Día 2

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Había pasado Navidad. Decidí enfrentar a mis demonios.

       Habla constantemente con Sebastian. Conversaciones que continuaban hasta el amanecer. Simplemente recordábamos el poco tiempo en el que habíamos estado juntos y que realmente fueron muy lindos.

Era temprano en la tarde cuando fui hacía el living a hablar con mi madre.

Ella estaba recostada en uno de los sillones ubicados en el medio del ambiente. Estaban enfrentados, y separados por una gran mesa de café. Me senté enfrente de ella.

–Ma, hay algo que debo decirte…–Comencé. Mis manos temblaban y mi corazón latía tan rápido que creí que me oiría. –¿Recuerdas la fiesta del sábado pasado?

–Sí. –Me respondió. Tenía el móvil en la mano, y aproveche esa situación. Mientras no me mirara, podría hablarle sin ponerme tan nerviosa. –¿Qué sucede?

–Nada. Sólo que vi a Sebastian. Hablamos, y me pregunto cómo estaba y demás. Me dijo que me extrañaba y que me quería. Que después de mí, no ha estado con nadie. Que ya no ha consumido.

– ¿Y tú como te sientes? –Pregunto mi mamá dejando el teléfono e incorporándose para verme.

Mi corazón latía cada vez más rápido. Yo sabía cómo me sentía, pero no podía decírselo a mi madre así como así. Le extrañaba y siempre me pregunte que había sido de él. Lo había visto en la escuela un par de veces. Pero jamás habíamos hablado.

Sentía una presión horrible en el pecho. Abrace mis piernas y apoye el mentón en las rodillas, cosa que hacía cada vez que estaba mal. Sentí las rodillas húmedas. Estaba llorando, pero no intente secarme las lágrimas.

–No lo sé. –Le respondí. –No sé cómo me siento. Lo extraño un poco, y eso se lo dije. Le dije que también lo quería menos que antes, y que no sabía que sentir. Porque ha pasado tanto tiempo…

No pude seguir hablando. Las lágrimas salieron con mucha más fuerza que antes e inundaban mis ojos, impidiéndome ver con claridad.

Sentí el peso de mi madre en el sillón. Luego sus brazos rodeándome, y sus tiernas palabras intentando consolarme. Mi madre me conocía hace ya 17 años, y sabía que ninguna palabra me consolaría, pero me gustaba que lo intentaran.

–¿Sabes lo que pienso? –Me dijo mi madre.

–¿Sabes mamá? Ahora no puedo leer mentes. –Le dije con sarcasmo. Era una maldita costumbre.

–Lo sé. Me exprese mal. Quiero decir que, si el realmente te hubiera querido tanto como dice, te hubiera buscado de todas formas. No se hubiera quedado con lo que paso. No estés mal. No llores porque no vale la pena dañarse el maquillaje por un hombre. –Se separo un poco de mí y me miro a los ojos. –Tú siempre fuiste fuerte. En este momento tienes que hacerlo. ¿Te doy un consejo? Dale un tiempo para que te demuestre lo que realmente vale. Si el te quiere te lo va a demostrar, pero no le digas nada. ¿Vale?

Me seque las lágrimas. Puse mi mejor cara y sonreí.

–Claro mamá.

–No llores, cariño. –Me dijo mientras frotaba mi espalda.

Dos años, un mes y 6 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora