Capítulo 2

4 2 0
                                    

Camino

Las historias de terror y fantasmas abundan en todas partes, cada lugar maneja cierto folclor con seres mitológicos que deseas no sean reales. Tamuy no era diferente, oculto entre bosques densos, habitado en su mayoría por campesinos, mercaderes de clase media y unas pocas familias de influencia que cada vez vivían menos allí para prosperar en las ciudades con más lujos y una mejor educación para las nuevas generaciones. Allí siempre se contaban relatos sobre brujas, apariciones en el río, sonidos extraños en la noche y... un ser en particular recluido en lo profundo del bosque. Las madres solían advertir a sus hijos sobre no sumergirse tanto entre los árboles y la maleza; y evitar sobre todo una extraña cueva que alguien, hacía mucho, no se podía calcular hace cuánto, había bloqueado con rocas de diferentes tamaños. Se dice que fue mucho antes de la conquista, porque algunos indígenas que de vez en cuando pasaban por allí, comentaban que todo era obra de sus ancestros, quienes apresaron a un demonio codicioso en ese lugar.

Cuento o realidad, los niños no prestaban mucha atención al tono serio de los ancianos o los indígenas que pasaban por allí, probablemente vigilando que todo estuviera en su lugar. Hasta que un día de septiembre, cuando el quinteto más joven del pueblo se reunió para una aventura, todo cambió para siempre en sus vidas. Los cinco niños fueron a lo profundo del bosque, más allá del ría que todos usaban para demarcar el límite entre la realidad y lo incierto. Ellos solamente querían jugar y divertirse, olvidar los problemas familiares y disfrutar de su niñez. Pero, todo aquel que pasaba ese límite era atraído por la cueva, como aquel dicho, de todos los caminos conducen a Roma, allí todos los caminos conducían a la cueva bloqueada. Y las risas, gritos y voces inocentes de los niños despertaron un ser que había permanecido dormido por demasiado tiempo, tanto que ya hasta había olvidado su nombre y origen, era como un niños de nuevo con ganas de salir a jugar.

Entonces, cuando todos tomaron un receso para la merienda y sacaron de sus pequeños bolsos frutas, queso o ponqué, alguien preguntó:

—¿Podemos jugar de nuevo?

Todos se rieron.

—Debemos regresar —dijo el joven de la familia rica del pueblo.

—Puede ser un juego simple, como de hacer girar la botella.

—¿Verdad o reto? —preguntó él un tanto divertido con la idea de la niña —. ¿Conoces ese juego?

—Por supuesto.

—Es un juego de adultos —se quejó el más joven y desechó la idea.

—Entonces, juguemos a las adivinanzas —propuso ella otra vez, porque ya había terminado de comer su manzana, siempre comía demasiado rápido, acostumbrada a disponer su tiempo para las tareas del hogar mientras sus padres estaban afuera en el campo.

—Bueno, ¿te sabes alguna? —preguntó el más joven un poco interesado y su mejor amiga se rió de repente con regocijo, puesto que le gustaban mucho las adivinanzas. Entonces ella dijo:

Siempre estoy mirando al sol

y no soy un caracol.

Giro y giro sin fin

y no soy un bailarín.

Todos la miraron pensativos, hasta Emanuel dejó su queso a medio comer y se ajustó las gafas redondas por las cuales alguna vez se burlaron, hasta que su hermano menor, Juan, los golpeó a todos. Su hermanito estaba igual de pensativo, intentando encontrar una respuesta para impresionar a todos. Pero, nadie parecía saberlo, hasta que una voz extraña dijo.

—El girasol.

Y todos se volvieron a la alta pared de piedras de distintas formas y tamaños que bloqueaba la cueva. Habían estado allí sentados por un largo tiempo y solamente hasta ese momento se habían dado cuenta de donde se encontraban. Nadie dijo nada porque no estaban seguros de lo que habían escuchado.

—Mi respuesta, ¿ha sido correcta?

La niña tragó un poco de saliva antes de responder.

—Sí, es correcto.

—Por favor, dime otra adivinanza.

—Solamente una más, anochece y debemos ir a casa —se atrevió a decir con mucho miedo, pero si se mostraba tranquila sus amigos no se asustarían tanto.

—Muy bien, pero mañana... Vuelve mañana, todos, y digan más adivinanzas, yo, esperaré aquí, así que... Regresa.

Esa fue el inicio de la historia, se la conté a los tres hombres y otro de sus compañeros que se unió poco después en el viaje, me preguntaron si la historia tenía algo especial o solamente una historia violenta llena de realidad. Entonces, cuando iniciamos el camino en carretera para subir la montaña llena del más vivo y hermoso color verde, les hablé sobre la leyenda del monstruo de la cueva y los niños que no escucharon el peligro siniestro de su voz. Aunque dos de ellos, lo presintieron desde el principio y solamente ellos dos descubrieron la verdad de la noche y sus sombras.

Sombras en la oscuridad (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora