Emily volvió a sumergir la cuchara en el plato de sopa tomando otro poco, con su mano temblando ligeramente por el miedo a quemar a la pobre anciana que le había tocado cuidar hoy.
Hace algunas semanas, varios hombres vestidos de manera algo... peculiar (raro, si le preguntaban a Emily) habían entrado a su casa hogar armando un escándalo, las cosas pasaron demasiado rápido para si quiera procesarlas, le habían dicho (gritado) que tomaran solo sus pertenencias más importantes y que no llevaran nada innecesario, Emily por supuesto tomó su almohada favorita y corrió hacía los hombres sintiéndose preparada, sin embargo una niña mayor negó con la cabeza y la arrastró de nuevo al cuarto compartido para tomar su mochila y llenarla de ropa.
Los hicieron hacer filas fuera de la casa hogar, niños y niñas por separado, del más pequeño al más grande, todo para después subirlos a un gran autobús de color azul demasiado alto, Emily necesitó un poco de ayuda para subir los primeros escalones. Le había tocado un asiento con ventana, por lo que pudo observar otros 2 camiones salir del lugar y tomar rutas diferentes al suyo, se preguntó si volvería a ver a los otros niños alguna vez.
El viaje había sido largo y algo tortuoso, algunos bebés que iban en la parte de atrás siendo cuidados por los niños mayores lloraron por partes, creando una o dos cadenas de llanto contagioso entre bebés, comenzaba con uno, que hacía que el de al lado llorará, provocando que el de atrás despertará de mal humor y lo demostrará con más llanto, así hasta que la mayoría (si es que no todos) de los bebés en la parte de atrás crearan un fuerte canto de llantos llenos de diferentes emociones angustiantes, tomó una buena parte del camino lograr que todos se callarán. Luego, en alguna parte del viaje, Emily se mareó un poco, nadie podía culparla, eran muy pocas las veces que viaja en auto, mucho menos en uno tan alto.
Dormir ayudó mucho.
Pero para cuando despertó, estaba en un lugar totalmente diferente al desierto por el que habían estado rodeados varios minutos atrás a la mitad del viaje, el lugar por fuera parecía un gimnasio, muy muy grande, por dentro... tampoco era tan diferente, sin embargo Emily lo imaginaba más espacioso, o tal vez se debía al gran tumulto de gente que se encontraba dentro.
Era básicamente un gran gimnasio de esos que se ven en películas de adolescentes, pero más feo, el piso era de concreto y las paredes tenía un color blanco desgastado, incluso podía verse algo gris, una cuarta parte del lugar estaba repleta de mesas de metal apiladas en filas, dando un aspecto muy parecido a las de prisión, al lado de estas una barra de comidas vacía, Emily supuso que ahí seria el comedor, los otros 3 cuartos del lugar eran diferentes tipos de sillas y sillones desgastados, colchones y mantas desparramadas en el suelo, y algunas mochilas pegadas a las paredes para hacer espacio, al parecer ahí dormiría y pasaría el resto del tiempo.
Prestando un poco más de atención a las personas del lugar se dio cuenta de que no solo había niños pequeños y niños mayores, sino que también había adultos, pero de esos que ya son demasiado grandes, notando que en su mayoría, ellos ocupaban los sillones y colchones del lugar, se distrajo con un pequeño golpe en su hombro.
Emily alzó la cabeza observando al gran hombre con traje militar extendiendo un papel hacía ella. —Te daremos un número, no lo vayas a perder, si lo escuchas tienes que decir presenté. — asintió con la cabeza tomando el papel y observándolo con curiosidad, 1 0 2.
De ahí las cosas no fueron más interesantes, se les explicó las reglas del lugar, las horas de comidas y las horas de la disponibilidad de las duchas, no se necesitaron muchos días para que aprendieran que sería muy difícil que todos tomaran duchas con el tiempo tan limitado que les daban, lo bueno era que los niños grandes habían creado un tipo de calendario para saber cuándo le tocaba a quién, Emily sólo sabía que a ella le tocaba cada Martes, Jueves y Domingo, junto a otra niña más pequeña llamada Julia, número 1 2 4 y una niña grande que les ayudaría llamada Ana, número 1 6 8. También aprendió que en la comida los bebés y adultos mayores eran prioridad, así que a veces le tocaban porciones más pequeñas o frías.