W: Wizard

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Bonus, porque les juro que la idea vino automáticamente y, estando tan endeudada, quería compartirles esto hasta que la letra F esté lista y tome el lugar que corresponde.

Cosas que se te vienen a la cabeza en una madrugada. Por cierto, esto surge a partir de un escrito precioso que encontré, Amar a una bruja de Hyedra de Trivia, del cual toma bastante. Lo sentí bastante personal y, siendo imposible quitarle el tinte trágico agregado, necesitaba incluirlo de esta forma.

Edit: Wattpad me odia y se comió la parte final. ¿O será el internet de shit que no ayuda? Fuck.

—Rose

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Las brujas se enamoran solo una vez. Y este es un hecho del que nadie habla, pero todos saben desde lo más profundo de su ser. A lo que todos temen, casi tanto como la anhelan para sí mismos. Es difícil hablar de esto, mucho más cuando a lo largo de la historia ha costado más vidas que alegrías ¿O es que realmente abundan los cuentos donde una bruja encuentra al amor de su vida?

Y es que es así: las brujas, realmente, se enamoran sólo una vez.

Que una bruja se enamore de ti es ya, de por sí, un hecho sin precedentes... Y, quizás, uno de los más difíciles de comprender. Las brujas aman de maneras particulares, tanto como su propia naturaleza compleja es capaz de entretejer.

Por ejemplo, unas veces son como el fuego, capaces de hacerte arder hasta convertirte en cenizas. Pueden tener un carácter tan prepotente y avasallador que es un fenómeno tan maravilloso como peligroso de ver. Tienen personalidades fuertes, radiantes, tan intempestivas que es incluso difícil de prever la siguiente explosión. Sienten intensamente, al punto de ser ellas quienes arden por los propios sentimientos y emociones que albergan; tan fuertes que su propia ira es capaz de consumirlas a ellas y a todo aquello que las rodean... Pero, también, están dispuestas a albergar la calidez que implica un poco de fuego en una tarde helada y desoladora. Ser tan efusivas como una llama que baila al son del viento, y tímidas, como la pequeña luz de una vela en la oscuridad de la noche.

Otras, como el aire. Libres, etéreas, inalcanzables. Cuando su mente es capaz de viajar tan rápido como la brisa de un día de otoño, alborotando las ideas más raras, imprevistas, creativas e irreales que muy pocas veces han sido concebidas a lo largo de la historia. Porque ellas viven su libertad muy a su modo, de una forma tan personal que es una proeza poder siquiera acercarse íntimamente a ellas. Siguen su propio camino, su propia velocidad y su propio capricho, para ser sinceros. Porque sólo ellas están libres de cadenas a sus formas, sin capaces de ser contenidas por nada ni nadie e, incluso así, permanecen deliberadamente en el lugar que desean, el tiempo que les plazca.

De vez en cuando, como la tierra misma. Salvaje, indomable, pero esplendorosa. Llena de relieves irreales e irregulares, trazadas por las voluntades inciertas de todo aquello que han vivido; así como llanas y fértiles, como las alegrías de una y mil vidas que han experimentado a lo largo de su existencia. Cálidas, frías; acogedoras y hostiles. Renuentes a cambiar su propia forma, tan dispuestas a adaptarse a lo que sea que se enfrenten. Llegar a ellas puede significar un abismo infinito, como estar a su lado significa estar en una pradera abierta, clara, despejada.

Y, muy diferente a lo que todos se esperan, como el agua. Profundas, claras y turbias. Porque después de haber vivido de una y mil formas, los sentimientos se estancan y la melancolía se traza en una profundidad abismal, tan oscura como solitaria y helada. Tal vez sea propia de los pensamientos que han surcado una eternidad o por el inmenso vacío de sentirse solas en el mundo, ajenas a la comprensión de aquellos que las rodean. Tan fieras como el mar embravecido, capaces de engullir a cualquier embarcación que el hombre se haya atrevido a poner en marcha... Tan transparentes y refrescantes como el agua de un arroyo cristalino, ocultas en un paraíso inalcanzable.

Y es que las brujas son lo que representan y su naturaleza no puede ser mejor descrita que de esta forma.

... Y quizás esa sea la razón por la que amar y ser amado por una bruja sea un evento tan particular como extraño.

Ellas han vivido mucho más de lo que cualquier humano podría aspirar, aunque ellas mismas no sean conscientes de ello en primera instancia. Y eso hace que, realmente, el cariño de una bruja sea tan difícil de conseguir.

No cualquiera puede ser el objeto de sus afectos, así como tampoco puede ser capaz de mantenerlo. Ellas son seres libres, independientes, complejos de entender y un tanto difíciles de tratar... Pero también son de los pocos seres en el mundo capaces de amar con tanta entrega, sin perder su propia esencia. Tan cerradas y escuetas que, al llegar el momento correcto, se muestran con sus virtudes y defectos y eso, naturalmente, realza el hecho de qué tanto dolor pueden causarles la mentira y la traición. Quizás porque su propia naturaleza se los mande o, de alguna forma, porque las vivencias de los siglos las han llevado a esa única y verdadera conclusión.

Amar a una bruja es, desde lejos, complicado. Es saber que siempre se irá, pero tener la certeza de que, sea donde fuera que esté, estará contigo. Es sentirla tan distante, pero cercana al mismo tiempo. Es saber que vuela con sus propias alas —o escoba, dado el caso—, y, sin embargo, es capaz de cambiar su rumbo por unos segundos y acompañarte, sin tocar el piso, y alzarte en el proceso, de vuelta a un trayecto común sin perder de vista el ya trazado.

Amar a una bruja es una experiencia que pocos viven y, quizás, eso explique por qué tantas terminan solas.

Porque, volviendo al inicio de todo, las brujas se enamoran una sola y única vez.

Y lo hacen, a través de los años, de los siglos, de los milenios. Porque ellas saben, muy desde el interior, que cuando conocen a la persona indicada, su esencia ha estado ligada a ella desde siempre por poderes tan antiguos que ellas ni siquiera son capaces de entender completamente y mucho menos, doblegar. Porque, así como son conscientes de lo libres que son, también entienden que hay algo que puede complementarlas y es más que suficiente para crear la necesidad de mejorar y explotar cada una de sus virtudes por una razón externa a ellas, a pesar de que ni siquiera lo puedan notar inicialmente.

Las brujas se enamoran sólo una vez, porque buscan la esencia de su otra mitad a través de las diferentes vidas que han vivido. Una verdad absoluta, como una tragedia inminente.

... Y quizás esa sea realmente la razón por la que están tan solas. 

Porque, quizás, ellas son capaces de entender y recordar de alguna forma cada una de las experiencias que han pasado a lo largo del tiempo por su existencia mágica aunque, lamentablemente, esto no signifique que la otra persona también pueda hacerlo. Como todo en la naturaleza y en el mundo mismo necesita estar balanceado, está demás decir que esa otra persona casi siempre no tiene ni una pizca de magia e, irónicamente, casi nunca es capaz de verla o percibirla, haciendo todo mucho más complicado y difícil de comprender. 

Las brujas se enamoran sólo una vez a lo largo de su vida y, para bien o para mal, tienen la desgracia y la fortuna de encontrarse con su otra mitad, de alguna u otra manera, sin importar el tiempo ni la distancia. 

... Y, muy seguramente, esa sea la razón por la que ahora tiene el corazón destrozado y la sensación de haber perdido todo lo que nunca tuvo, al menos desde que ha empezado a respirar en este cuerpo. Porque, sí, es cierto, Arthur Kirkland no es una bruja, pero sí un hechicero. Un wizard, como le llamaba la gente que conoció a los suyos en las costas de Albion muchos siglos atrás. 

Porque alguna vez estuvo con él y sintió todo lo que esto implicaba, con todo el sentimiento cargado en cada una de las palabras escritas en las leyendas que ha oído de su madre y su abuela, transmitidas por generaciones. Realmente, tenía la certeza de que había vuelto a encontrarlo en Alfred, con otro nombre, con los mismos ojos azules como el cielo claro y despejado, y el cabello tan dorado como los campos de trigo en los que, por primera vez en su existencia absoluta, se conocieron y se amaron.

... Y volvió a reafirmarse cuando se separaron y cada uno terminó por su lado, alejándose cada vez más hasta volverse dos extraños en la inmensidad del mundo.

Porque las brujas y los wizards se enamoran una sola vez y, aunque les pese por el tiempo que les quede en el mundo, en un último acto de amor, son capaces de dejarle ir con la esperanza de que ambos sean felices en esta vida. Incluso si eso implica la ausencia del otro en la propia.

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⏰ Última actualización: Oct 30, 2020 ⏰

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