SIETE

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Después de quedarme callada por bastantes minutos, decidí hablar con Lorena, necesitaba volver a la habitación para poder llamarle a Lucas.

—¿Puedes guiarme a la habitación que me asignaron? —mi voz estaba débil, había tenido un día terrorífico y ni siquiera íbamos a la mitad.

—No puedes volver a esa habitación, Kamila —fue dura al decirme aquello.

—Necesito hacerlo.

—¡No volverás! —exclamó con fuerza y luego de tanto soportar cosas que jamás me hubiese imaginado experimentar, lloré como si mi vida dependiese de ello —lo lamento —soltó un largo suspiro —estarás más segura aquí, aunque lo mejor es que te marches a casa.

—Justo para eso necesito ir a la habitación —mencioné entre sollozos —ahí está mi celular.

—¿Te dejaron ingresar con celular? —juntó su entrecejo sorprendida.

—Lo escondí.

—¿Dónde?

—Entre mis escrituras sagradas.

—Al menos eres inteligente —apretó mi mejilla —suponiendo que te llevo a tu habitación, ¿a quién le llamarás?

—A Lucas.

—¿Tu novio? —asentí —de acuerdo.

—¡Sal de ahí, Lorena! —exclamó una mujer y sonaba de edad avanzada.

—Escóndete ahora mismo —ordenó e ingresé debajo de la cama, fue lo único que se me ocurrió, Lorena abrió la puerta y pude ver a una de las tantas mujeres vestidas con su hábito.

—¿Se te olvida que día es hoy? —estaba malhumorada.

—No sé ni me importa que día sea —se encogió de hombros desenfadada.

—Hoy traen la ropa para que la laven las esclavas, huérfanas y bodrios para la sociedad como tú —apreté mis labios con mi mano para que mis sollozos no fueran audibles, esas palabras fueron crueles y me dolieron aún no me las hubiesen dicho a mí.

—No lavaré y lo sabes.

—¿Esas desobedeciendo las órdenes de Dios? —su rostro aumentó de furia.

—Me limpio el culo con sus órdenes y con las tuyas también —le guiñó el ojo —cuando te vayas cierras la puerta —vaya que era valiente para decirle eso a una de las tantas dementes que abundaban en ese lugar, de sanas no tenían nada.

—¡¿Acaso no entiendes que debes obedecer?! —acorraló a Lorena contra la pared —eres un puto dolor de cabeza, ¡comprende que morirás a golpes si sigues desobedeciendo las labores del internado católico!

—Católico las bolas que no tengo —tantas groserías y expresiones fuertes estaban haciendo que mi cabeza explotara al intentar descifrar sus significados.

—Bajas ahora mismo a lavar y de castigo te tocarán las sábanas con sangre, las quiero sin un rastro rojo, ¿¡entendiste?!

—No lo haré —volvió a decir con firmeza.

—¡Será por las malas! —la mujer tomó del cabello a Lorena, atravesó la habitación con ella gritando y pataleando de dolor, sentí tanta impotencia al mirar eso que me salí de mi escondite y me trepé sobre la mujer, quien soltó a la chica y se abalanzó sobre mí —y tú, ¿¡quién mierda eres?! —no contesté, ya que mi atención estaba en despedazarla de ser necesario y sé que Dios no estaría orgulloso de mí por mi comportamiento, pero sólo estaba pagándole a esa abusiva de la misma manera que ella lo hizo con mi compañera de infierno.

Por la jodida religión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora