Los labios de Hyven podían llegar a convertirse en una droga si Alan se dejaba llevar por las caricias de ella. ¿Qué buscaba esa diablesa? ¿Por qué lo había considerado a él como sustituto de aquel príncipe que ella tanto deseaba? Podría descartarlo igual que al resto y seguir con la búsqueda, pero incluso le había ofrecido pactar con él para dejarlo con vida.
Hyven lo llevó de vuelta al sofá. ¿Dónde diablos estaba Voryanda Rynfer?
Él había soltado la pistola después de que ella lo envolviera en un abrazo de besos y caricias. Ya no tenía armas con que herirla o matarla.
Hyven reía sin dejar de moverse sobre él. Ya le había desabotonado la camisa. Alan sospechó lo que buscaba, y entonces supo que aquella diablesa era en realidad un súcubo.
Alan estiró el brazo hacia la mesita y rozó con las yemas el amuleto que poco antes Selena había evitado tocar. Debía estirarse más para alcanzarlo, y sin que Hyven sospechara.
Cuando sintió la mano de ella en la entrepierna, se sentó y la empujó hacia atrás. Un atisbo de amenaza apareció en la mirada de Hyven.
―Descuida, cariño ―dijo Alan, llamándola como ella había hecho con él―. Recién empezamos.
―¡No me dejes, príncipe mío! ―deja ella, extendiendo los brazos hacia él.
Alan sonrió, un pequeño gesto que la calmó en apariencia.
―Cierra los ojos ―ordenó, y ella obedeció.
Él agarró el amuleto y lo apoyó sobre el pecho de Hyven. Y contrario a lo que esperaba, la mujer se quedó allí, bien quieta. ¿Acaso el súcubo había abandonado su recipiente, y ahora yacía ante él la inocente Selena? De ser así, Alan Valken debía desaparecer cuanto antes del departamento. Pero primero, debía recuperar el puñal y la pistola.
Voryanda despertó con puntadas de dolor en la cabeza. Se halló recostada en el sofá de su departamento, y con una hoja de papel en la mano. Se sentó y prendió la lámpara del aparador para leer la nota, pues había oscurecido desde lo último que recordaba.
¿Había atravesado una de esas transiciones? Y Alan la había registrado. ¿Dónde estaba el Buscador? Fue hasta la mesa, donde había dejado el amuleto que ahora no veía. Tal vez Valken se lo había llevado a Selena. Voryanda debía ir a verla, tal como le había prometido, pero antes bebería un poco del elixir curativo. Las puntadas remitían muy lentamente.
El timbre sonó varias veces. Ella corrió a abrir, aunque antes miró por la mirilla.
―¡Alan! ―Abrió con la llave que encontró en el piso cuando llegó ante la puerta.
En cuanto terminó de girar la llave dentro de la cerradura, Valken empujó a Voryanda adentro y cerró la puerta tras él. Agitado y con la camisa a medio abotonar, Alan se dejó deslizar contra la puerta hasta sentarse en el suelo. Con el pelo revuelto y las mejillas coloradas, se abrazó las rodillas.
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Sangre nóckut - Arco 2: Alan y Vony, la primera misión -
FantasyUna estudiante posee una doble que hace estragos en su ciudad. En una región conocedora de los peligrosos entes oscuros, el Cazador Exan Deil delega en su discípulo Alan Valken y en la cazadora de demonios Voryanda Rynfer la tarea de detener a esa d...