prologo

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Mauro Cortez siempre ha tenido todo, sus padres siempre le han concedido todo y es el orgullo de padre, por ser el único hombre rodeado de mujeres sus hermanas, su melliza y las dos pequeñas gemelas, que estaba por ser una adultas.

Maneja una su propia empresa de diseño de interiores, y también es socio de la textilera de su abuelo.

Pero se ha cansado del exceso, las salidas y las mujeres, aun siendo lobo tiene sus límites, cree que es mejor irse a tomar uno días y encontrarse con el mismo.

Recordó que de chico su padre lo llevo con la tribu indígena los Toctak, nativos americanos, mostrándole los viajes astrales, tal vez eso necesita.

Muchas cosas se le vinieron en su mente sobre todo aquella niña de pies descalzo y melena de estropajo y esos lunares algo muy fea, y donde sin querer le había puesto pegamento, junto con otros niños, y no fue lo única travesura que hizo, sonrió ante sus maldades, un niño de esas edad cree que no habrá daños colaterales.

Lirio blanco, se había mudado con sus padres a nuevas tierras, creció y se olvidó de todo, más bien no de todo, sobre todo ese niño de ojos verdes que le decía fea cada rato, lagrimas que derramo por su insolencia las lleva muy clavadas en su pecho, no era agraciada pero tenía un espíritu tan Grand que el mis ego que se cargaba Mauro Cortez, provocando gruñidos cada vez que lo recordaba.

Y fue el causante de sus inseguridades, pero después de que su padre murió en un accidente y su madre lo acompaño de tristeza debía regresar con su abuelo el líder de la aldea.

Pero pensó que estaría tranquila pero estaba tan equivocada chocando con ese cretino de pacotilla, lo odiaba a muerte y quería despellejarlo como cordero a ese engreído lobo.

Y porque no jugarle su insolencia.

Ambos lobos se odiaban a muerte, el pasado siempre vuelve para cambiar el presente y entre el amor y el odio solo hay un paso.

En sus GarrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora