¿𝗎𝗇𝖺 𝗆𝗎𝖾𝗋𝗍𝖺?

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𝟢𝟢𝟣, 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝗶𝗻𝗶𝗰𝗶𝗮𝗹:

𝟢𝟢𝟣, 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝗶𝗻𝗶𝗰𝗶𝗮𝗹:

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Desperté. El agua se colaba por mis pulmones, haciéndome despertar de inmediato, el aire golpeó contra mi cara en el momento en el que salí de esa fría agua llena de sangre. Coloqué mis cabellos hacia atrás con ayuda de mis manos, mis pies se sentían fríos y un escalofrío recorrió mi cuerpo cuándo miré hacia el bosque. Moví mis pies desnudos hacia la carretera más cercana, en dónde nadie me atendió; quizás fue porque nadie quería a una chica con la ropa empapada y descalza en su auto.

Comencé a caminar rápido, momentos después a trotar y finalmente a correr. Pensamientos que parecían ser recuerdos me quemaban por dentro. Lágrimas, sudor y mucho, mucho frío. Tanto que podía sentir cómo me desmayaba por el mismo.

Había corrido demasiado, pero no parecía cansarme. Corriendo, llegué a mi colonia, estaba a unas casas de distancia de mi propio hogar, pero una opresión en mi pecho se hizo presente. Miré cómo una chica de cabello muy corto estaba tomada de la mano de una chica más pequeña que ella, de color de piel muy precioso, era morena con el cabello largo, color negro. Se miraban perfectas, cómo dos piezas de engranaje que encajaban correctamente; sentía que la conocía, sus ojos, tenían algo inexplicable, tan transparentes.. Ella conectó mirada conmigo, soltando la mano de la morena y comenzando a caminar rápido, sacudiendo su cabeza de un lado a otro. Tan irreal.

Me apresuro a llegar a la puerta de mi casa, saco la llave del bolsillo delantero de mi camiseta mojada. La introduje en la cerradura, pero parecía que era otro tipo. ¿La habrán cambiado? qué raro. Toqué repetidas veces la puerta, hasta que un hombre me miró, tenía más canas y arrugas de las que recordaba. Varias lágrimas resbalaron por sus mejillas, pero con una sonrisa me abrazó.

-Regresaste, mi querida peque..-sollozaba en mi hombro.

-Regresaré siempre, cuándo menos se lo espere.-solté varias carcajadas ahogadas, regresando su cálido abrazo.

[...]

Cada paso se sentía como si no fuera quién soy; ¿Quién era? Sé que mi nombre era Karlie Monasschter, pero ¿de dónde provengo? ¿dónde nací? porque parecía no ser de por aquí, ¿quiénes eran mis padres? porque la mujer que estaba en casa no es mi madre, ¿quiénes eran aquellos qué me tiraron hacia el mar? porque de la misma manera, me hicieron salir de el.

Entonces tomó mi muñeca, ordenandome caminar junto a su figura que se desvanecía mientras más caminábamos. No sabía quién o qué era ella. Me hizo sentarme debajo de los árboles de aquellos jardines; ¿qué hará cuándo vea la sangre en el agua?

-¿Quién eres?-habló ejerciendo fuerza en su mandíbula.

-No sé quién soy, ¿tú lo sabes?-hablé, sus ojos tan transparentes hablaban por sí solos, necesitaban de mí, pero no todas las reynas tenemos a nuestros reyes.

-No eres Karlie.-gritó eufóricamente.

-Nunca seremos libres, ¿sabes?-hablaba mientras colocaba bálsamo sabor a cereza en mis labios pasándolo con uno de mis dedos, me aseguraba que se aplicara de la forma correcta mientras sostenía el espejo verificando.-¿Qué harás cuándo veas la sangre en el agua?

-Es el precio de tu codicia, ¿pensaste que te liberarías de ésta mierda? éste sistema está hecho para esto.-estaba recostada en el césped, mirando al árbol.

-¡Dime! ¿Qué harás cuándo veas sangre en el agua, joder?-grité, estrellándose, el espejo rompió en dos.

-Ruegame misericordia, ¡admite que fuiste tóxica!-escupió sus palabras, acercándose peligrosamente a mi figura.

-¡Me envenenaste! por unos cuántos dólares.-me excusaba-¿Creías que me quedaría alado de alguien que me llevó al abismo?

-No eres Karlie. Karlie no me echaría la culpa de algo de lo que ella misma tuvo la culpa.-comenzó a faltarle el aire, tan exagerada.

-¿Qué harás cuándo la marea suba, y la tormenta quiera entrar a tu casa? ¿La acogerás o te esconderas debajo de la cama?-pregunté, posando mi atención en una persona.

Una vieja persona, pero conocida, se acercaba a lo lejos, con flores en sus manos; se miraba exactamente igual qué yo.

-Yo soy la tormenta.-habló con una sonrisa entre dientes.

Solté a la chica, haciendo que golpeará contra el césped.

-¿Recuerdas cuándo estaba tan enferma? desearía que tan sólo me hubieses creído.-mencionó sentándose en el césped, sus largos cabellos trenzados revoloteaban.

-Al menos así seguiría viva.-susurré tocando mi corto cabello.

-Debí haberte amado más.-susurró tomándome del cuello, y estrujando mi garganta. El aire comenzó a faltar, comenzaba a cerrarme la garganta e intenté quitarla, pero seguía siendo más fuerte. Lo aterrorizante es que nadie me ayudó.

Y todo se nubló de color negro.


Desperté debido al agua que se colaba por mis pulmones, haciéndome despertar de inmediato, el aire golpeó contra mi cara en el momento en el que salí de esa fría agua. Coloqué mis cabellos hacia atrás con ayuda de mis manos, mis pies se sentían fríos y un escalofrío recorrió mi cuerpo cuándo miré hacia el bosque. Caminé con mis pies desnudos hacia la carretera más cercana, en dónde nadie me atendió; quizás fue porque nadie quería a una chica con la ropa empapada y descalza en su auto.

...

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𝐸𝑙 𝑚𝑎𝑟 𝑑𝑒𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑜𝑦 𝑝𝑟𝑖𝑠𝑖𝑜𝑛𝑒𝑟𝑎 𝑚𝑒 𝑎𝑡𝑎. - lesb (𝐂𝐅)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora