𝟎𝟑. 𝕰𝖑 𝕷𝖎𝖇𝖗𝖔 𝖉𝖊 𝕷𝖔𝖘 𝕸𝖔𝖓𝖘𝖙𝖗𝖚𝖔𝖘

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𝔈l comedor se hizo eterno cuando ambas de las niñas desaparecieron y luego de un rato Morgan tuvo que irse extrañamente apresurada con su madre. La espera de Sarah por Charly se había hecho agotadora al igual que el interminable y asqueroso licuado de Clarissa. Cada mañana eran peores pero tenía que admitir que la hacían sentir fuerte mientras duraba en su organismo y este no trataba de eliminarlo de alguna forma asquerosa. La piel de su brazo izquierdo que había sido el más dañado en la clase de gimnasia se estaba recuperando.

Sintió la sangre fría dentro de sí, debajo de su piel, al terminar de beber y respiró profundo al sentir el pinchazo que le provocaba a su estómago, pulmones y extremidades en general. Cada vez que tenía la misma sensación no dormía por las noches, cuidando a Charly de lo que pudiera hacer o esperando a encontrar algún alma perdida en las oscuras calles, aunque últimamente su amiga se había vuelto su mayor prioridad y más aún cuando se acercaba el día de su cumpleaños, por parte sabía que era lo mejor para ella ocultar cualquier rastro de posibilidad, protegerla de ella misma era su prioridad aunque siempre lo haya sido, desde hace diecisiete años.

Los dedos de las manos le cosquillearon y frunció el ceño, nunca antes había sentido tanta intensidad en ellos. El cosquilleo subió por sus brazos hasta llegar a su pecho y hacer una gran presión en su corazón sin vida alguna y en ese mismo instante supo que debía ayudar a Charly, su preocupación le provocaba migraña todo el tiempo.

Subió las escaleras de la casa apresuradamente, mientras el cosquilleo se había instalado en su cráneo sin dejarla pensar mientras la incentivaba a asesinar a alguien en cualquier momento. Empujó la puerta de Chaly bruscamente y pudo verla sentada en su escritorio de espaldas. Los golpeteos constantes y seguidos de sus botas con el suelo le perforaba el oído una y otra vez.

-¿Podrías hacerme el favor de no pensar tan fuerte?- La migraña cesó luego de aquellas palabras y pudo sentirla respirar profundamente mientras su espalda se relajaba.

Charly volteó a verla y sonrió burlona. Su relación de amigas parecía más bien de enemigas.

-No es mi culpa que seas sensible a la percepción de los estados de ánimo de las personas.

-Tu sola me provocas migraña, Charly.

Cerró la puerta de su habitación detrás de sí, lo último que quería era que su madre escuchara su conversación, aunque en realidad con su gran oído era posible atravesar una caja fuerte. Se acercó a Charly lentamente deleitándose por el delicioso aroma del jazmín que se encontraba en el jarrón sobre su escritorio, lograba relajarla. Era confortador que por lo menos recordaba el aroma a los jazmines recién cortados, era algo de sí que aún podía mantener con vida, sus recuerdos.

Sarah se apoyó en una pequeña mesita junto a ella observándola y como colocaba una y otra vez el mismo mechón de pelo tras su oreja.

-¿Significa que soy especial?- Preguntó altanera mientras se removía en su asiento y mantenía una sonrisa de costado mientras volvía su vista hacia un libro ante ella.

-Significa que eres una molestia- Contestó graciosa a lo que Charly volteó a verla enfadada y le dedicó una risa falsa y distraída.

Charly tomó varias hojas a su lado, algunas con escritura antigua y otras solo en blanco. Colocó una sobre el libro viejo de páginas amarillentas y comenzó a escribir cosas que no llegaba a leer, la vista de Sarah comenzaba a fallar otra vez. Apretó los ojos y volvió a abrirlos, el panorama era nublado pero volvía a la normalidad de inmediato.

-¿Todavía tienes problemas con tu visión?

Charly la miró preocupada y se mantuvo allí hasta que separó la vista de ella y se levantó de su posición para volver a recorrer la habitación de niña adolescente de su amiga.

In Your BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora