Desperté con un terrible dolor de cabeza, la luz se colaba por mi ventana y coloqué una sábana gruesa para que la oscuridad se hiciera presente, nunca me había sentido tan mal como en ese momento, tal vez fue por haberme desvelado o por tomar esa sustancia transparente que venía en una botella de vidrio.
Me estiré con cansancio y mis ojos se abrieron como platos al mirar en mi escritorio una caja de regalo, pegué un salto de la cama, cerré con seguro mi habitación, caminé a paso acelerado a la mesita sin importarme estar descalza y en cuanto tomé el regalo me lancé a la cama de nuevo.
Abrí la caja con cuidado y dentro me encontré con otra blanca que tenía un diseño de una manzana mordida y fue ahí donde supuse erróneamente que era algo de comer, al abrir la caja me encontré con una nota de Lucas donde me explicaba que el regalo se trataba de un celular y me dio las instrucciones para usarlo, ¡por fin pude tocar un celular!
Era un grande rectángulo con la pantalla negra, un marco blanco y un color rosegold por la parte de atrás junto con la manzana mordida, lo encendí con las instrucciones que mi novio me escribió y estaba estupefacta ante la tecnología que tenía entre mis manos.
En el pueblo no hay celulares, sólo teléfonos inalámbricos antiguos y en casa ni siquiera nos dejan usarlo, ahora entendía porqué todos se la pasaban pegados a los celulares, ¡son increíbles!
Estaba muy emocionada y agradecida con Lucas por todo lo que había estado haciendo por mí, él además de comprenderme y estar conmigo sin juzgarme, estaba haciéndome ver la vida desde otra perspectiva, cosa que nadie había hecho por mí.
No era tonta, era ignorante gracias a la crianza que estaban dándonos nuestros padres y a veces no me cabía en la cabeza como ellos preferían ocultarnos el mundo antes de mostrárnoslos y hacernos felices.
Seguí leyendo la nota de Lucas, también leí el instructivo del celular y con torpeza iba entendiendo en qué dibujitos debía colocar mi dedo, todo era nuevo y mágico para mí, hasta parecía una demente soltando risitas cuando intentaba configurar el celular y lo lograba con éxito.
Decidí dejarlo a un lado y enfoqué mi mirada en un folleto que había en la caja, era de un monasterio, mi corazón latió acelerado, lo que el chico más guapo del instituto me había dicho no era mentira, ¡el plan era una realidad!
Pegué un grito despavorido cuando salió un sonido proveniente del celular, aparecía un largo número y dos botones, uno verde y uno rojo, leí la nota de Lucas y decía que oprimiera el botón verde, así que obedecí.
—¡Nena! —era él, sentí una enorme paz al escuchar su voz y me aterraba porque esa paz era similar a la que me daba Dios.
—Hola —a penas salió mi voz de tan nerviosa que estaba.
—¿Te gustó tu regalo? —asentí sabiendo que no podía verme.
—Me gustó mucho, aunque no era necesario.
—Te lo mereces, nena, te mereces eso y mucho más —me mandó un beso y por poco mi corazón se detiene al recordar los deliciosos besos que me plantó la madrugada anterior —y eres rápida aprendiendo, pensé que no sabrías responder.
—Tú me enseñaste en la nota —suspiré con agradecimiento y felicidad por haberme encontrado con él.
Sabía que era poco tiempo, pero Lucas estaba haciendo más cosas por mí de las que mis propios padres hacían.
—¿Leíste lo de las monjas? —se carcajeó.
—Sí y respecto a eso, yo... —me interrumpió con un gruñido.
—Todo saldrá bien, Kamila —mi nombre se escuchaba sensual si él lo decía, sacudí mi cabeza ante mis absurdos pensamientos, me persigné y seguí escuchándolo —¿hasta la fecha te he fallado?
ESTÁS LEYENDO
Por la jodida religión.
ParanormalKamila es una joven de 19años que ha crecido en un pueblo lejano a la tecnología, a libertades y vida moderna. Su vida se basa en ir cada domingo a misa con su familia, a culparse por cometer un mínimo "pecado" y a salpicarse de agua bendita por órd...