SEIS

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Intelectualizar el sexo

La luz del sol entraba danzando entre los pliegues de las cortinas, que se mecían por la brisa, que se escurría a través de la ventana abierta del salón.

Lina ya se encontraba acomodando unas flores en los diferentes jarrones de las mesas de la casa.

El aroma de los jazmines inundaba la sala y la cocina.


Lina parecía una mujer más del montón. Una simple ama de casa ataviando todo para la llegada de su esposa. Un conjunto de jogging realzaba sus curvas. Verla así no daba crédito a que, en la noche anterior, se convirtió en una poderosa ama y señora de los placeres más ocultos.

Nela se encontraba haciendo una posición de yoga en el centro del salón, su mirada tensa delataba la extrema concentración.

La postura de Bakasana (postura del cuervo) en su grácil figura dibujaba una forma inesperada y sus ropas ajustadas delataban la sensualidad de su piel.

Lina la observaba desde lejos, complacida.

Una melodía serena asomaba desde el equipo de música. Unos sonidos de oriente relajaban los sentidos.

Una alarma sonó y Nela comenzó a desenredar su cuerpo de la posición, con una lentitud paciente. Lina se trasladó a la cocina y comenzó a hurgar en la heladera.

En cualquier momento el invitado de la casa, bajaría las escaleras y de seguro el apetito marcaría su territorio

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En cualquier momento el invitado de la casa, bajaría las escaleras y de seguro el apetito marcaría su territorio.

Ya pasaba del mediodía y Daniel había caído profundamente dormido luego del clímax de la noche. Lina y Nela jugaron un rato más entre ellas, hasta que finalmente decidieron dormir acurrucadas al lado del invitado.

Se levantaron viendo, cómo aún dormía  entre las sábanas enredadas. El sol ya marcaba su apogeo en el cielo claro del día.

La espalda de Daniel era un imperio digno de ser conquistado y Nela se sentía dichosa de poseerlo, sin reglas, sin órdenes, sin costumbres. Aunque sabía que faltaba algo más...

En la cocina comenzaba a asomar el aroma de unos huevos sazonados y los rellenos para unos crêpes.

"Un amor a la francesa, merece una comida francesa" pensó Lina sonriendo.

— Voy para el jacuzzi a relajarme un rato los músculos — aviso Nela, mientras acomodaba una toalla sobre su hombro.

— Relájate, Chérie— contestó la ama, agitando la mano hacia el jardín.

En el piso de arriba, Daniel meditaba bajo la ducha.


Con la cabeza apoyada contra la pared, dejaba el agua tibia correr sobre su espalda.

En el jardín del vecino la hierba crece mejor IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora