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Lejos de regresar al salón para atender a los invitados, preferí refugiarme unos minutos en el baño que quedaba lejos del salón donde Ewan me estaría buscando dentro de poco.

Todo había ido bien hasta que se le ocurrió ofrecerme dinero a cambio de una noche, incluso me había alegrado porque no utilicé una faja y podría hacerme la difícil por unas horitas; pero no... El muy idiota tuvo que humillarme.

¡Yo no me acostaba con nadie por dinero!

Aún tenía algo de dignidad y no pensaba caer tan bajo por el momento.

Después de lavarme el rostro sentí ganas de entrar al baño y me metí a uno de los cubículos. Dios, el lugar era tan pulcro que hasta sentía miedo de ensuciarlo. Estaba haciendo del uno en paz hasta que la puerta del baño de mujeres se abrió con brusquedad, haciéndome creer que algo malo estaba sucediendo, pero la piel se me puso chinita cuando los gemidos empezaron a resonar por el lugar.

Me cubrí la boca con una mano.

¡No podía tener peor suerte!

¡¿Es que no se daban cuenta que estábamos en un hotel?!

No les costaba nada pedir una alcoba.

—¡Ah! Besas tan bien... —gimió una mujer y muy lentamente me incorporé y arreglé mis ropas, deseando salir del baño cuanto antes.

Entraron al cubículo vecino y abrí los ojos con sorpresa ante la salvaje fuerza con la que esa mujer fue estampada contra la división de los cubículos. Por un momento pensé que esa cosa se caería y terminaría en un salvaje trío claramente no deseado.

¿Esto era una señal del señor que me regañaba por no aceptar la invitación de Ewan?

Los gemidos se intensificaron y de no haber sido por el gruñido del hombre, habría pensado que se trataba de dos amiguitas de la novia furtiva de Ewan.

Empecé a sentirme cachonda y reconsideré la oferta que Ewan me hizo hacia unos minutos, ¿aún podría retractarme?, ¿hace cuánto que no dormía con un hombre?, ¿cinco meses?

No me extrañaría que tuviera telarañas ahí abajo.

La situación se tornó incomoda. No podía seguir esperando donde claramente no era bienvenida y estaba sobrando. Alisé la falda de mi vestido negro, rezando porque mi huida fuera triunfal, y muy lentamente me quité los tacones. Me dispuse a cerrar la tapa del inodoro y la sangre se me subió a la cabeza al descubrir que eso era más que suficiente para que el agua se tirara solita.

¡Maldita tecnología avanzada!

¡Maldito hotel de cinco estrellas!

El silencio reinó en el lugar y empecé a rezar el Ave María tantas veces como pude, esperando que ellos no hubieran notado mi presencia.

Silencio.

Silencio.

Y más silencio.

«Oh por Dios, ¿por qué siempre me abandonas?»

Cuando consideré la opción de que ellos decidieron irse y tomar una habitación, un suave toque en la puerta del cubículo hizo que el pánico me invadiera.

No respondí, pero la persona que estaba del otro lado insistió.

—Sé que estás ahí. —La voz dura y varonil del hombre hizo que las piernas me temblaran y tragué con fuerza—. Abre, eres un paparazzi, ¿verdad?

Abrí los ojos con desmesura.

—No, no lo soy. Váyase, por favor.

Era alguien importante, no por nada se preocuparía de que alguien lo estuviera espiando. Seguramente estaba con su amante y temía que lo hubieran descubierto.

Gracias y perdón (Capítulos De Muestra) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora