CAPÍTULO 5

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Cinco días después de conocer a Eijiro, Katsuki se encuentra más atento de la puerta principal  de lo que le gustaría

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Cinco días después de conocer a Eijiro, Katsuki se encuentra más atento de la puerta principal  de lo que le gustaría. Incluso si no lo admite, sus progenitores ya se han percatado de las miradas fugaces que le da cada tanto o de como ha empezado a reunir sus juguetes más cerca de esta, incluso hay veces que se queda mirando el pestillo por un tiempo indefinido para después fruncir el ceño y dar marcha de vuelta a su cuarto murmurando maldiciones.

Masaru cree tener la respuesta para el comportamiento inusual de su primogénito pero nunca puede confirmarlo pues cada que le pregunta si algo le sucede el rubio menor solo chasquea su lengua fastidiado —aún cuando Masaru puede ver el puchero frustrado que trata de esconder— y se vuelve a su habitación como acostumbra. Muy diferente a él, Mitsuki solo ríe con diversión viendo a su hijo encerrarse en esas cuatro paredes ignorando  el hecho de que ha vuelto a maldecir —acción prohibida para el menor por la misma rubia—.

El castaño solo mira con confusión a su esposa pensando en que quizás lo que le pase a su hijo no sea tan grave. Esa idea se incrementa cuando Mitsuki le dice que no hay nada de qué preocuparse, que Katsuki solo está aprendiendo a lidiar con ese gran orgullo heredado que tiene. Masaru entonces se tranquiliza aunque aún sin entender muy bien a lo que se refiere su esposa.

Pero vuelve a preocuparse aquel día. En ese entonces Masaru estaba recostado en el sofá cambiando los canales de vez en cuando al no encontrar algo que llamara por completo su atención. Allí detecta la revoltosa cabellera de su hijo escabullirse por los sillones hasta llegar a la puerta.

En la mente del mayor le daba vueltas su conversación con Mitsuki por lo que decidió solo mirar a Katsuki para entender lo que su esposa le decía.

Abandonó todo intento de investigación cuando, en vez de encontrar un puchero frustrado, logró distinguir un gesto triste, decaído.

Pocas veces había visto a su hijo así por lo que, en un rápido movimiento, se acercó al rubio quien no dejaba de mirar el pestillo.

—¿Katsuki? —susurra  tratando de no alterarlo—, ¿hijo?, ¿pasó algo?

El rubio, orgulloso como siempre, restregó sus vidriosos ojos intentando retirar las primeras lágrimas que amenazaban con salir, aunque solo lograba volver más rojizos a sus rubíes.

—Nada que te importe, viejo —murmuró el menor encarando a su padre aguantando sus ganas de echarse a llorar en sus brazos.

Masaru observa al menor con un gesto comprensivo, sabe que a su hijo le cuesta bastante expresarse por lo que simplemente asiente. El castaño se arrodilla en el suelo hasta quedar a la altura del rubio y dirige su mano a su cabello cenizo dándole caricias.

Katsuki parece inhalar profundamente cuando siente el tacto y —ya no pudiéndolo evitar más— abraza con fuerza a su padre ocultando su pequeño rostro en su pecho y apretando la tela de su camisa con fuerza.

The last tearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora