—Tienes que portarte bien, pero si alguien hace algo que no te gusta, tienes que decirlo. — Ana instruyó masajeando con cuidado el cuero cabelludo de Emily para crear espuma, observó a Julia quién jugaba con las espuma de su cabeza antes de volver a concentrarse en Emily. — ¿Recuerdas cuáles son los lugares prohibidos de tocar?
Emily asintió con la cabeza, cerrando los ojos y haciendo un ruido de afirmación.
— De acuerdo. ¿Qué tienes que hacer si un extrañó trata de hacer algo que no te gusta?
— Gritar mucho.
— ¿Y?
— Y patearlo en las pelotas muy fuerte. —Una suave risa escapo de los labios de la menor.
— ¿Y después de eso?
Emily lo pensó unos segundos. — Correr.
Ana suspiró asintiendo. Tomó un trapo humedeciéndolo antes de enjabonarlo. — ¿Sabes? Si estas nerviosa, me pones nerviosa a mí también. — avisó con un pequeño resoplido notando la tensión en los músculos de la menor al pasar el trapo por su piel.
— No estoy nerviosa.
Ana alzo una ceja inquisitivamente.
—Estoy emocionada. — Agregó desviando la mirada.
—Cierra ojos.
Emily obedeció sintiendo el agua tibia caer poco después sobre su cabeza, infló sus mejillas tomando una bocanada de aire para evitar respirar por unos segundos en lo que es agua cubría su rostro, ya había respirado agua por error antes y dolía.
— ¿Por qué estás emocionada?
Emily y Ana dieron un pequeño brinco ante la pequeña voz, Julia quedando olvidada entre plática y plática. Ana suspiro llevando una mano a su pecho antes de mover Emily hacía un lado con cuidado para acercar a Julia y comenzar a lavar su cuerpo.
—Porque, mañana iré a una casa temporal.
—Aún no lo sabes, solo te dijeron que había una posibilidad, Emi.
La nombrada resopló. — Bueno, TAL VEZ vaya a una casa temporal. —Corrigió, una gran sonrisa se asentó en su rostro y el pecho de Ana se calentó. Amaba ver a esa pequeña rubia sonreír.
Había conocido a Emily hace ya tres años, casi cuatro. Recordaba ser una adolescente enojada con la vida, enojada con sus desconocidos padres, enojada con las personas que venían en busca de niños para adoptar, sintiéndose superiores moralmente por hacer buenas acciones, pero que de igual manera la pasaban de largo sin ningún tipo de remordimiento, todo porque "ya era grande", ni siquiera le habían dado una maldita oportunidad, no entendía porque las personas preferían bebes, ruidosos, llorones y apestosos. No era amable, se escabullía por las noches de su habitación, respondía mal al personal, incluso si se trataba de los buenos, alejaba a los otros niños que residían en el mismo lugar, incluso había desarrollado un pequeño desprecio a los niños pequeños. Luego llego Emily.
El sol apenas comenzaba a esconderse, los niños a comenzaba a hacer filas para empezar el conteo antes de ingresar a las instalaciones, el sonido metálico del portón del patio delantero llamó su atención, una pequeña niña rubia entró por el gran portón en los brazos de un encargado, sus mejillas regordetas y muy sonrojadas, ojos grandes observando el lugar en silencio, aún desde la distancia podía observar los restos de lágrimas y sus ojos irritados por el llanto, quiso vomitar. Niños llorones y apestosos.
Aún así paso la cena buscando a aquella niña, pero nunca dio con ella, los mandaron a la cama y su hora de "infringir" las reglas llegó, como de costumbre, se colocó sus tenis viejos y salió de la habitación vagando por los pasillos pensando en su nuevo destino, hace unas semanas había dejado de tener un verdadero cuidado después de encontrar a una trabajadora comiéndose a otra en uno de los armarios. Le dijeron que la dejarían vagar por ahí a cambio de no decir nada siempre y cuando no molestara.