Ariel 3

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Yo solo soy capaz de moverme en mi silla inquieto mientras observó cómo Ariel se mete en la boca una hamburguesa de carne con tiritas de pollo y queso cheddar, además de la tocineta, la ketchup, la mayonesa y la mostaza. 

Todos están comiendo como hambrientos y yo solo soy capaz de mirar a mi esposa, embarazada, comiendo como un camionero y su respectiva coca cola a un lado. 

No, esto no puede suceder más. No en mi presencia. Mi mandibula va a explotar junto a mis dientes. Todos ríen, pero yo tengo mi mirada clavada en su boca que no deja de abrirse para morder la hamburguesa.

Tomo una bocanada de aire y me mentalizo que el domingo nos iremos y que no regresará espero, hasta que haya dado a luz. O sea lo suficientemente responsable con respecto a su embarazo.

Amo a Ariel, y amo su gran boca. Pero en definitiva amo a mi bebé. Y he tratado de que comiera bien todo el mes porque sabía que saldría embarazada, y había aumentado de peso considerablemente. 

Suspiro cuando la mano de Zack pasa por mi hombro y siento como lo aprieta. Le doy una mirada rápida y veo su sonrisa. 

—No la mires tanto, no está asesinando a nadie. 
—Eso no lo sabes tú —murmuro.

El ríe entre dientes y asiente.

—Te aseguro que no le pasará nada. Ariel es una de las que más se ha cuidado con su alimentación. Cuando la nutricionista la vea, va a decirle que necesita subir de peso y todo eso y te verás complaciéndola con helado, pizza y sexo oral.

Sexo oral.

Miró a Ariel y me descubro sonriendo. Si mi mujer me abriera las piernas y me pidiera que pasara mi lengua estaría tan halagado que dejaría de trabajar solo para complacerla. 

—Y cosas peores —murmura Dylan del otro lado.

****

El domingo por la mañana, Ariel y yo estábamos desayunando fruta mientras ella rogaba que la dejara comer huevos revueltos con tostadas. 

—Comeras lo que quieras cuando la nutricionista te vea dentro de cuarenta minutos —digo serio, dejando la servilleta en la mesa y saliendo de ella.

Cuando voy por el umbral lo siguiente que escucho son platos cayendo en el fregadero y sé que está furiosa.

Pasa por mi lado moviendo su cabello exageradamente y este me raspa la cara, pasando frente a mi. 

Me acerco a la sala de estar del hotel y observó cómo Zeke se me queda mirando divertido.

—Callate —siseo, advirtiendole. 

Ariel aparece y cuando voy a tomar su bolso, ella lo arranca de mi alcance y me dedica una mirada asesina.

Pero su distracción no pasa desapercibida para nadie, por lo cual, estoy cargandola sobre mi hombro para quitarle los tacones de aguja.

Zeke se tapa la boca para reir y yo me encuentro caminando a la habitación. 

Tomo el par de tenis super cómodos que le compré y un juego de medias cortas. 

Me regreso con ella en brazos y Zeke me abre la puerta.

Cuando estamos en el auto, yo me dispongo a ponerle los zapatos, mi espalda me doliera si no fuese por sus golpes anteriores, ella se cruza de brazos y mira por la ventana mientras yo le pongo los tenis 

—¡No es justo, maldición! 

Yo asiento.

—No es justo que yo tenga que recordarte que esto no es un juego, que tienes un bebé en tu vientre y que deberías comenzar a olvidarte de los malditos tacones 

Entrégate -SAGA HEREDEROS 2- BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora