Capítulo 6

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El monstruo

Ella se había despertado muy temprano aquella mañana, era un domingo soleado y su madre le había pedido que fuera a buscar frutas en lo alto de los árboles, el trabajo no había ido muy bien ese mes y no era posible realizar las compras habituales en el mercado. Así que ella entró sola al bosque y buscó, y buscó; pero, no encontró mucho, así que tuvo que ir más profundo. Sin querer, sus pies la llevaron frente a la cueva, ya acostumbrados a tomar siempre ese camino cada tarde y notó que otra piedra había caído de la pared.

—¿Eres tú, Lena? —, la voz del monstruo la sorprendió.

—Sí.

—Sí —afirmó él —, tú nunca... te acercas. Eres tú.

No dijo nada al respecto y miró los árboles a su alrededor, hasta que notó frutas en uno y decidió que ese sería su objetivo.

—¿Me contarás... una adivinanza? —preguntó.

—No puedo, tengo que subir un árbol —le dijo y el monstruo se quedó pensativo.

—¿No es... peligroso?

—Tengo que hacerlo para comer.

—¿No... tienes... comida?

—Tengo poca —dijo con pesar y el monstruo por primera vez sintió simpatía, entendía su situación, tener hambre no era algo bueno, a él lo devoraba de adentro hacia afuera. Cuánto desearía darse un gran banquete de carne fresca y jugosa...

—Tengo hambre —dijo pensativo.

—Te daré alguna de las frutas que agarre —dijo ella mientras subía y él deseó poder verla, tenía curiosidad y al mismo tiempo quiso decirle que eso no lo llenaría.

Poco después, ella logró reunir varias frutas y las guardó en una sábana que luego envolvió en forma de bolsa para llevarlas a casa. Dejó dos por fuera, una para ella y otra para el monstruo. Dudó en el momento de entregarla y finalmente se fue acercando poco a poco, hasta que con cierta impaciencia, el monstruo sacó una mano por el agujero de la pared y la extendió hacia ella. Era completamente oscura, como humo negro o una sombra. Los movimientos de Lena se detuvieron al instante mientras miraba la mano con miedo.

—Los amigos... no se... hacen daño —dijo el monstruo y ella dejó caer la fruta sobre la palma de aquella mano para no tocarlo —, me gustas... Lena, porque tú sabes... Tú sabes... Que soy —, ¿lo sabía? —, me gustas.

La mano dejó caer la manzana y agarró la mano de Lena, la sujetó con fuerza y la empujó hacia la pared para olerla, ella gritó sorprendida y asustada.

—Me gusta tu olor —dijo sin problema y sintió una corriente de aire húmedo en su mano, dentro de la cueva —, tengo un favor...

—¿Un favor?

—Sí, Lena. Pon... las pie... dras en... su lugar, hoy... vienen a... vigilarme.

Ella no entendía a qué se refería; pero él no explicó mucho. Así que le pasó la fruta y entonces puso las piedras de nuevo en la pared con poca fuerza, ya no encajaban como antes; pero lograban mantenerse en su lugar. Luego de eso se fue, al principio sus pasos fueron lentos, hasta que vio el río empezó a correr para alejarse del monstruo y su cueva.

El mayordomo llegó a socorrernos después de escuchar el fuerte golpe de la puerta y el cuerpo de Enrique chocando contra la pared. El chico estaba bien, algo confundido por los eventos y la posible contusión que tenía en la cabeza. Yo por otro lado me cambié de suéter y el mayordomo me ayudó a limpiar mi herida. Cuando preguntaron por el incidente, el mayordomo ya tenía una respuesta preparada para ello.

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⏰ Última actualización: Nov 01, 2020 ⏰

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Sombras en la oscuridad (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora