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Aquel chico de piel morena se encontraba viéndose fijamente con una extraña mueca en el rostro.
Había cambiado su cresta a un color azul eléctrico. Se veía de maravilla.
El problema era que el no estaba del todo convencido, había tenido en color blanco en su cabello porque a mucha gente, incluyendo a su hermano le encanta como le quedaba ese color.
Y a él también le encantaba, pero quería cambiar un poco su estética. Por lo que sin pensarlo mucho fue hasta el primer lugar donde vendían tintes para el cabello y eligió el primero que vio, no le interesaba mucho, solamente quería cambiarlo.
Caminó hasta casa y ahí fue donde se lo pintó, aquella noche le había parecido fantástico pero ahora que se encontraba con su ropa de calle puesta combinando algunos colores en esta con su cabello, no le terminaba de convencer.
Soltando un suspiro salió de casa pensando que solamente era cuestión de tiempo hasta que se acostumbrase a llevar aquel color en el cabello.
Pero lo cierto era que aquel moreno tenía notables problemas de autoestima. Si lo veías en persona estaba siempre sonriendo, bromeando, subiendo el ánimo de la gente.
Pero, ¿quien lo hacia reír a él?, después de aquel rechazo sufrido por el peligris había quedado un tanto mal, al llegar a casa simplemente iba a su cama, se recostaba y dejaba que aquellos malos pensamientos llenaran su mente, sentir las lágrimas caer por su rostro y como cada noche quedarse dormido con ese sentimiento de tristeza y decepción adueñándose de su cuerpo y pensamientos. Todos los días era el mismo ciclo.
Mientras tanto el peligris se encontraba leyendo su tercer paso a seguir mientras bebía el último trago de café que yacía en su pequeña taza negra.
Paso 3: Dile algunos cumplidos.
Al leer aquello pensó que era facilísimo. Viktor veía a Horacio como todo lo bueno que había en el mundo, lo veía como algo que el quería ser. Poder demostrar su felicidad al mundo era lo que más deseaba el ruso, pero debido a todo su pasado se le hacía casi que imposible.
Salvo en un momento del día, solamente cuando estaba con aquel moreno de buen estilo podía decirse que era feliz. Con aquel chico no tenía miedo, sentía que podía salir con el y darle un beso en los labios estando en plena plaza central, sentía que podía ir con el tomados por las calles de Los Santos.
Ese era el poder que Horacio tenía sobre Viktor.
Sin darse cuenta, Horacio Pérez lo hacia mejor persona. Y quería mostrarle al mundo de quien estaba enamorado.
Pero por ahora, necesitaba seguir los pasos de aquella página web, así que salió de casa dirigiéndose hasta comisaría.
Tuvo la maravillosa suerte de encontrarse a Horacio entrando en esta, con su ropa de calle luciendo tan divertido y juvenil que dejó a Volkov embobado.
