he descubierto que todo lo malo de él, era provocado por Trevor.
Resulta que su actitud de Playboy es sólo una fachada ya que en realidad es un chico jodidamente cariñoso, preocupado y agradable.
— Hablando de personajes animados, ¿alguna vez te han dicho que te pareces a Theodore de Alvin y las ardillas? —pregunto ladeando la cabeza y Ethan suelta una carcajada—. Es que, joder, no puedo mirarte y no pensar en eso.
— Ethan siempre me lo dice —gruñe fulminándolo con la mirada—. No entiendo porqué.
— Te gusta la comida, eres dulce, amable, cariñoso y divertido —enumero con los dedos y él entorna los ojos—. Si no fuera porque existe desde antes de que nacieras, creería que se inspiraron en ti para crearlo.
— ¿A ella también la golpearás por decirte todo eso? —inquiere Ethan con una sonrisa divertida y Mark le levanta el dedo corazón.
— Creí que comenzábamos a ser amigos —dramatiza el rubio llevando una mano a su pecho—. Tendré que buscar una nueva madrina para mis hijos ardilla.
Ethan y yo lo observamos en silencio durante algunos segundos y luego estallamos en carcajadas, a lo que él se nos une.
Pasamos otro rato riendo y bromeando hasta que noté que el sol comenzaba a bajar.
Hora de un paseo.
(...)
Ha pasado al rededor de una hora desde que salí de la mansión y estaba sentada en la arena, observando las olas y la puesta de sol pero mi momento de paz se vio interrumpido cuando mi teléfono comenzó a sonar por una llamada de Chris.
— ¿Qué ocurre? —pregunto curiosa al contestar el teléfono.
No era algo normal de Chris llamarme, mucho menos si se había enfadado conmigo hace un rato.
— ¿Recuerdas esos dolores terribles de cabeza que te dan que vienen acompañados por fiebre? —pregunta algo acelerado, preocupándome un poco.
— Sí, ¿qué hay con ellos? —pregunto impaciente por saber qué ocurre.
— Ethan parece estar con eso ahora y no sabemos qué hacer —explica rápidamente y yo me pongo de pie.
Y ustedes se preguntarán... ¿Por qué recurre a mí en busca de ayuda y no lo lleva a un hospital? La respuesta es sencilla: durante toda mi vida he lidiado con episodios de ese tipo así que sé perfectamente qué hacer. Además, Ethan odia los hospitales y nos ha dejado muy en claro que prefiere morir en medio de la calle antes de que lo llevemos a uno.
— Voy para allá —digo y luego finalizo la llamada.
Decir que corrí de regreso habría sido una mentira pero sí que caminé considerablemente más rápido de lo normal.
— Ya estoy aquí —informo al llegar a la mansión.
Todos voltean en mi dirección y me acerco para encontrarme con un Ethan en muy mal estado recostado en el sofá.
— Hay que llevarlo a su habitación y quitarle la sudadera —indico, haciendo que Mark y Chris se pongan manos a la obra.
Ethan no parecía estar tan grave aún así que no fue realmente un desafío subirlo a su habitación ya que podía medio caminar.
— Abre la boca —pido, intentando hacer que se tome una pastilla.
El castaño obedece y luego me recibe el vaso de agua, bebiendo hasta la última gota.
— ¿Cómo te sientes? —pregunto, dejando el vaso en su mesita de noche mientras él vuelve a recostarse.
— Como la mierda —responde con voz ronca, causándome un escalofrío.
Dios, ¿qué pasa conmigo?
No hay mucho que pueda hacer por él. Sólo debe esperar a que la pastilla haga efecto y rogar porque se sienta mejor en la mañana.
— Iré a dormir —le informo a Mark, quien nos observaba desde la puerta—. Despiertenme si necesita algo.
Sabía que lo correcto era quedarme con él hasta que se sintiera mejor pero también sabía que estar cerca de Ethan no era algo bueno para mí y mis confusos sentimientos así que tuve que ser egoísta por esta vez.
No podía dejar que me encantara de nuevo.
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360 Horas de Tortura
Teen FictionAmo a mi madre, en serio lo hago. Es mi persona favorita en el mundo... al menos lo era hasta ésta tarde cuando volví de mi último día de escuela. Me obligará a pasar quince valiosos días de mis vacaciones en una mansión a las orillas de la playa. ...