La lectora del metro

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Fátima siempre pedía un libro nuevo en el metro, antes de eso ella no era alguien de leer, pero gracias al préstamo de libros en el metro  y la larga distancia que debía recorrer en el tren aprendió a agarrarle el gusto a leer en el camino.

Iba muy temprano al metro ,solía ser de las primeras en la cola, esto la hacía para poder obtener un asiento, ya que ir parada es muy incómodo para leer.

Agarraba uno de los libros que había pedido días antes, había aprendido a leer un libro en una semana exacta, sin importar lo largo o corto que sea.

Siempre estaba un promedio de cuarenta minutos en el tren, lo que le permitía avanzar mucho en su lectura.

Un día como cualquier otro se sentó al costado de la ventana sacó un libro de García Márquez y comenzó a leer.

-Me encanta ese libro que estas leyendo-Dijo el joven que estaba a su lado.

-Sí es un buen libro, ya estoy por más de la mitad y me tiene encantada. -respondió.

El joven siguió hablando sobre el libro, ella solo asentía con la cabeza ,mientras intentaba seguir leyendo.

A partir de ese entonces notó que el joven siempre se sentaba a su lado, él también iba muy temprano, al parecer no para encontrar asiento, sino para sentarse a su lado, sacaba un libro, siempre el mismo título que el que ella leía.

A ella le parecía raro que él se sentará siempre a su lado, que leyera el mismo libro que ella y lo peor de todo que hablará todo el camino distrayéndola de su lectura.

Ella dejó de ir temprano, ya no le importaba sentarse, prefería ahora leer parada, así ya no tenía que sentarse con tan inoportuno personaje, pensó que con esto se libraría de él, pero el joven ya no se sentaba, también iba parado al lado de ella y comenzaba a hablarle.

Ella un día no aguantó más y le dijo: -No me hables solo quiero leer tranquila.

Al joven le chocó mucho esto, él se había enamorado de ella, por lo bella y por lo lectora, ahora que ella le decía que no le hablase más, su mundo se le caía.

-Al menos déjame sentarme a tu lado, puedo estar en silencio, pero déjame estar a tu lado, leer contigo.

Pese a lo extraña de esta proposición, ella aceptó, así podría ir sentada nuevamente y leyendo tranquila.

El joven no le habló más, solo se sentaban juntos y leían el mismo título de libro a la misma velocidad todos los días, ella se terminó  por  acostumbrarse a su presencia, y además también le gustaba tener alguien que leyera a su lado, ya que cuando ella se aburría de algún libro, ver que él seguía leyendo le daba las ganas que necesitaba para terminar los libros.

Hubo unas semanas que él no estuvo en el tren, ella lo extrañó, por eso cuando volvió a verlo, rompió el silencio, le preguntó que le había pasado, él le contó que solo había estado enfermo.

Así que se volvieron un poco más cercanos que antes, pero cuando él le hablaba mucho ella le decía que se callase.

El leer y conversar se hacían al ritmo que ella quisiese, él estaba feliz y bien con ello,así podía conocer cada día más a su lectora favorita.

Fin

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