2015

1.8K 225 323
                                    


-No es normal.

- Por favor Bokuto-san.

- Levántate.

- Iré, lo prometo.

.*・。゚.*・。☆゚.*・。☆゚.*・。゚.*・。☆゚.*・。゚

- ¡Keiji mi amor! - sintió unos brazos ahogarlo.

Había fechas un tanto difíciles en el año dónde los sentimientos ya revoltosos de Keiji eran agudizados y se encontraban más presentes, y está a agradecido que todo esto ocurriera para el receso de invierno, lo que le permitía esconderse entre las sábanas para sufrir sin tener que asistir a clases.

Pero también significaba ahora que no podría pasarlo en su cómoda cama con Bokuto acercándole comida cuando estuviera en la casa, o el cargador de la computadora cuando se lo pidiera entre lamentos por las noches, aunque lo despertara de madrugada antes de un entrenamiento, si no que debía subirse en un tren durante un largo rato, más por lo abombado de su mente que por el recorrido, escuchando música triste y pasar unos días junto a su ahora neurálgica madre.

Akaashi odiaba enero, aunque en concreto, su segunda semana.

Ya de por sí de niño no había sido un gran fanático, un niñato en su primaría de tan infeliz que era con su propia vida gritó a voces cuando aún nadie sabía que Santa no existía, lo que llevó a todo el proceso de esperar que los regalos aparecieran, ver los fuegos artificiales mientras su tío los metía por la ventana y dejar galletas que su padre comería antes de que lo notará en algo vago y aburrido, a lo que pasó en su navidad número diez, donde la disfruto, aun sabiendo que santa no era cierto, mientras que ya para enero, no era un niño.

- 'Kaashi, ¿Seguro que no quieres que vaya contigo? De igual manera el entrenamiento de hoy no es muy importante.

- Esta bien Bokuto-san, - dijo tranquilo observando los andenes. - Igualmente deberíamos ir con mamá a solas un rato... Igual te esperaremos para la cena, y puedo ir a presentarte ante papá.

- Me parece genial, ansió conocer al señor Akaashi, y llevaré uno de esos postres de limón que tanto ama tu madre. - pasó su mano discretamente por el brazo de Keiji. - Te amo, ¿Lo sabes? - murmuró entre el bullicio de la gente.

- Yo a ti Kou, nos vemos por la noche. Cuida el auto.

- ¡Siempre!

Una sonrisa vaga en su rostro fue despedida por los saltos entre la gente de Kotarou agitando los brazos en el aire, dando camino a doce paradas y casi un disco entero luego, donde Akaashi volvió a tomar el camino que usaba cuando bajaba del sentido contrario, volviendo del Fukurodani a casa.

A lo largo de su año había visitado a su madre múltiples veces, en la que era recibido por la casa atacada por una bomba nuclear y ella haciendo malabares entre el teléfono fijo para pedir comida y la escoba que no mucho arreglaba, donde se contaban sus avances en la vida adulta y lloraban viendo una que otra novela en la TV, pero era la primera vez donde vendría en esos únicos cinco días de los trecientos sesenta y cinco donde su madre se permitía desmoronarse y mostrar su verdadero rostro.

- ¡Keiji mi amor! - sintió unos brazos ahogarlo. - ¿Como te encuentras? ¿Y Kotarou?

- Hola má, -dijo intentando soltarse, ya sentía el maquillaje corrido pegándose a su mejilla. - Vendrá por la noche y todo está bien.

e g o í s m o | | b o k u a k aDonde viven las historias. Descúbrelo ahora