06|| Oasis

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CHASE

Hoy es de esos días en los que no quiero hacer absolutamente nada. Me he levantado únicamente para orinar. En el camino tuve la intención de pasar por la cocina y tomar una botella de cerveza de la heladera, pero en cuanto la cabeza comenzó a palpitarme cambié de opinión y he vuelto a acostarme sobre la cama sin hacer.

Con la vista en el techo y con el silencio de la casa a mi favor, hago todo lo posible por volver a conciliar el sueño a pesar de ser casi las dos de la tarde, pero es imposible. Al parecer hoy mis pensamientos no han de dejarme en paz.

Días como los de hoy es cuando los considero totalmente inútiles. He rechazado salir con Alex hoy temprano. La excusa de aún tengo resaca ha funcionado una vez más. Por otro lado, el equipo de fútbol iba a realizar hoy por la tarde un torneo a beneficio de una de las escuelas u hospitales de la ciudad no lo recuerdo bien, pero también he cancelado con la excusa de que debía acompañar a mi abuela al médico. Otra de las tantas excusas que he utilizado en mi infancia con los maestros y profesores.
Usualmente suelo combatir este desánimo con alguna que otra cerveza, con música, durmiendo o incluso saliendo de juerga. Pero hoy es uno de esos días en los que todo está en mi contra, porque nada de lo nombrado anteriormente ha sido una solución a mis problemas.

En esta época del año debería estar disfrutando al máximo cada minuto libre de mi tiempo. Pero en esta época del año es cuando peor me siento. Es cuando esos recuerdos vuelven a flote. Esos escasos pero al parecer tan significantes recuerdos de la peor etapa de mi vida dicen presente:

Mi infancia.

Es una etapa que decidí olvidarla casi que por completo. Digo casi, porque como siempre, en la vida tenemos recuerdos lindos y malos. Momentos bellos y momentos desastrosos, recuerdos que desearíamos jamás volver a presenciar.
Mi cerebro aún no es capaz de olvidar esos momentos desastrosos así como tampoco esos malos recuerdos. Por más que lo intente siempre hay algo o alguien que logra hurgar en mi interior y rememorar todo eso por lo que tanto lucho por olvidar. En este caso:

El verano.

Está maldita estación del año que todo el mundo ama. Yo la odio. No hay forma de que pueda apreciar una estación en la que sufrí la mayor pérdida que un niño puede sufrir, pero, al mismo tiempo, viví los mejores momentos de mi infancia.

El persistente y ensordecedor sonido de timbre me vuelve a la realidad y logra que mi cerebro por al menos unos segundos piense en otra cosa.
El timbre vuelve a sonar una tercera vez y cuando creí que, quien sea que esté del otro lado iba a darse por vencido y marcharse éste vuelve a sonar una cuarta vez.

Sin ánimo alguno me incorporo de la cama sintiendo una vez más el frío de la baldosa bajo mis pies descalzos y con tan solo el pantalón del pijama me encamino hacia la puerta.
De camino a la entrada ¡el timbre vuelve a sonar! Y va acompañado de tres golpes en la puerta.

—¡Voooy!—grito desde el otro lado de la puerta. ¡¿Por que tanta insistencia?!

—¿Que haces aquí?—Es lo primero que pregunto en cuanto ella aparece frente a mi con su mano levantada en señal de que iba a volver a golpear con sus nudillos mi puerta. ¡Por sexta vez!

—Yo... lo siento, es que he estado enviándote mensajes y llamándote y no has respondido, necesitaba hablar contigo...

—Britt... creo que no es momento...—Lo último que necesito es que me regañen. Y al juzgar por su cara e impaciencia tengo el presentimiento que ha venido a eso. Hace tres días que no hablo con ella. Más exactamente, desde que discutimos y la he hachado de mi dormitorio.

Ese beso en París ||En proceso||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora