Cielo de medianoche

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Valentina tenía la mirada completamente perdida en el fuego danzando frente a ella. Sus ojos, ligeramente enrojecidos por el alcohol que había consumido en las últimas dos horas, parecían hipnotizados por las llamas. Estaba sentada en un pequeño tronco cerca de la fogata, aprovechando el calor, mientras sostenía su cuarta cerveza en la mano. Como en piloto automático, movía en círculos el vaso rojo derramando, sin siquiera darse cuenta, el contenido.

Era una noche fría, como lo eran casi todas en Canadá. El cielo estrellado sobre ella y la luna llena brillando resplandeciente funcionando como iluminación directa de la fiesta que se desarrollaba a su alrededor, junto con el fuego. Decenas de personas bailaban y charlaban esparcidas a lo largo de la orilla del lago, a unos metros del edificio principal de la escuela.

Las fiestas con alcohol estaban, obviamente prohibidas, pero los alumnos se las ingeniaban cada viernes o sábado para lograr servir cerveza y otras tantas cosas, incluso con los guardias de seguridad en alerta. Una de las estrategias era invitar a chicos y chicas de otras escuelas de la ciudad, para que fuera más difícil distinguir quienes eran los que estudiaban en Brooks Westshore, e incluso poder alegar, de ser necesario, que habían sido otros quienes habían llevado las bebidas.

Alzó la vista y, a través de las llamas, se encontró con una profunda y oscura mirada, proveniente de los ojos color chocolate más intensos que en su vida hubiera visto. Eran tan expresivos que sintió que podían revelarle todos los secretos del universo en ellos. Pertenecían a una chica, de piel casi dorada que brillaba bajo la luz de la luna, unas largas pestañas, igual que sus piernas enfundadas en unos jeans oscuros rasgados en las rodillas. Estaba apoyada casualmente contra un árbol, a unos metros de distancia, casi en el borde de la entrada al pequeño bosque que rodeaba la escuela, el que había que atravesar para regresar al edificio.

Llevaba el cabello oscuro suelto, bailando por debajo de sus hombros en la brisa de la noche, perdiéndose cuando golpeaba la chaqueta de cuero negra que cargaba sobre una camiseta blanca. Sostenía en sus manos una lata de cerveza, y estaba de pie junto a otros dos chicos que parecían inmersos en una interesante conversación. Sin embargo, ella al igual que Valentina, no hacía más que observarla. Era como si todo alrededor de ellas hubiera desaparecido de repente, o se hubiera convertido en un gran borrón irrelevante y casi inexistente.

La chica lamió sus labios sin apartar los ojos de los suyo, y Valentina sintió una corriente eléctrica recorrer cada fibra de su cuerpo. A pesar de la oscuridad de la noche, podía distinguir a la perfección cada rasgo de su rostro, como sus labios delicadamente delineados, la prominente mandíbula, una sexy barbilla partida y la maravillosa longitud de su cuello, esbelto y delicado.

Hacía ya mucho tiempo que Valentina se había dado cuenta de que se sentía atraída tanto a mujeres como hombres, pero no había sido hasta su llegada a Canadá un poco más de un año atrás, que había tenido la oportunidad de hacer algo al respecto gracias a su ex novio.

Ella y Charles llevaban sólo unos meses juntos, pero se habían dedicado a experimentar todo lo que les fuera posible en la cama... y otros sitios. Una noche, luego de haberse escabullido a la habitación de el, se habían propuesto la idea de tener un trío. Y, aunque había sido medio en broma, no demoraron mucho en volverlo una realidad. Valentina no podía mentir, lo había disfrutado y mucho. Y le había servido para reconfirmar lo que ya sabía.

Un tiempo después, cuando ella había decidido terminar su relación con Charles, se acostó con otras chicas y de hecho ha llevaba un tiempo sin estar con hombres. No porque no lo hubiera disfrutado, sino que le había encontrado un sabor novedoso e interesante a estar con mujeres y quería explorarlo mucho más. Muchas las había conocido exactamente como estaba sucediendo en ese momento, cruzando miradas en alguna fiesta o un bar, acercándose a conversar y dejando que las cosas fluyeran.

Estaba dispuesta a hacer eso, ponerse de pie, acercarse y hablar con la morena, cuando sintió que alguien se sentaba junto a ella y la abrazaba por los hombros, casi derramando toda su bebida a causa del movimiento. Y si había estado molesta cuando sintió el sacudón  de un cuerpo estrellándose contra ella, lo estuvo todavía más al ver que quien había tomado el otro extremo del tronco para sentarse era Lucho.

Desde que habían ingresado juntas a la escuela como parte de un programa de intercambio, él había mostrado interés en ella y jamás había sido para nada sutil. Cuando comenzó a salir con Charles, se alejó un poco, aunque continuaba enviándole indirectas cada vez que tenía la oportunidad. Y, desde el final de su relación con el otro chico, se había puesto incluso más intenso que antes. La peor parte ere que Lucho formaba parte de su grupo de amigos, y estaba siempre presente. Era como sino pudiera escapar de el.

- Valeeeeee - Prácticamente gritó en su oído, acercando sus cuerpos mientras aumentaba la presión de su abrazo sobre sus hombros. Valentina sintió ganas de vomitar solo de oler el aliento a alcohol y cigarrillo que provenía de su boca. - ¿Por qué estás aquí sola, eh? Come hang with us - Hizo un ademán señalando hacia nadie en particular, derramando parte de su bebida sobre la tierra.

Valentina contó hasta tres y viró los ojos, mientras sin ningún tipo de delicadeza tomaba un dedo de Lucho de la mano que descansaba sobre ella para librarse de su agarre. Él estaba demasiado ebrio como para reaccionar a tiempo, así que logró escabullirse poniéndose de pie frente al chico, que casi cae contra el tronco por perder su apoyo.

- ¿Cuánto tomaste, wey? No son ni las ocho, la fiesta recién comienza y ya estás pedo, really? - Sus intenciones eran sonar divertidas, una burla amigable, pero la verdad era que había sonado mucho más agresiva de lo planeado. Y se dio cuenta que era porque la llegada de Lucho había interrumpido su concurso de miradas con la hermosa morena.

En cuanto la recordó, se dio la vuelta con la esperanza de volver a encontrarse con esos intensos ojos marrones que la habían dejado sin aliento minutos atrás. Muy grande fue su decepción al ver que la chica ya no estaba, y la situación no mejoró cuando sintió a Lucho abrazándola una vez más, prácticamente desplomando su cuerpo sobre el suyo.

Valentina suspiró, repitiendo el movimiento de hacía algunos segundos, separando su cuerpo del de aquel chico que ya la estaba haciendo perder la paciencia.

- Vamos, baby, divirtámonos un rato - Lucho se acercó a ella intentando besarla, y eso fue suficiente para que perdiera los estribos.

Se hizo a un lado, provocando que el cuerpo de Lucho se desplazara a gran velocidad frente a ella, cayendo redondo contra el suelo. Las carcajadas del resto de los jóvenes que estaban disfrutando de la noche no se hicieron esperar, pero a ella no le causó ninguna gracia. Se agachó al lado del chico, que intentaba en vano ponerse de pie.

- Ven, toma mi mano - Le ofreció ayuda, con un dejo de molestia evidente en su voz.

- Vete a la mierda, Valentina - Fue lo que recibió en respuesta, y un ligero golpe en la mano que le había tendido.

Sin preocuparse demasiado, volvió a levantarse haciendo un gesto de rendición, y alejándose de Lucho mientras este lograba finalmente ponerse de pie entre tambaleos.

Se alejó del fuego y caminó por la orilla del lago bebiendo con lentitud su cerveza, dejando que su mirada distraída inspeccionara el resto de la fiesta en busca de una chica en particular. Sin embargo, luego de casi una hora de vagar entre la gente, se sentía demasiado decepcionada y muy poco ebria como para poder disfrutar.

Iba a servirse un poco más de cerveza pero, para su desgracia, vio que Lucho y algunos de sus amigos estaban frente a los barriles que contenían las bebidas, y decidió que no tenía humor para lidiar con él una vez más. Cansada, decepcionada y de pésimo humor, consideró que lo mejor que podía hacer era terminar con su noche en ese momento, incluso cuando eran apenas pasadas las nueve.

Una triste y patética velada en comparación a lo que estaba acostumbrada, pero tampoco le molestaba regresar a su habitación y acomodarse en la calidez de su cama para leer un libro o ver alguna película, o incluso solo dormir, un lujo que no se daba muy seguido.

Ganándose una mirada de desagrado de Lucho a la distancia, se alejó para asentarse en el bosque, colocando sus manos en los bolsillos de su chaqueta de jean, intentando inútilmente protegerse del frío. Las bajas temperaturas era a lo que más le estaba costando acostumbrarse, incluso cuando ya llevaba tanto tiempo estudiando allí. A cada paso que daba rodeándose cada vez más de frondosos árboles, el frío calaba más en su huesos. El aire podía verse con claridad al ser expulsado de su nariz, y su respiración y sus tenis resquebrajando hojas y ramas  en su camino, eran los únicos sonidos que la acompañaban mientras la música de la fiesta quedaba atrás.

Había llegado casi a la mitad del camino cuando un fuerte chasquido la alertó. Se detuvo instintivamente, volteando hacia la derecha, de donde creía que había provenido el sonido. Pero no había nadie ni nada, estaba completamente sola. Supuso que habría sido algún animal nocturno merodeando por ahí, incluso escapando de ella, así que continuó con su andar unos pasos más hasta que otro chasquido se oyó, esta vez mucho más cerca de ella, demasiado para que no se preocupara.

Volvió la cabeza otra vez, en una búsqueda más desesperada por la fuente del sonido. Su respiración ya estaba agitada y todos sus sentidos en absoluto alerta, pero se relajó de inmediato en cuanto vio que quien le había provocado tal susto era nada menos que Lucho.

El chico apareció detrás de un árbol, apenas capaz de mantenerse de pie y caminando en zig zag hacia ella, sus ojos completamente rojos por todo lo que había tomado y consumido.

- ¿Qué haces aquí, Lucho? - La irritación en su voz ya era imposible de disimular, la había sacado de sus casillas con su comportamiento toda la noche.

- Vi que te marchabas sola y quise acompañarte, no es bueno que una chica bonita camine por el bosque sin compañía en la noche - Algo en la forma en la que le dijo aquello no acabó de cuadrarle, y se lo quedó mirando intentando descifrar sus intenciones, hasta que lo tuvo Justo frente a ella y ya era muy tarde.

Lucho se abalanzó sobre su cuerpo, derribándola contra el piso y cayendo sobre ella. Antes de que pudiera reaccionar, y demostrando una agilidad inesperada para alguien en su estado, la tomó de las muñecas para llevar sus brazos sobre la altura de su cabeza, reteniéndolas allí con una sola mano. Era evidente que se había metido algo más que alcohol, porque parecía poseído, con una fuerza que Valentina no le conocía.

Comenzó a removerse, intentando liberarse del agarre pero era imposible. Y mientras más luchaba por liberarse, más fuerte parecía volverse su opresor. Valentina no entendía, o más bien no quería comprender lo que estaba sucediendo. Sabía que era algo mucho más común de lo que le gustaría decir, pero nunca imaginó, ni en sus peores pesadillas, que podría pasarle a ella. No en la escuela, no con alguien que conocía, a quien podía incluso llamar su amigo.

- Estate quieta, vamos. Solo disfruta, Vale - Las palabras de Lucho solo la dejaron más atónita, paralizada.

No fue hasta que el intento besarla mientras deslizaba su mano libre por debajo de su camiseta, que logró reaccionar, moviendo su rodilla hacia arriba y golpeándolo justo en la entrepierna. Lucho se retorció de dolor, y se quitó de encima suyo, permitiéndole ponerse de pie de un salto, lista para correr. Sin embargo, no pudo dar más que un paso, porque sintió como la tomaba del pie, derribándola una vez más.

Detuvo su caída son sus manos, pero su rostro impactó contra la tierra, arañándose levemente con algunas ramas. Una de sus muñecas debió aterrizar de manera incorrecta porque le dolía, pero todo eso dejó de importarle cuando sintió nuevamente el cuerpo de Lucho sobre su espalda.

- ¡AYUDA! - Fue lo que alcanzó a vociferar antes de que la mano del chico cubriera su boca, evitando que volviera a hacerlo.

- Puedes hacer esto fácil para los dos o difícil para ti, Valentina. Tu decides - Le habló cerca de su oído y Valentina tembló, mientras sentía lágrimas formándose en sus ojos, nublando por completo su vista.

Lucho volvió a someterla reteniendo sus manos sobre su cabeza con una de las suyas, y con la otra comenzó a desabrochar su propio pantalón. Valentina podía oír a la perfección el sonido de la hebilla de su cinturón liberándose y cerró los ojos, aterrada.

Sin embargo, no esperaba nada de lo que sucedió a continuación. Lucho tomó la cintura de su pantalón pero ese fue el último movimiento que consiguió hacer antes de ser aventado a metros de distancia. Valentina sintió una fuerte sacudida sobre ella, el alivio de la desaparición del cuerpo de Lucho sobre ella, pero un nuevo pánico se apoderó en cuanto lo vio estrellado contra un árbol demasiado lejano como para que alguien lo hubiera golpeado o empujado hasta allá.

Pestañeó varias veces intentando eliminar las lágrimas que le impedían ver lo que sucedía, y contuvo el aliento en cuanto se dio cuenta de que lo que había embestido a Lucho era un lobo.

Justo frente a sus ojos, a tan solo unos pasos de distancia, estaba firme sobre sus cuatro patas, resoplando agitadamente, con la mirada completamente enfurecida pero fija en ella y no en su atacante.

Sin embargo, por algún motivo que no fue capaz de explicar, no sintió miedo. Sino, todo lo contrario. Esos oscuros ojos color café le transmitían paz, una tranquilidad que no había sentido en mucho, mucho tiempo. Le decían, sin palabras, que estaba segura.

Desvió la mirada mientras se impulsaba con sus brazos hacia arriba para incorporarse, notando inmediatamente el dolor en todo su cuerpo. Una vez sentada en la hiedra, se volteó para observar una vez más a su salvador. Sin embargo, ya no estaba.

Juliantina: Into the YupiverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora