CAPÍTULO 💋 DOS

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Los Dimitryev.


—¡Ahí están! ¿Los ven? ¡No estaba mintiendo!

—¿Quiénes son?

—... No lo sé...

—¿Serán clientes?

—No lo creo. Mira cómo sus ropas. Deben ser ricos o algo así.

—¿Entonces que hacen aquí?

—¡Ya dije que no lo sé!

Donna y yo compartimos una mirada extrañada mientras nos acercabos al vestíbulo cuando escuchamos esa corta conversación. A lo lejos, observamos a una multitud de chicas de clase E y G. arrinconadas y susurrando entre ellas. Parecían estar mirando el hall con especial atención, tratando de ser sutiles en ello y fallando en el proceso.

Nos detuvimos detrás de ellas, observando sobre sus cabezas que era lo que tanto miraban.

—¿Que hacen, niñas? —les susurré de improvisto.

La mayoría del grupo dio un respingo y se volvieron hacia mí, pero otras ni siquiera escucharon mis palabras al estar tan concentradas de aquel lado.

—Hace unos minutos llegaron esos hombres —dijo una chica que parecía ser categoría E, castaña y muy linda, señalando a sus espaldas—. No sabemos quiénes son, pero están vestidos muy elegantes.

—¿Y por qué eso es una sorpresa? —inquirí extrañada, cruzándome de brazos—. Ya hemos recibido a clientes como ellos; solo hagan lo que les pidan y ya está.

—No creemos que sean clientes —habló otra chica, rubia, la única categoría D en el montón—. No pidieron una habitación ni especificaron el rango: se han quedado charlando con el director todo este rato.

—¿El director no te ha dicho algo, Maze? —habló la chica castaña de antes.

Negué con la cabeza, pero ya no pregunté más. Dejé que ellas se volvieran junto a las otras para admirar a esos dos tipos. Fruncí el entrecejo al levantar la vista y observar las espaldas de dos hombres entallados en trajes evidentemente lujosos y caros. Uno iba completamente de negro, con una camisa blanca debajo del saco, y el otro con uno azul oscuro y un chaleco gris. Tenía la primera planata del rostro del director desde mi lugar, ya que estaba de frente a nosotras, y por su rostro, parecía que la charla iba sin ningún tipo de problema: sonrisa amable y tranquila.

Por lo pronto, no hay que preocuparse.

—Oye —me acerqué discretamente a Donna—. ¿Esos son los dos hombres de los qué hablabas antes? —le murmuré, codeándole el brazo, alejandome un poco de las chicas para reunir un círculo confidencial.

—Eso creo —contestó dudosa, pasando su peso de un pie al otro—, pero no estoy muy segura. No es lo que esperaba.

Mirando fijamente a aquellos dos hombres, me encontré por accidente con la mirada del director. Pude ver cómo me hacía señas discretas para apartarnos de ahí y que así esos hombres no nos vieran al darse la vuelta. Cuando capté sus indicaciones y los posibles escenarios para estropear todo, como que ellos no fueran más que simples comerciantes que vinieran a negociar la hermosa propiedad en la que estábamos, reaccioné rápido.

—Muy bien, chicas. A trabajar —les apuré, llamando la atención de todas—. Las de clase G, a la cocina, y las E al jardín trasero. Hay muchos clientes esperando y no quieren dar una mala impresión en puntualidad, ¿o sí?

—Pero aún no sabemos a qué vinieron —se quejó una clase I, la única entre todas.

—Y no tienen por qué —dictaminé—. ¿Van a morir si de quedan con la duda. Ya lo saben, regla cinco: Si el cliente no va con ustedes, no es su asunto.

Vendida💋 +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora