CAPÍTULO 1

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Salió de la casa rápidamente cerrando la puerta con fuerza y sin cuidado —tenía mucho miedo como para hacerlo—

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Salió de la casa rápidamente cerrando la puerta con fuerza y sin cuidado —tenía mucho miedo como para hacerlo—. Una vez fuera, se sentó temblando en las escalerillas ubicadas en la puerta principal de su hogar tratando de contener su llanto.

¿Hogar? ¿Podría siquiera llamarlo así?

Atrajo sus piernas hacia su pecho y las abrazó fuertemente enterrando su rostro en el pequeño espacio que estas dejaban. Deseó que los gritos e insultos se detuvieran por lo menos unos segundos, que la gélida brisa nocturna se lo llevara y se desvanecieran junto a ella.

¡Maldito mocoso! ¡Como te ponga las manos encima...!

¡Solo estaba jugando! ¡Apenas es un niño! ¡Fue un accidente!

¡Es un maldito mocoso que no hace más que llorar por todo! ¡Desperdicio todo mi dinero en él!

¡¿Cómo puedes hablar así?! ¡Es tu hijo!

Abraza con más fuerza sus piernas mientras lágrimas empapan sus mejillas enrojecidas, su vista se nubla a causa de las mismas. Tiembla apretando fuertemente la tela de la chaqueta que su madre le ha obsequiado en su cumpleaños.

Cree que todo ha acabado cuando ya no escucha más gritos, pero oye objetos caerse y el llanto inconfundible de su madre.

Sus deseos de desaparecer aumentan.

Los gritos son más fuerte y ya no lo puede soportar, su mente le dice que escape y antes de poder procesar la información ya se encuentra corriendo lejos del lugar. No tiene un lugar a donde ir, pero no está pensando en ese momento, solo corre lo más lejos que sus pequeñas piernas le puedan llevar.

Solo quiere escapar de allí.

Conforme se va alejando más solloza, sus piernas tiemblan a cada paso que da pero no tienen la intención de detenerse, no va a regresar sobre sus pasos ni mucho menos volver a su casa en ese momento. No está listo para afrontar todo lo que en ella pasa en ese momento. Su mente le ha gritado que huya y él, incapaz de negarse, lo ha hecho.

Llega a un pequeño parque vacío —al ser altas horas de la noche era lo menos que podía esperar— levemente iluminado por faroles. También hay algunas bancas decorando el lugar y un camino angosto que conduce hacia un par de columpios azulinos que, aunque no sean nuevos, parecen estar muy bien cuidados.

Voltea a todos lados para verificar que no halla nadie y solo en ese momento se percata que ya se ha alejado bastante de su casa, que esta en un vecindario en el cual no lleva más que algunas pocas semanas pues se han mudado recientemente, que prácticamente no conoce a nadie allí. Esta solo y perdido en un parque que no reconoce en medio de la oscuridad.

Camina por el sendero y aún con temor en sus pizadas llega al columpio sentándose en uno de esos asientos. Más lágrimas amenazan con resbalar por sus mejillas y no se siente con la fuerza suficiente como para seguir reteniéndolas. Resbalan por sus mejillas rojizas. Lo único que puede hacer es encogerse en su lugar.

The last tearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora