2014

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- ¡Akaashi escúchame!

- Felicidades Keiji.

- Necesito dormir.

- Te he extrañado.

- ¿Acaso no lo notas?

-No puedes hacer eso así como así.

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- ¡Keiji espera! - el gritó de su madre le hizo frenar el auto. - Haz olvidado un bolso.

- Mamá, igual sabes que volveré siempre que tenga un rato a verte, ¿No? - murmuró tomándolo a través de la ventana. - Pude buscarlo en la semana tal vez, o acaso... ¿Te despedirás de mi?

Una pequeña risa juguetona salió de entre sus labios, realmente su madre era una en un millón, y cada día lo demostraba un poco más.

Desde el minuto que supo que su hijo se mudaría fuera de la casa, desplegó todos sus ahorros a la causa, regalandole el viejo auto que había estado juntando polvo desde la muerte de su padre en el garage y prometiendo que lo ayudaría con el alquiler todos los años que le fuera posible, y su hijo lo necesitara, pero bien también que se prohibió mostrar algún sentimiento que no fuese orgullo, negándose a despedirlo, sabiendo muy bien que ese instante le rompería el alma.

-Ni en tus más hermosos sueños pequeño, - desacomodó su cabello con la mano. - ahora vete, alguien debe estar muy feliz por tu llegada.

- Kōtarou no llegará hasta la noche, - masculló encendiendo nuevamente el carro. - seré el primero en llegar al departamento, adiós ma, cualquier cosa me llamas, ¿Si?

- Lo prometo hijo.

No le tomó más de diez metros por la calle en ver a su, rozando la locura, madre correr detrás del auto con lagrimas bañando sus ojos, esa mujer si que veía muchas telenovelas innecesarias que plagaban de escenas vergonzosas sus accionares.

- Felicidades Keiji, ¡Papá estaría orgulloso de tí! - gritó cuando sus piernas ya no dieron más, agitando sus manos en el aire.

Intentó pensar en esas palabras todo el camino, evitando que en su mente aparecieran los claros miedos que uno puede sentir cuando abandona el lugar que le dio refugio durante toda su vida, pero claro esta, seguirían presentes.

Cuando terminó de subir todas las cajas y maletas por el ascensor, agradecido de la existencia del mismo, se dignó a ordenar comida y dirigirse a lo que ahora sería su ''cuarto'', ya que no era más que un balcón interno del pequeño monoambiente que habían elegido como hogar junto a Kōtarou.

Pero la pequeña sala-comedor, baño de dos por dos y un balcón algo abandonado eran suficientes para albergar ambos jóvenes, la cama de dos plazas y el sofá que le faltaba unos remiendos alcanzarían para sobrevivir los próximos años hasta que alguno, y con mucha suerte los dos, consiguieran un trabajo acorde para encontrar un lugar con mayores comodidades.

Y Keiji tenía todas las intenciones de hacer de esas paredes destartaladas un hogar.

Primero se tomó el trabajo de colgar algunas fotos instantáneas donde aparecían ambos solos y en algunas junto a sus amigos en la pared del cuarto, junto a un ya algo gastado vale para una librería y una que otra entrada al cine o recibo de alguna de las miles de salidas que ya iban acumulando con los años y el había guardado con el mayor recelo en una caja de zapatillas bajo su cama, también tendió la cama y colocó las almohadas nuevas, agradecido de que su madre le regalara un juego entero de las mismas.

e g o í s m o | | b o k u a k aDonde viven las historias. Descúbrelo ahora