5

6.1K 879 140
                                    



CARLOS.

Cuando mi novia ingresó a mi alcoba, tenía el pulso desbocado y me costaba horrores pronunciar palabra alguna mientras apoyaba la cabeza en la almohada que puse sobre el respaldar de la cama, cubriendo la esposa.

—¿Por qué no me respondiste? —gruñó como una niña pequeña y me pasé la mano por el pelo con nerviosismo.

—Me sentía agotado, creí que no te vería hasta mañana.

La hermosa pelinegra de piel bronceada se cruzó de brazos y me miró con instintos asesinos.

—¿No te basta con dejarme fuera de la boda de tu hermano, sino que ahora no quieres verme?

Ahí iba de nuevo, ¡yo no tenía la culpa de que Daniel y Aria no la tragaran!

—Estoy cansando, ¿por qué no nos vemos mañana en la oficina?

—¿Y por qué no hacemos algo hoy?

«Porque tengo a mi esposa en el piso, totalmente desnuda, esperando que te marches para que ella pueda ser desposada».

Diana... ¡Mierda! Había cometido el error de acostarme con Diana y eso no era lo peor de todo, sino que lo había disfrutado con creces y ahora solo deseaba hacerla mía de nuevo.

Maldita sea, había caído en sus encantos, en sus respuestas y ahora sólo quería llegar a un acuerdo con ella y echarla de mi departamento cuanto antes para implementar un distanciamiento saludable.

Mientras más lejos estuviera esa mujer de mi vida, mejor.

—No quiero, deseo quedarme solo.

Carol sabía que mentir no era lo mío, siempre fui muy claro con mis intenciones con ella y justamente por eso nuestra relación era algo abierta; sin embargo, eso no quería decir que quisiera que me viera con otra mujer en mi alcoba.

Se suponía que ella era la oficial.

—Rompiste tu botella de whisky, ¿nuevamente estuviste tomando? —Puso las manos en jarras y presioné mis manos en dos puños.

No quería que Diana descubriera mis problemas con el alcohol.

—Vete, Carol.

—Pero...

—¡Lárgate o te quitaré la llave de mi departamento! —exploté.

No estaba para sus caprichos y me parecía de mal gusto que se entrara a mi departamento, así como sí, sin llamar con anticipación.

—Ay, por Dios, qué humor —farfulló y salió de la alcoba con aires de grandeza. Cuando ya estaba en el pasillo, salí tras de ella para asegurarme que se fuera—. Llámame cuando tu humor mejore.

Me costaba comprender sus razones para seguir a mi lado, ni siquiera era el tipo de novio romántico con ella. Nos entendíamos bien en las fiestas, en el trabajo y en la cama —aunque no mejor que con Diana—, pero dudaba que eso fuera lo único que una mujer buscara en un novio.

Ellas querían ser amadas, y yo... No amaba a Carol.

Al darme cuenta que estaba cuestionando mi relación con Carol, la cual hace unos días me parecía simplemente maravillosa y envidiable, ahogue una maldición.

Diana ya me estaba lavando el cerebro y ni siquiera había abierto la boca para hacerlo.

—Lo siento mucho —susurré afectado y besé sus labios con ternura.

—Estoy acostumbrada. —Se encogió de hombros—. Te dejo para que descanses.

Se retiró de mi departamento sin decir más y esta vez eché seguro por dentro.

Gracias y perdón (Capítulos De Muestra) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora