Tu felicidad

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Capítulo 3: Tu felicidad

          Esa mañana Tsukishima había recibido un mensaje sobre un evento de etiqueta en una galería artística. Pese a no haber ofrecido sus servicios de una forma adecuada no tenía problemas económicos más no debía descuidarse. Una parte de él temía que lo dicho por aquel par se volviese realidad y simplemente se quedase sin interesados, entonces lamentaría no haber aceptado tantas propuestas de matrimonio de hombres ricos pero figurarse en una familia le era impropio. Entonces veía a Yachi y a Yamaguchi diciéndose muy dentro que esa era toda la familia que deseaba aunque inclusive un día ellos encontrarían la propia y ese lugar quedaría muy solo con él estancándose en su orgullo.

          No era tiempo para hundirse en penas inciertas, debía trabajar para asegurarse de que sus dos empleados y su mejor amigo estuviesen bien. Se acomodó el reloj plata, se abotonó la camisa en color amarillo pálido y se acomodó el saco en negro para después peinarse los cabellos.

—Que tengas un buen día Tsukki —dijo el pecoso.

—Buen día Tsukishima-san —comentó Yachi y el otro solo alzó una mano despidiéndose. Al salir otorgó un par de caricias a su perro y antes de marchar miró a Shimada trabajando en el hermoso jardín que estaba a su cuidado. El hombre se veía un poco intimidado por la presencia del rubio, al menos eso podía percibir Tsukishima, pero este tomando iniciativa alzó la mano despidiéndose y el otro respondió de igual forma, después de todo era su jefe.

          Llegó en un taxi al lugar, era algo antiguo por fuera con puertas talladas en madera y construido con piedras apiladas que daban un leve aire medieval. Ascendió por las escaleras haciendo leve sonido con sus zapatos brillantes y negros para después entrar al sitio y ver una galería tanto de esculturas sublimes como pinturas espectaculares. Un candelabro hermoso hacía de aquello un aire fantasioso al igual que los quinqués adheridos a las paredes que por dentro eran aperladas con detalles en oro.

La gente ahí era más refinada que en aquella reunión de jóvenes a la que asistió y eso le dio cierta seguridad al pensar que ningún hijo de rico sería tan ingenuo como para expresar a sus padres el encuentro desafortunado con el amante más polémico de los de clase alta. Un mesero ofreció una copa al joven y este aceptó tomándola y agradeciendo para dirigir la vista a las pinturas curiosas que para sensibles no serían bien digeridas. Estas emitían la sensualidad de los cuerpos desnudos entrelazados, había entre estos anatomías tanto masculinas como femeninas, parejas plasmadas de diferentes orientaciones y detalles tan precisos que el solo ser vislumbrada por algún católico o creyente devoto alzaría la cruz al aire quejándose y lanzando injurias. Curiosamente eran estos hombres seguidores de Dios los que más buscaban de sus servicios y después fingían demencia al respecto pagando buen dinero para que el rubio guardase en secreto aquella oscura faceta de sus corazones.

Dio otro trago a su bebida y entonces miró una curiosa pintura que llamó su atención, en ella había tres hombres en pleno acto, algo que ni él en toda su experiencia había presenciado ni experimentado. Casi siempre sus clientes eran recelosos y no querían compartir con nadie más de los placeres, incluso en esos casos actuaban egoístas e infantiles pero para Tsukishima eso estaba bien.

—Es bastante excitante ¿No? —dijo una voz a su lado y el rubio giró la vista para observar a quien le había hablado topándose con aquel azabache de antes —Vaya coincidencia.

          Entonces Tsukishima pensó que ese par realmente le acosaba, no había coincidencia en encontrarse con ambos o que curiosamente asistieran a los mismos sitios o anduviesen por las mismas calles. Durante sus años inmiscuyéndose en las altas reuniones sociales jamás los había visto y ahora resulta que de buenas a primera están apareciendo, haciéndose presentes en su vida.

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