Capítulo 4: Voyeur

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POV NATALIA

Una hora después de la interrupción de Alba para llevarse al chico problemático de clase, me encontraba nerviosa pero feliz por haber sido capaz de hacer una clase divertida y dinámica de la que había salido contenta al saber que la mayoría de mis alumnos había aprendido algo aquel día.

También era consciente de que al bajar, me encontraría con una situación algo difícil y delicada, lo cierto es que me estaba entrando un poquito de ansiedad pensar a lo que tendría que enfrentarme, imaginando varios escenarios posibles en los que yo no salía bien parada en ninguno.

Adentrándome en el pasillo del ala de profesores observé que había algo más de revuelo de la cuenta, me sentía un poco observada y conforme giré la esquina me di cuenta de que en la sala de reuniones había dos policías, justo en la puerta. Fuí a dejar todas mis cosas en el departamento y nada más cerrar la taquilla, Alba apareció por allí. 


-Natalia, ¿me acompañas? Tenemos que contar lo ocurrido. -me dijo, acercándose a mí con cautela- Cuéntalo todo, ¿vale?

-Pero Alba... - suspiré mirando mis pies un segundo y entrelazando mis manos- Es un chaval, me da cosa que vaya a estar marcado de por vida por esto. -la profesora de inglés agarró mis hombros y esperó a que la mirase directamente-.

-Escúchame, no es un chaval, cumplió en agosto los 18 años, es un delincuente. - sonrió, intentando tranquilizarme, casi funciona- Si es capaz de tener esos comportamientos contigo, imagina la de chicas que habrá acosado, insultado y denigrado. Se merece lo que le está pasando, es un escarmiento.

-Sí bueno... yo... - me tomé un segundo para respirar frotando mi cara con mis manos y asentí, colocando mi pelo detrás de las orejas- Está bien, vamos.

-Yo estoy aquí ¿vale?


Escuchar a la jefa del departamento decir que estaba ahí, me dió una confianza en mí misma y una seguridad que no esperaba, al fin y al cabo, estaba saliendo del agujero gracias a su intervención.

Tenía razón, que fuese un chaval no significaba que no fuese un peligro para las mujeres, sobre todo para las de su edad.

Nos llevó un buen rato contar lo sucedido, tanto aquel día como todos los anteriores desde que empezó el curso, Raúl confirmó todos y cada uno de ellos sin objeción, el chaval al fin y al cabo sabía que lo había hecho mal. Me enteré entonces de que tenía algún que otro antecedente: robo y peleas, por los que ya había cumplido un tiempo en centros reformatorios. El caso es que yo no podía cargar con el peso de haber llevado a un chaval a la cárcel, llamadme benevolente pero quería pensar que a sus cortos 18 años era capaz de cambiar.

Todo quedó en un aviso y la expulsión definitiva del centro, las autoridades se encargarían de vigilarlo en el caso de que existiese alguna otra persona quejándose de su comportamiento en ese aspecto, sí sería denunciado y posteriormente juzgado y demás.

Me sentía mejor, como si me hubiesen quitado el peso de un elefante de los hombros, saber que podría dar clase sin las interrupciones de aquel tipo era una alegría que difícilmente podía ocultar. Sí que estaban los típicos graciosillos de turno, pero a esos los manejaba más o menos bien, Raul tocaba mi fibra y bueno... había sido un mes muy difícil.

Tendría que agradecerle a Alba su heroica intervención, lo cierto es que me había ayudado un montón y eso que yo ayer la había dejado con un manchurrón de café que para qué. Lo cierto es que estuve a punto de volver a ayudarla, pero era ella o lo que quedaba de mi y estaba demasiado preocupada por salvarme.

Teacher's WARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora