Día 9

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–Buenos días Sabina. –Me dijo una voz familiar al otro lado del teléfono.

Había pasado una semana desde que nos habíamos visto y nos extrañábamos mucho.

–Buenos días Sebastian. –Le respondí, aun media dormida.

Su llamada me había despertado, ya que estaba sola porque mi mamá había tenido que viajar.

–Sabiendo que te desperté un poco temprano, ¿te gustaría almorzar conmigo y mi familia?

–¿Tu familia?

Era la primera vez que iba a conocer a su familia.

–Sí, ambos están en la ciudad y quería invitarte. Sólo seremos notros tres y tú si aceptas.

–Claro, sólo tengo que preguntar.

Le corté y llame de inmediato a mi mamá a la oficina.

–Ma, Sebastian acaba de llamar…–Le dije, No sabía cómo seguir,  así que le solté todo. –Meacabadeinvitaraalmorzar… con él.

–Lo sé. –Respondió ella. –Al parecer se tomo muy en serio lo que le dijiste y me llamo primero a mí. Le dije que por mi estaba bien y que tenía que preguntarte a vos.

Le agradecí más veces de las que podría agradecerle a alguien y le corte.

Llame a Sebastian enseguida y le dije que me pasara a buscar en media hora.

Me bañé, me cambie y me maquille en menos de 20 minutos.

Hacía calor, así que me puse un pantalón corto y una musculosa con diseño de palmeras, flores y piñas. Era divertida.

Diez minutos después, Sebastian vino por mí. Aseguré bien la puerta y salí.

Subí al auto y Sebastian me sorprendió con un efusivo beso en los labios.

Le respondí de la misma manera, y mientras se separaba de mi arrancó.

El era un loco al volante, siempre iba rápido y noche tras noche corría carreras ilegales en la ciudad. Pero a mí no me importaba. El me había confesado hace un año que se había enamorado de mi forma de conducir. Era exactamente igual a la suya, solo que yo jamás había corrido en ninguna carrera.

Llegamos a su casa, en la parte rica de la ciudad. Era grande, blanca, ostentosa y tenía grandes ventanales en la fachada principal; una puerta negra de madera estaba adornada por un pórtico dorado. Era un sueño. Estaciono y se bajo, para luego abrirme la puerta a mí.

–¿Desde cuándo tan caballero? –Le pregunté con sarcasmo. Ni siquiera él se salvaba.

–Desde este momento. Te pediría con mucho cariño que no hables sarcásticamente con mis padres. Mi papá no lo entiende del todo, pero mi madre tiene una lengua afilada… Dudo que se lleven bien.

–Vale, te doy mi palabra.

Abrió la puerta de la casa. Una mujer bajita estaba en el recibidor. Tenía el cabello largo hasta los hombros de un negro azabache. Unos ojos color azules fríos adornados por unas pestañas postizas miraban con altivez. Era una mujer hermosa, su cara era ovalada y tenía sus pómulos resaltados con rubor. Era flaca y muy elegante.

Miré a Sebastian y no le encontré parecido alguno a su madre. “Tal vez se parece a su padre” me dije.

–Mama, –Dijo Sebastian. –, ella es Sabina.

–¿Es tu novia? –Dijo con un toque altanero.

Su hijo enrojeció y yo también. Esperaba que no lo notara.

Dos años, un mes y 6 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora