Pequeñas piezas de mí

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Capítulo 6: Pequeñas piezas de mí

          La velada fue por demás fructífera. Para suerte de Tsukishima el azabache había mantenido la boca cerrada con respecto a aquello que no debía ser mencionado y hasta había entablado conversación con Yamaguchi. Viéndolo de ese modo no podía ser tan malo que de vez en cuando alguien como Kuroo o Bokuto entrase en su vida. Ante esa idea sintió un escalofrío que le hizo apretar la copa y sentir nauseas.

—¿Estás bien, Tsukki? —preguntó Yamaguchi preocupado y el otro se relajó.

—Lo estoy —respondió seco mientras Nishinoya y Asahi se acercaban para despedirse.

—Fue muy entretenido y me da gusto verte, Tsukishima —dijo Noya dándole una palmada en la espalda.

—Nosotros también nos retiramos, fue una velada agradable —comentó el doctor.

          Tras las despedidas el lugar quedó solo con Yamaguchi, Yachi, Shimada, Tsukishima y Kuroo. Siguieron conversando hasta que el pecoso empezó a bostezar algo exhausto.

—Vayamos a casa, necesitas dormir…—dijo Tsukishima pero Kuroo se acercó a su oído y susurró algo. Todos se quedaron en silencio ante las miradas de ambos y después de mucho pensar en aquello que había sido una invitación suspiró. Debía ser equivalente con los chicos y en parte quería saber si Kuroo podía dar con la localización de Oikawa aunque otra causa era saber que había de la historia de él con Bokuto.

—Descuida, Tsukki —dijo Yamaguchi casi como si leyera sus intenciones de irse con el azabache— Shimada puede llevarme a casa y de pasada dejaremos a Yachi.

—Nosotros nos encargamos, Tsukishima-san —dijo Yachi. El otro suspiró un poco y asintió.

—Está bien.

          Fue todo lo dicho mientras cada quien tomaba su camino y alzando una mano despedía a los jóvenes que vivían con él preguntándose si acaso sospechaban algo o simplemente eran Yamaguchi y Shimada que querían pasar un tiempo a solas. Sea como fuere debía acercarse al chico y obtener lo que quería. Se subieron al Camaro y emprendieron el viaje a un lugar que Tsukishima desconocía.

—¿A dónde iremos? —cuestionó mientras veía las luces de la ciudad pasar a velocidad.

—Ya lo verás —dijo sonriendo ladino mientras entraban a un complejo de casas lujosas que se extendían en altitud y longitud. Había guardias de seguridad, y las calles de aquel lugar bien iluminadas.

          Se detuvo frente a un portón y este se abrió metiendo el vehículo en aquella especie de garaje enorme. Este se iluminaba mientras entraban al lugar y tras bajar del auto notó que este era tan blanco y limpio.

—Acompáñame…—le invitó a pasar Kuroo a través de una puerta y al cruzar las luces del garaje se apagaron.

          Aquella puerta curiosamente daba a una habitación enorme cuyo ventanal que abarcaba una pared entera daba a la zona costera, una cama que tenía forma circular muy cerca de esta y con delicadas telas con transparencia dando cierto grado de intimidad. Había también un minibar en el mismo lugar y una televisión como ninguna de las que había visto. La pieza estaba saturada en decoraciones entre negro y rojos, una colección de gatos tallados en madera oscura y un hermoso pero sencillo candelabro colgando del techo. Era como un cuarto de hotel pero de cinco estrellas.

—Bienvenido a mi escondite…—dijo Kuroo mientras tiraba las llaves del auto a un platillo y pasaba al minibar para servir un par de copas de vino tinto.

—Bonito lugar…—comentó Tsukishima fingiendo nula emoción. Kuroo sonrió satisfecho y entregó la copa.

—Salud por tu cumpleaños feliz…—chocó la copa con la de Tsukishima y sin respuesta tomaron un poco.

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