El augurio

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La mañana en el palacio había comenzado de la forma habitual para todos, siendo específicos sería para casi todos pues el príncipe del reino del otoño parecía aborrecer aquel día desde el momento que se levantara de la cama.

-No puedo creer que cediera a esta estupidez.-Gruñó mientras seguía la ruta hacia el comedor.

Al llegar allí fue recibido por la imagen de un joven castaño coqueteando con una de las mucamas que se encontraban sirviendo los alimentos.

-Mi bella musa, estoy seguro que tú y yo nacimos destinados a estar juntos.-La voz sumamente cariñosa acompañó el momento en que tomó la mano de la mujer cuando ésta terminaba de servirle el té.-Eres quien cumplirá mi augurio de una hermosa muerte al lado de mi persona amada.

-Lo lamento, mi destino es tener una larga vida.-Le sonrió ella de vuelta.-Por otra parte, si piensa morir pronto le aconsejo buscar un buen reemplazo para ocupar su puesto y no causarle problemas a su Majestad.

-¡Tu bondad me deja deslumbrado!-Correspondió de un modo dramático.

-El augurio de alguien como tú no puede ser tan ridículamente conveniente.-Intervino el príncipe alcanzando el puesto que le correspondía en aquella mesa.-Sabemos que no estás diciéndolo tal cual es.

-Sólo estoy interpretando mi suerte de una manera más positiva, alteza.-Sonrío en una radiante expresión entusiasta.-Así que si es un bello suicidio doble lo tomaré con gusto.

Ranpo dejó de prestarle atención para centrarse en su desayuno, se evitó el preguntar por la ausencia de su padre pues sabía que en estas últimas semanas había estado más ocupado de lo usual por lo que imaginaba que comenzó a atender sus asuntos desde temprano, y claro, él se demoró demasiado al salir de la cama por sus propias razones.

-¿Entonces está listo?-Retomó la palabra el castaño.

-Es una estupidez, Dazai.

-Alteza.-Le reprendió en una exagerada actuación ofendida.-No puede referirse de esa manera a su profecía, recuerde lo que su padre le ha dicho al respecto.

-La gente ya ni siquiera parece recordar cómo eran las cosas antes de la maldición.-Se defendió.-Ahora sólo están esperando el dichoso matrimonio sin pensar más allá de eso. Deberían quedarse con su otoño perpetuo tal cómo está.

-¿Y esa es la única razón por la que se está negando a hacer esto?-Cuestionó Osamu apoyando el rostro en la palma de su mano, enarcando una ceja en una clara muestra de incredulidad.

-Me niego a comprometerme con alguien por una tonta predicción.-Se quejó infantil.-Si de eso se trata prefiero no casarme nunca.

-Por favor.-El más alto no pudo ocultar la risita que escapara por ver aquella actitud.-Muchas parejas se han unido de ese modo por generaciones y nada malo ha pasado.

Dejando un poco de lado el tono bromista el castaño suspiró relajando en ambiente para tomar el asunto con mayor seriedad pero completamente a su manera, algo que no fue difícil de percibir por el otro.

-Entiendo lo complicado que podría ser para alguien cuando se encuentra en una situación así, comprometerse con una persona que tal vez ni siquiera conocías hasta ese momento puede no ser fácil si lo piensas de ese modo tan superficial.-Inclinó el rostro hacia atrás en su asiento, reflejando desinteres en el asunto y sin embargo Ranpo podía sentir como trataba de transmitirle seguridad-Mi padre solía decir que a veces las personas somos demasiado idiotas para elegir a un compañero de vida, nos dejamos llevar por emociones pasajeras y primeras impresiones que pueden ser sólo máscaras. Así que él sólo se rindió a la sabiduría de aquello que está fuera de nuestra comprensión y creyó de forma ciega en su augurio; entonces, después de más de veinte años, sigue adorando y bendiciendo el suelo que pisa mi hermosa madre.

Un Otoño EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora