Narnia

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Narnia.

Un ruido la despertó habían tirado algo. Parecía el ruido de un vidrio quebrarse. Aquello la alerto y se puso de pie. Para encontrarse con que los hermanos Pevensie venían corriendo. Peter la vio y se la llevo de allí. Estaba siendo arrastrada y su muñeca le dolía. Llegaron a aquel cuarto donde había salido Lucy el día anterior y sin dudarlo un minuto se metieron a un armario vetusto.

Peter la seguía agarrando de la mano. Le inspiraba bastante madurez para tener solo 13 años. Pero le hacía sentir cómoda y un extraño sentimiento brotaba de su estómago. Cayó de repente encima de alguien. Y este la aventó hacia un lado con frialdad. Supo al instante quien era. Edmund.

Pudo sentir el frio entrar en su sistema y entonces sus manos tocaron algo fino y delgado entonces lo agarro y lo vio era blanco y pálido. Era nieve. Los demás ya se habían levantado y estaban jugando. Ella seguía con mucha confusión.  Miraba a todo su alrededor. Tenía un extraño sentimiento que brotaba en su interior. Todo aquello se le hacía ¿Familiar? Pero aunque cavara en lo más profundo de su mente no lo recordaba y aquello le hacía sentirse cada vez más extraña. Como si no recordara su vida de los cinco años para atrás. Recordaba su cumpleaños de seis años. Velas blancas adornaban el curioso pastel azul. Pero… ¿Su quinto cumpleaños? Trato de recordar el color del pastel o tan siquiera el sabor. Si llevaba algún vestido o solo una camisa y un pantalón. ¿Qué le regalaron? Y las velas del pastel. Pero nada. Era como si su memoria le hubiese sido arrebatada. Una bola de nieve choco con su cabello castaño haciéndole despertar de su ensoñación. Todos la miraban extrañados y le hicieron gesto de que fuera con ellos. No sabía en qué momento se habían puesto aquellos sacos. Agarro uno, el primero que vio y se lo puso. Fundiéndose en el calor que le proporcionaba la piel suave y fina. Era blanco y tenía algunos arreglos de color rosa. Se preguntó que hacían aquellos sacos de mujer o bueno de niña en la casa de un anciano solitario. Pero sintió ganas de pegarse una cachetada por su estupidez, tal vez eran de una nieta de él. Iban caminando hasta que llegaron a una pequeña choza donde Lucy entro corriendo. Fue la última que entro y la que cerró la puerta. Todo estaba destruido, fotografías y  cosas tiradas por doquier. Los muebles estaban rasgados con lo que parecía garras de algún animal.  Una pequeña hoja amarillenta estaba pegada. Peter la leyó aunque Sarah no le prestó atención. Solo supo que el tal Sr. Tumnus como Lucy había dicho que se llamaba había sido arrestado por estar con humanos. Si lo arrestan por estar con humanos no quiero pensar lo que le harán a los humanos pensó la pequeña Sarah.  Habían salido de vuelta a la nieve por un petirrojo que le había hablado. Y por alguna razón estaba tarareando una canción de cuna que jamás había escuchado o tal vez no lo recordaba. Lucy iba a su lado y se le miraba muy triste. De repente la miro con confusión a lo que Sarah solo ignoro.

-Estas cantando la canción de cuna de Narnia…lo se.- Le susurro la pequeña con voz casi inaudible si Sarah no hubiera estado a su lado no la hubiera escuchado. Rápidamente dejo de tararear. Y la miro con el ceño fruncido.- Me la canto el Sr. Tumnus ¿La conoces? ¿Viniste a Narnia alguna vez?

-Ni siquiera sabía que estábamos en Narnia Lucy, en realidad no sé qué es Narnia… Se me vino a la mente y la empecé a tararear… Pero te seré sincera este lugar se me hace familiar ¿A ti no?- Le pregunto con la esperanza de no ser la única que se sentía así pero se sintió decepcionada cuando la pequeña Lucy negó con la cabeza. De repente todos pararon de caminar. Peter le estaba chasqueando con la lengua y la mano a un castor que tenían enfrente.

-¿Crees que te voy a olfatear? Pues te equivocas…- Dijo el Castor de repente a lo que Sarah pego un salto hacia atrás y Lucy solo sonrió

-L-lo siento…-Susurro Peter al Castor. Este solo miro a Lucy fijamente y con un poco de confusión.

-Lucy Pevensie.- Todos se sorprendieron. Pero Sarah seguía con aquel extraño presentimiento que le hacía sentir todo aquello. El castor le entrego a Lucy un pañuelo blanco.

-Es el pañuelo que le di al Sr Tumnus…-Susurro con confusión. Lo sostenía con delicadeza y parsimonia como si se fuera a romper en cualquier momento.

Al final estaban en casa del Castor. Se encontraban sentados en una mesa de madera. Ella estaba sentada en el fondo solo escuchaba algunas cosas pero no le prestaba atención. Hasta que el Castor dijo algo sobre una profecía.

- Cuando el hijo de Adán en carne y hueso, en el trono de Cair Paravel esté sentado, los malos tiempos habrán acabado- Pero que profecía. Se dijo Sarah a sí misma. Todo le parecía algo absurdo. Tal vez estaba soñando pero todo era tan real. No definitivamente no estaba soñando. Y todavía no tenía una explicación para aquel sentimiento familiar que sentía. Un golpeteo en sus hombros la altero. Volteo y Edmund la estaba viendo le hizo un gesto de que se callara y la condujo hacia fuera de aquella presa.

La tomo de la muñeca y la arrastro hacia afuera.

-¡Pero qué haces Edmund!- Le grito furiosa tratando de soltarse pero el niño era más fuerte que ella.

-Vamos a la casa de la Reina… Tranquila nos dará millones de Delicias turcas… Aunque a ti tal vez no… Serás mi sirvienta…- Le dijo con frialdad

Caminaron sobre el dique. Todo estaba resbaloso. Y Edmund había olvidado su abrigo en la casa del Castor.

Cuando llegaron a la orilla las cosas se pusieron peores. Estaba más oscuro y un remolino de nieve no lo dejaba mirar más de tres metros delante de ellos. Se deslizaron por montones de nieve, se arrastraron por lodazales helados y Sarah se tropezaba constantemente con árboles caídos. Estaba siendo secuestrada y lo sabía. Edmund solo mascullaba algunas cosas. Al final resultaron empapados, magullados y muertos de frio. Todo le daba miedo y al final había perdido la fuerza para soltarse. Solo caminaba siguiéndole el paso y dejándose arrastrar.

-Cuando sea Rey de Narnia, lo primero que haré será construir buenos caminos.-Le dijo con emoción. Al parecer el pensar que iba a ser Rey lo había puesto de buen humor. Pero a Sarah no le interesaba. Estaba cortada completamente. Tenía las manos y las rodillas raspadas. Cortes por doquier y un hilillo de sangre le corría desde la frente hasta el cuello. “Lo primero que haré cuando recupere fuerzas será matarte idiota” Pensó cansada. Pensó todas las formas de hacerlo sufrir y matarlo. Mientras él pensaba cuantos carros tendría, como sería su palacio, pensó con lujo cada detalle. Con parafernalia. 

Las Crónicas De Narnia: El León, la Bruja, El Ropero y la NiñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora