En el territorio de Carla

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La semana con Samuel había pasado sin sorpresas, yo había evadido el tema del beso y él tampoco lo mencionó, creo que se percató que era algo que me incomodaba así que lo dejó estar, Lu me dijo que este tiempo debía servirme para tomar una decisión, pero solamente ha servido para enredarme la cabeza y enmarañarme el corazón.

Samuel es dulce, atento, inteligente, amable, todo un caballero, además de muy guapo y talentoso, su habitación está tapizada de sus dibujos, todos son hermosos, nunca lo había notado, Rebeka siempre me dio tanto trabajo que poco me fijé en el protegido de mi hermano, además Pilar es maravillosa, ciertamente Samuel heredó su calidez, tienen una relación única, Pilar ama a su hijo y él la ama a ella.

Esta semana los papeles se han intercambiado y estoy con los nervios a flor de piel, Samuel estará aquí en un momento, decidí esperarlo en la mesa del jardín mientras leo uno de los libros de la biblioteca de Teo, todos estarán fuera así que estaremos solos, además Guzmán hoy tiene su primer día en la casa de Nadia, Lu me ha recordado las reglas de nuevo y por un momento pensé que mis ojos se quedarían en blanco para siempre de tanto rodarlos.

La tarde es un poco fría pero agradable, además la mesa ubicada en el jardín se ha convertido en mi sitio favorito, es un lugar tranquilo y silencioso, unos pasos me alertan la llegada de alguien, y allí está aún con su uniforme, pues ha venido en bicicleta, yo arribé más temprano y tuve tiempo de cambiarme, solamente alza su mano para darme un tímido saludo y camina hacia mí.

"¿Cómo estás?" dice mientras besa mis mejillas frías, "bien, ¿y tú?" respondo con una media sonrisa y le indico que se siente junto a mí, él me sigue "¿Del amor y otros demonios?" pregunta al ver la portada del libro que descansa sobre la mesa, "¿Lo has leído?" pregunto.

"Sí" me respondió con una risa así que le pregunté el motivo de esta, "bueno es que la protagonista es una marquesina, no pude evitar asociarla contigo", claro, Sierva María de Todos los Ángeles, la marquesina recluida en un convento pensé y sonreí ante su comentario, "es un poco trágica ¿no crees?". Lo era, un sacerdote enamorado de una chica, los horrores de la inquisición, la América esclavista y una enfermedad incurable. "Lo es" dije asintiendo.

"¿Algo de beber chicos?" nos interrumpió Mireya, Samuel se moría de sed, así que respondió inmediatamente, para luego disculparse por el atrevimiento, Mireya y yo solo sonreímos y luego de unos minutos unos vasos de té frío con varios cubos de hielo sudaban frente a nosotros, Samuel casi lo bebió de un solo trago, mientras yo lo observaba, se veía tan guapo, y la claridad hacía que la cicatriz en su ceja sobresaliera, además sus ojos tenían un tono acaramelado y sus perfectas pestañas rizadas parecían más largas que nunca.

"Samuel" lo llamé, él dejó el vaso y me miró de forma penetrante, "me gustaría que habláramos sobre lo que pasó aquella noche... sobre el beso" dije de forma frontal, ya no podía seguir con este silencio, "está bien Carla, podemos olvidarlo si quieres" pero no quería olvidarlo, todo lo contrario, estaba tan vivo en mi mente, en las noches aún podía sentir sus suaves labios sobre los míos, el amargo de la cerveza en su boca y el dulce del vino en la mía, su cálido aliento y su húmeda lengua.

"Sé que crucé la línea y aunque no lamento haberte besado, lamento haberte forzado" sus palabras me dejaron la mente en blanco, ¿forzado? "para allí Samuel, nunca me forzaste, yo respondí el beso porque quise hacerlo" respondí. "¿De verdad querías?" preguntó dejando salir un suspiro de alivio, santo cielo, nunca pensé que se sintiera así de culpable.

"Sí... y para ser honesta, me gustó mucho" confesé, su sonrisa me cautivó y sonreí también, el hoyuelo de su mejilla se tornó aún más profundo, me tomó de la mano y electricidad recorrió toda mi espina dorsal, "¿eso quiere decir que tengo una oportunidad?" preguntó esperanzadoramente, "no lo sé Samuel, si había evitado el tema fue por que me sentía confundida... aún me siento confundida" contesté sinceramente, "¿podrías darme tiempo para procesarlo?" su sonrisa se desvaneció y mi corazón se partió en dos, joder, esto era tan difícil, pero Samuel era el hombre más comprensivo del universo y accedió.

El tema se quedó sobre la mesa, me había quitado un pequeño peso, pero seguía cargando la mochila de la decisión, además no había conversado con Guzmán como me lo había recomendado Lu, cada día que pasaba me sentía más desconectada de él, y así, sin más, la tarde pasó entre conversaciones y bocadillos.

Ángel de la guardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora