Nuevo amanecer

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La curiosidad mató al gato muchos dirán, pero en casos desesperados de ella dependerás, puesto que la necesidad también te puede asesinar.

17 de diciembre de 1956 - Kyoto

La noche pasó volando para aquel emocionado emprendedor. No eran ni las cinco de la mañana y ya se encontraba despierto, estirándose con una mezcla bastante inusual de tranquilidad y nerviosismo.

Había amanecido nevando en la ciudad de Kyoto, un frío que fácilmente penetraba los huesos si no se encontraba usando ropa abrigada o en un lugar con calefacción. Todavía tenía que arreglarse para poder llegar al parque, que se encontraba un punto totalmente alejado del apartamento de donde residía.

Eso sí, toda la situación era como un regalo de navidad adelantado, puesto que solo faltaban un par de días para aquella fechas. Este estaba agradecido por aquella bendición que le ayudaría a salir de la situación en la que vivía.

Mientras se arreglaba de nuevo con su ropa formal, ya algo gastada por su falta de cuidado, el viento soplaba con fuerza a la ciudad. Rick estuvo listo tan rápido como pudo, agregando el hecho de que tuvo que usar una chaqueta de color marrón y un sombrero que combinaba con su chaqueta por el frío de afuera.

No parecía importarle nada más que llegar a aquel parque para preguntar por algún empleo o para directamente ofrecer su dinero para llevar al parque al éxito ¿Acaso su obsesión por sus fines egoístas lo estaban manipulando tanto como sus padres lo hicieron durante su adolescencia?

De todas maneras, eso ya no le importaba: esta era su última oportunidad para demostrar que podía hacer un buen trabajo, no debía echarla a perder.

Sus pensamientos pesimistas se iban esfumando poco a poco mientras cogía un maletín de color negro y metía unos papeles dentro de este, más el dinero antes mencionado y una tarjeta de contacto que el mismo elaboró a puño y letra.

El pelinegro no poseía nada más: solo tenía disponible eso y la retórica que usaría para convencer a aquellos empleadores del parque, los hombres detrás de la obra.

Este, terminando de guardar todo, se dirigió hacia la puerta de su apartamento y la abrió. Este sintió el frío congelar lentamente su cuerpo a medida que este avanzaba afuera de su algo cálido apartamento.

Bajo las escaleras de aquel edificio con cautela: la madera rechinaba bastante, causando que algunos perros ladren o algunos gatos maullen debido a los horribles sonidos de aquella escalera de dudoso estado.

Este solo se apuró en bajar hasta la planta baja, donde se encontraría con la puerta principal y la calle llena de nieve. Entonces, el pelinegro suspiró:

- "Este será un largo camino hasta encontrar un taxi"

Este se encontraba caminado con sus zapatos entre la nieve, de vez en cuando perdiendo el equilibrio, hasta que se encontró en un tramo más concurrido de aquel barrio en el cual se encontraba.

Los carros eran más comunes de ver por ahí que por donde él vivía, ya que era una zona un poco menos peligrosa comparado al edificio de apartamentos donde vivía. Era un milagro que no lo hayan asaltado o secuestrado camino a la avenida principal.

Tuvo que esperar bajo un farol, mientras esperaba un bus o taxi que pudiera coger para dirigirse lo más cerca posible al parque. Este se entretuvo hasta mientras caminando solo por aquellas casi desoladas calles.

Un motor se pudo escuchar desde lo más profundo de aquella selva de concreto, viento y silencio; era un autobús con destino al centro de la ciudad. No era lo que esperaba, pero estaba satisfecho con tal de no tener que ir caminando por su cuenta.

Starr Park: Historias OlvidadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora