OCHO

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El estúpido hombre se acercaba más a mí y aún con la oscuridad, pude percatarme de las ansias que denotó su mirada por tocarme, poseerme y abusar de mí igual que como había hecho con las demás chicas del internado, el corazón me latió con velocidad, narré algunas oraciones en mi mente deseando que Dios me ayudara, que hiciera algo por mí, que me salvara de lo que estaba a punto de suceder, pero nada de eso dio resultado y sin importar lo ignorante que era ante el propio mundo y la vida, tuve que maquinar una grandiosa idea para alejarme de las garras de él, no quería que abusara de mí, no quería embarazarme para que luego me sacaran a mi bebé y simplemente quería alejarme de toda esta situación que de positiva no tenía ni el nombre.

—¿Alguna vez has estado con un hombre? —musitó en mi oído causándome asco imposible de describir.

—¡No! —grité aterrada —y no quiero que usted sea mi primera vez, debo entregarme a mi esposo, a alguien que sea tan creyente como yo, ¡no a usted!

—No voy a hacerte daño —soltó una risa maquiavélica, el terror me recorrió de pies a cabeza y sin poder evitarlo, comencé a llorar como nunca.

Era cierto que pude haber evitado esta situación, pude haberme quedado en casa a seguir viviendo en mi burbuja de ignorancia, en mi espiritualidad y en las reglas extremistas de mis padres, pude ignorar a Lucas en llevar a cabo este plan, pero aún con lo mucho que estaba sufriendo, no me arrepentía de nada, porque de no haber vivido esto en carne propia, seguiría defendiendo a la religión en la que tantos problemas me había metido, nada de lo que mis padres, la iglesia y el pueblo me había hecho creer era verdad, ¡fui engañada durante toda mi vida! O mejor dicho, ¡toda mi vida había sido una farsa!

Los padres no eran seres llenos de gracia que nos iluminaban el camino con sus enseñanzas sobre la biblia, eran unos sucios hombres que se aprovechaban de la inocencia y de la fe de algunas mujeres como la mayoría de las que estaban aquí y es que no podía dejar de imaginar cuántas mujeres no habían pasado por las garras de este y millones de sacerdotes más que abusaban de las más vulnerables; durante toda mi vida escuché que la fe mueve montañas y puede que sea cierto, pero la fe también es dañina, porque a causa de esa fe, espiritualidad y creencia en nuestro señor es que algunos católicos nos poníamos una gigante venda en nuestros ojos que no nos hacía ver los estragos que la religión creaba en nosotros como la ignorancia, la habilidad innata para juzgar a quienes no creyeran igual a nosotros, la capacidad para apuntar los errores y falta de fe de los demás y lo más triste, la falta de empatía que teníamos ante nuestro prójimo.

Yo misma había sido testigo de los comentarios que hacían mi papá ante las habladurías que algunos de los habitantes del pueblo hacían respecto a uno de los sacerdotes más jóvenes que llegó a darnos la palabra de Dios, se decía que una de las muchachas lo había provocado y todos creyeron que era cierto sin empatizar y ponerse a pensar que quizás ella había sido abusada por él.

Nada de lo que estaba viviendo era ficción porque no me encontraba en una de las novelas románticas que jamás había leído, esto no es una historia, es una realidad, una realidad que la religión se ha encargado de mantener en la oscuridad y que me parecía increíble de imaginar hasta que me tocó vivirla en carne propia.

Al parecer ninguna oración, ninguna palabra leída, ninguna alabanza, ningún santo, virgen o apóstol eran reales, al parecer todo era una farsa y un estúpido invento creado por el hombre, ¡claro!

Quizás las escrituras no eran relatos de lo que sucedió en Jerusalén con el hijo de Dios, sino que quizás eran textos que el mismo hombre creó como manual de vida para los más ignorantes, para aquellas personas que necesitaban seguir un manual en vez de vivir su propia vida a su gusto y sin limitaciones, quizás todo había sido planeado y quizás esto no se trataba de una religión, sino de un culto satánico al que el 1,400, 000, 000 de personas en el mundo pertenecíamos, ¡es una locura!

Muchas cosas extrañas que jamás entendí, que jamás me explicaron y que jamás volví a preguntarme, resonaron en mi cabeza justo ese día, como los castigos medievales que la iglesia católica imponía a homosexuales «era una completa hipocresía considerando que las mismas hermanas católicas se relacionaban entre ellas, ¡las chicas me lo dijeron! Y pude comprobarlo cuando la hermana Odette y la hermana Palmira querían que me desvistiera frente a ellas», mujeres liberales, abortos, antireligión y erotismo que existía en esa época y que era castigado, algo que pensándolo bien, no tenía sentido ni coherencia alguna porque aún con todo lo malo que estaba experimentando, tenía la idea de que Dios no era malo, sino que eran malos quienes envenenaban las almas en nombre de él, ¡era muy injusto!

Salí de mis pensamientos en el momento en el que sentí un beso en mi hombro, pegué un respingo, negué repetidas veces con la cabeza y empujé al hombre que estaba haciéndome tanto daño.

—¡Déjeme! —exclamé horrorizada —por favor, déjeme —rogué con lágrimas en los ojos.

—¿Acaso no entiendes que sólo estoy encariñándote por ser nueva? —ironizó —todas las nuevas han venido a esta habitación para que oremos de cerca el padre nuestro —musitó contra mi oído —y hasta ahora ninguna se ha quejado, ¿o sí?

—Espero que esté listo para el castigo que obtendrá en el infierno cuando se muera —no podía creerlo, pero creía que estaba experimentando resentimiento por segunda vez en el día, no podía sentirme de manera diferente cuando todo estaba mal en este horrible lugar —nunca obtendrá el perdón, porque lo que hace no tiene nombre.

—En eso te equivocas —se ofendió —yo no les hago daño, yo las convierto en verdaderas mujeres, vienen sin experiencia alguna y al no tener esposos a futuro por dedicar su vida a Dios, les enseño lo que podrían vivir con sus esposos, es tan doloroso que eso es lo que algunas de ellas necesitaban para saber que este era su verdadero destino; servirle a Dios y yo estoy aquí en su representación.

—¡Miente! —seguí defendiendo mi punto de vista.

—Me estás colmando la paciencia —me tomó de los hombros lanzándome con brusquedad a la polvosa cama, quiso desvestirme y pataleé para que eso no sucediera —no grites, no patalees y no me compliques las cosas, porque yo siempre gano —se rio a carcajadas que sembraron mucho terror en mí, comenzó a quitarme la ropa, el frío se apoderó de mi cuerpo, estaba a punto de rendirme porque mi fuerza y habilidad para defenderme eran nulas, mis oraciones no hacían efecto, hasta que recordé el motivo por el que estaba ahí; Lucas, no medité en mis acciones, simplemente me dispuse a hacerlas y eché a andar un plan que no estaba segura de que terminara con éxito.

—¡Mi novio vendrá por mí y me salvará!

—¿Tu novio? —apretó mi cuello con rudeza y el aire comenzó a faltarme —es un lugar para solteras —recordó —¡sólo estás mintiéndome, quieres jugar con mi mente! —estampó su mano con fuerza en mi mejilla y el dolor fue demasiado.

—¡Lucas! —exclamé con tristeza acumulada, sabiendo muy bien que mis súplicas no llegarían a sus oídos —¡Lucas! —repetí y por alguna extraña razón, la puerta de la habitación se abrió, no tuve tiempo de hacer teorías respecto a lo sucedido, simplemente empujé al "sacerdote" y me dispuse a correr literalmente por mi vida.

Continuará...

Por la jodida religión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora