Capítulo IV

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   Hyven tenía hambre. Mucha hambre y sed, sobre todo sed.

   Aquel bocado de ojos azules prometía una noche de placeres como los que ella no había tenido desde la desaparición de su príncipe. Hacía un mes que había logrado asomar a este mundo, y aún no había encontrado señales de su amante favorito. Al menos podría divertirse durante la búsqueda.

   El muchacho tenía los días contados desde el momento en que la había tocado con aquella patada contra sus pies. Ahora ella podría encontrarlo a donde quiera que fuese.

   "Esta será nuestra noche, bocado mío", pensó.

   La puerta del departamento estaba bajo llave, así que debía entrar consumiendo parte de su energía. Aunque la recuperaría: solo debía yacer con él hasta alcanzar el clímax, y después... Se despediría de él, para siempre.

   Cerró los ojos y se imaginó a sí misma convertida en una llamarada. Ahora debía materializarse al otro lado de la puerta.

   ¡Pero no sucedió nada! Hyven seguía allí, de pie ante el departamento de aquel muchacho. ¿Acaso se había protegido con alguna barrera de sellos protectores? De ser así, aquel bocado valía más de lo que en un principio había intuido.

   Oyó el chasquido de una llave en la cerradura de la puerta de al lado. ¡Rápido, debía esconderse!

   Voryanda abrió la puerta, y con daga en mano inspeccionó el pasillo, apenas iluminado con las discretas lámparas de pared

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   Voryanda abrió la puerta, y con daga en mano inspeccionó el pasillo, apenas iluminado con las discretas lámparas de pared. Se había despertado apenas sintió entre sueños aquella inquietante energía, idéntica a la que experimentó en el dormitorio de Selena Novos.

   La cabina del ascensor estaba abierta y sin luz. Allí no había nadie, ni siquiera el ascensorista del turno de noche, que quizá se había ausentado por algún imprevisto. Y la misteriosa energía se había evaporado.

   Volvió sobre sus pasos y se detuvo ante la puerta de Alan Valken. ¿Habría percibido algo su compañero de armas? Tocó el timbre. Y Alan no tardó en aparecer, envuelto en el saco largo sobre la ropa de cama.

   ―¿Voryanda? ―Bostezó―. ¿No puedes dormir?

   ―Acabo de sentir una energía maligna. ¿Tú no?

   Él sacudió la cabeza. No, no había sentido nada.

   En la penumbra del corredor, Voryanda vio que Alan la miraba de arriba abajo, y él le dijo:

   ―Si hubiera soñado contigo, tal vez habría sentido algo.

   Ella cerró los puños hasta clavarse las uñas en las palmas. Podría darle una buena bofetada a aquel sinvergüenza.

   ―Buenas noches, Valken ―dijo. Dio media vuelta y regresó al departamento.

 Dio media vuelta y regresó al departamento

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Sangre nóckut - Arco 2: Alan y Vony, la primera misión -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora