22. EDU

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—La vida es una mierda.

Aquella frase se había convertido en la muletilla de Edu en los últimos tiempos, y Alberto estaba algo harto de escucharla. Aunque también era cierto que incluso él a veces se sentía tentado de pensar de la misma manera. Este intentó, por enésima vez, darle la vuelta al estado de ánimo de su amigo:

—No hay que exagerar, no todo es tan malo. Mira, estamos aquí los dos, tomando algo en una terraza en el centro de Valencia, es viernes, hace un día estupendo y encima me han cancelado las clases de la tarde. Si eso no es disfrutar de la vida, no sé qué puede serlo. ¡Tenemos todo el finde por delante!

Edu no contestó, sumido en esa nube oscura en la que le gustaba cobijarse, resguardado y cómodo en el terreno conocido de su propia negatividad.

—Va, alegra esa cara... —insistió Alberto, ante el silencio de su amigo. Edu le echó una mirada con una media sonrisa.

—Bueno, pero solo si tú también lo haces —contestó él, pues había detectado cierto tono de súplica en la petición de su amigo, como si lo último que necesitara Alberto en ese momento fuera echar más leña a su propio fuego.

—¿Yo? —se sorprendió el aludido.

—Sí, no sé. Estás algo raro hoy, te lo noto. A pesar del entusiasmo con el que intentabas animarme, no has probado bocado de tu helado desde que te lo han servido. ¡Se está derritiendo! ¿Qué te pasa?

—¿A mí? Nada... ¿qué me iba a pasar?

—No sé, cuéntamelo tú. No nos hemos visto desde el finde, y la verdad es que no hemos hablado casi nada en toda la semana. Has estado un poco desaparecido. Oye, ¿te sentó mal que me fuera pronto a casa el viernes pasado? De verdad que no quería dejaros tirados, pero es que...

—No, no... No te preocupes por eso, de verdad. ¡Si yo me lo pasé bien! Bueno, ya me viste. Iba pedo total.

—Eso desde luego —rió Edu—. Oye, ¿y cómo acabó la noche? ¿Os quedasteis hasta tarde Álex y tú?

—¿La noche? —Alberto tragó saliva de pronto—. Pues si te digo la verdad, creo que iba tan borracho que tengo lagunas. Apenas recuerdo cómo llegué a casa, y al día siguiente no fui persona en todo el día. De verdad que no vuelvo a probar el alcohol...

—Pues menudo par —suspiró Edu—. Álex tampoco me contó mucho al día siguiente, estaba también un poco raro y la verdad es que no quise preguntarle, lo vi algo jodido.

—Pues no sé... —Alberto parecía bastante incómodo al recordar los sucesos de aquella noche—. Supongo que el niño ese con el que intentaba ligar acabaría dándole calabazas. Oye, cambiando de tema, ¿has visto la nueva serie de Amazon, la de los apicultores espías? Menuda marcianada...

Edu se había quedado congelado de pronto, mirando con la mirada fija hacia el interior del local a través del ventanal, haciendo caso omiso a la salida por la tangente de Alberto.

—Edu, hola... ¿Estás ahí? —preguntó este, agitando la mano para llamar su atención, pues su amigo se había quedado ojiplático—. ¿Qué pasa?

—¡Rubén! —exclamó.

—¿Rubén? ¿Qué Rubén? —Alberto frunció el ceño, al comprender—. Te refieres al... ¿chico de las golosinas?

—¡Sí, está ahí dentro! —Edu había pasado del blanco lívido al rojo en tan solo una fracción de segundo—. ¡Y está con otro chico!

—Bueno, ¿y qué? —intentó quitarle importancia Alberto—. ¿No había pasado de ti? ¿Por qué sigues haciéndole caso?

Lo Que Surja: Dime, ¿qué buscas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora